En el año 1993 había un rostro más famoso que el del Pibe Valderrama: el de Adolfo Pérez. Los millenials no lo entenderían, pero no existía un programa de televisión que tuviera más rating que el Gol Caracol. Para la eliminatoria mundialista a Estados Unidos 1994 Caracol le compró los derechos de transmisión a la Federación Colombiana de Fútbol. Un privilegio que tuvo hasta este año, una exclusividad que rompió a punto de dólares RCN. Adolfo era famosísimo. No sólo era el presentador del Noticiero Nacional, que en su momento –años ochenta- tenía 30 puntos de rating. En los noventa llegó a tener un sueldo de veinte millones de pesos, eso era lo que ganaban en televisión en ese tiempo.
Según sus compañeros de trabajo de la época, debido a la juventud de Adolfo, se le subieron los humos a la cabeza. Era un reportero recursivo. Ahora, que se cumplen 30 años del 5-0 contra Argentina, se recuerda la hazaña que logró en pleno estadio Monumental de River Plate, meterse a un camerino, con las cámaras de la época, para llevar las incidencias de la celebración del equipo de Maturana. Fue un en vivo inolvidable, algo que hablaba muy bien del profesionalismo que podía tener el joven reportero.
Pero sus compañeros no guardan buen recuerdo de él. Era soberbio, no saludaba a nadie. Su actitud contrastaba con el de su compañero-compañero, William Vinasco Ch.
Sin embargo entró a un periodo de su vida bastante oscuro, sobre todo al comienzo de este siglo cuando fue relevado de su cargo por Javier Hernández Bonnet. A partir de ahí estuvo en emisoras emergentes como en Todelar. Pero, paralelo a esto, se desembocó una espiral de descenso a los infiernos. El juego tuvo mucho que ver.
Es que Adolfo Pérez no dejó de jugar en su momento de gloria. Por el juego perdió todo lo que quería, las personas que amaba, lo que había conseguido en dos décadas de trabajo. Le costó mucho esfuerzo dejar a un lado este problema y volver a ser el que alguna vez fue: Adolfo recuperó su senda en el programa F90 de ESPN en donde dirige como en los viejos tiempos y es tratado por sus compañeros con la deferencia que se merece. Los demonios definitivamente quedaron atrás.
Adolfo ahora es una voz que pesa en los medios y ahora en los sesenta, con sus demonios controlados, sigue siendo un faro para los nuevos periodistas.