Los problemas de movilidad en el país y de manera especifica en Bogotá se han vuelto la discusión obligada en cualquier reunión durante los últimos años. Al parecer, gran parte de la discusión se ha centrado en los problemas y sus posibles causantes y no en las soluciones. Si no me cree mire cómo se desarrolla, nuevamente, la campaña electoral por la Alcaldía de Bogotá.
La lista de problemas es bien conocida: la deficiente infraestructura de nuestra ciudad, el colapso de Transmilenio, la implementación del SITP, los trancones, los taxis, Uber, las motos y el Metro por mencionar solo algunas. En cuanto a los culpables encontramos a Peñalosa, Petro, Lucho, Samuel, el taxista, el conductor, el de la buseta, usted señor lector, claro yo jamás.
Sin embargo, poco o nada se dice sobre cuáles serían las soluciones para salir de esta situación. Afortunadamente en desarrollo urbano y en política de transporte la mayoría de cosas ya están inventadas, lo cual no significa que no hay espacio para innovar. En un ambiente como el colombiano sólo se necesita una fuerte voluntad política y creatividad financiera en un escenario de recursos escasos, eso por parte del gobierno y un ligero cambio de cultura ciudadana de parte de todos los ciudadanos.
Como nos quedamos en la discusión del problema y de quién fue el causante nos olvidamos que tenemos a nuestro alcance muchas herramientas para mejorar la movilidad de la ciudad que no necesitan una gran inversión de recursos y que podrían mejorar la calidad de vida de nuestros ciudadanos. Tenemos a la mano los Cobros por Congestión, el Teletrabajo, el uso de la bicicleta, el carro compartido con los amigos o compañeros del trabajo y una verdadera política de parqueo para la ciudad que promueva el respeto por el espacio público y la prestación de un servicio de calidad cuyo precio refleje una política pública pro ciudad y no pro conductor. Por su puesto todas estas alternativas se potencializan si fortalecemos nuestro transporte público.
Hay trabajo para la próxima Alcaldía y para cada uno de nosotros los ciudadanos; es nuestra responsabilidad generar los cambios que necesita Bogotá para que vuelva a ser esa ciudad en la que algún día comenzamos a creer. Amanecerá y veremos.