¡Ya no más con el 5-0 a Argentina que ha hecho tanto daño!

¡Ya no más con el 5-0 a Argentina que ha hecho tanto daño!

Han corrido ríos de tinta y babas para recordar algo que hizo más daño que provecho, porque siempre que más se espera de los deportistas colombianos, más defraudan

Por: Lizandro Penagos Cortés
septiembre 07, 2023
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¡Ya no más con el 5-0 a Argentina que ha hecho tanto daño!

Ya no más con la goleada de Colombia a Argentina hace 30 años. Ya no más entrevistas a las viejas glorias. Ya no más con esa selección que todos recitamos de memoria. Ya no más repeticiones de los dos goles del finado Rincón. Ya no más los dos goles de Asprilla, que hoy camina con una sola rodilla.

Ya no más el atropellado gol del Tren Valencia y la anécdota desgastada que cuenta el Tino. Ya no más por favor. Ya no más de ese maldito 5-0 en los medios y en esta columna. Perdón, pero si es apenas el primer párrafo. Sí, pero es sólo una disculpa para hablar de la pulsión colombiana a vivir del pasado.

Este texto escrito el 5 de septiembre de 2023 nació en medio de una profusión asfixiante de homenajes a la noche que, en el Monumental de Buenos Aires, un puñado de jugadores hicieron lo que ni ellos mismos se imaginaron jamás.

Han corrido ríos de tinta y de babas para recordar algo que hizo más daño que provecho. Porque en nuestro país siempre ocurre que cuando más se espera de los deportistas, ellos defraudan por el peso del favoritismo. Bueno, no podemos esperar más. No se enseña el buen nacionalismo en las instituciones educativas básicas, ni el sentido de lo patriótico está claro en la familia o en la sociedad. No creemos en lo nuestro y buena parte de nuestra historia la hemos dilapidado en tratar de parecernos a lo que no somos.

Y cuando nadie espera nada, los deportistas sobresalen como héroes anónimos. Y así vamos, saltando de triunfo en triunfo, de podio en podio, de medalla en medalla, de trofeo en trofeo, cuando algún arropado por la miseria en la temprana niñez logra enarbolar el tricolor patrio con mucho sacrificio en su juventud un poco tardía y le dice al mundo que por acá en la esquina izquierda de Suramérica, hay una nación llamada Colombia. Por eso el periodismo deportivo, siempre tan superfluo e inmediatista, corre tras el señuelo de la disciplina o el deporte que esté dando algún fruto para exprimirlo hasta el aburrimiento.

Qué importa si hay alguna tradición o es un simple golpe de suerte o un trabajo individual con esfuerzos particulares, donde nadie más que el deportista y su círculo inmediato se merecen los aplausos. No importa si es en golf o en apnea. En Fórmula 1 o en motociclismo. O en cualquiera de los que más triunfos nos han dado, como el boxeo o el ciclismo. La cuestión es que vivimos años del pasado. De la gloria insuperable y los fracasos siempre insufribles de ver cómo no nos superamos como sociedad y nación. Como dijo la Bichota: ¡Ya no más marica!

Vivimos desde el 3 de junio de 1962 hasta el 5 de septiembre de 1993, del 4-4 contra Unión Soviética ¡31 años! ¡11.416 días! ¡1.630 semanas! ¡374 meses! ¡No jodás! Ahora qué, vamos por la misma senda. Hemos participado en seis mundiales y la única participación decorosa fue en Brasil 2014. Una posición que para Brasil, Argentina, Alemania, Italia o Francia hubiera sido un fracaso rotundo. No sé cómo no han instaurado el ¡Día, fue gol de Yepes! Italia 90, USA 94, Francia 98 y Rusia 2018, se vivieron con más pena que gloria. Uno entiende que se celebren las efemérides y que las fechas especiales y conmemoraciones sean criterios de noticiabilidad, pero no le exprimamos más jugo al bagazo.

Los países, las sociedades y las personas serias no viven en el pasado, aunque ancladas en él fondeen la proyección de su futuro y el apremiante compromiso de superar siempre lo logrado. José Aguirre cuenta una anécdota de Jairo Varela, cuando en prisión por allá en 1996 intentaban darle forma a un nuevo trabajo discográfico del Grupo Niche. “¿Maestro, ¿cuál es su mejor canción?” Y el chocoano sin levantar la mirada del cuaderno donde tachaba y reescribía A prueba de fuego, le respondió: “Ésta, ésta que estamos haciendo”. Pero y Cali pachanguero, Sin sentimiento, Una aventura, Busca por dentro... le increpó el hoy director del grupo. “Eso es pasado, la mejor canción la estamos haciendo”, dijo Varela, que se inmortalizaría 16 años después.

Gabriel García Márquez entretanto aseguraba que nunca releía sus textos porque le daba miedo. Miedo a encontrar algo que quisiera cambiar, a sentir esa pulsión de corrector insuperable o miedo de haber cometido alguna imprecisión. Un miedo que el mundo tal vez jamás sintió porque Cien años de soledad es la matriz de donde emerge toda tu creación posterior, por lo que se intuye que sí revisó su pasado, pero jamás se quedó el él, sino que lo superó. De hecho, Vivir para contrala, su autobiografía, es un ejercicio de memoria –y de egocentrismo– sublime. Pero Colombia y los colombianos suelen quedarse en el pasado.

El inmolado ministro Rodrigo Lara Bonilla decía por allá en los 80´s, que el pasado es como los retrovisores de un carro: apoyan la conducción, pero es preciso mirar sobre todo al frente. Por andar en el pasado es que no superamos las viejas prácticas clientelares, las viejas estructuras del poder, los viejos cacicazgos y gamonalismos, los viejos vicios de la clase dominante que también es la que define lo económico y lo social. Los viejos parámetros de la educación. Las viejas formas de relacionarnos y, acaso la peor, la que William Ospina llamó “El viejo remedio”, el de zanjar las diferencias, matándonos. De modo pues que esa propensión al pasado es dañina, sino se utiliza como base para construir y no para repetirnos.

Adenda: Colombia vs. Venezuela es un partido más. No la final de un Mundial al que van a ir casi todos.

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