En esta lección voy a exponer una idea polémica, y quizás difícil de aceptar: en todo ser humano subyace (como una especie de sombra) un oscuro deseo de matar, un instinto asesino, que a veces aflora, y al cual es necesario mantener a raya en momentos de ira.
Los que poseen dominio propio logran contenerse y se rigen por las normas; pero los sujetos primarios (cuando se dejan llevar por la frustración o la impaciencia) acuden a conductas antisociales o extremas. Particularmente los susceptibles en asuntos políticos se convierten en presa fácil de las provocaciones… así surge un círculo vicioso: lenguaje ofensivo versus respuestas violentas entre los que se atraen mutuamente por sus opiniones tan opuestas como beligerantes.
En otro orden de ideas, los recientes descubrimientos de la neurociencia logran explicar el porqué algunas personas están más inclinadas a asumir las vías de hecho. Hablo de individuos que no usan el neocórtex o cerebro más evolucionado: allí reside el yo superior, el cual permite emitir juicios imparciales, y gracias al cual es posible hallar la calma, la paciencia, y, sobre todo, el amor espiritual y comprensivo o incondicional.
Las personas impulsivas tampoco controlan el cerebro emocional (sistema límbico) que es el centro de la afectividad y de las emociones. El neocórtex permite procesar racionalmente toda la información recibida. El lenguaje asertivo y la lógica también corresponden al neocórtex. Por eso, una mente racional siempre se concede el beneficio de la duda y contrasta la información que le llega a sus sentidos. A propósito, tragar entero, sin analizar, es bastante peligroso.
Además, la gente se agrede más que nada porque le da pereza argumentar, y dada tanta ignorancia, a falta de argumentos, acude al garrote o la palabra violenta, tal cual los hombres de las cavernas. Por su parte, el cerebro reptiliano, tiene su fundamento en el instinto, la supervivencia, en la territorialidad de las fieras, en el apego a las personas o cosas.
Cuando un hombre primario diga: esto es mío, pues ni se le ocurra discutir con él porque fácilmente acude a la violencia. En suma: son celosos, impulsivos y no les interesa el bien común. Piensan en términos egoístas; es decir, el propio placer y la comodidad, aunque implique pisotear los derechos de los demás. Es increíble pero cierto: al lado de los hombres primarios parecen más lógicos y racionales los animales
Atención: la nueva humanidad surgirá del uso del neocórtex que incluye, obviamente, el uso del cerebro reptil y del cerebro emocional, pues el yo superior, elabora y lleva a cabo la negociación entre las tres capas (gracias a la lucidez de consciencia o iluminación).
Nota Bene: si algún escéptico necesita más argumentos en lo que se refiere a ese oscuro deseo de matar que subyace en el corazón humano, aporto lo que sigue: antes de que fuera promulgado el quinto mandamiento, se habían cometido ya millones de homicidios.
Después de esa norma universal que penaliza los asesinatos, se han cometido miles de millones de crímenes, y la humanidad se sigue matando y seguirá matando por cualquier tontería. Lo cual indica que se prohíbe lo que por instinto parece tendencia: sencillamente le gusta a la mayoría inconsciente. El despertar de la humanidad sucederá el día en que los hombres no se maten por miedo al castigo, sino por la consciencia de reconocerse en el otro: el otro es mi hermano y somos parte de un sólo Espíritu.
A continuación, a modo de intermezzo, haré una fría y breve disección de ese oscuro personaje que denominamos asesino. Ante todo, es un simple mortal más vulnerable de lo que se puedan imaginar, si bien en su soberbia se comporta como un dios de la maldad; en efecto, cree que puede disponer impunemente de la vida y destino de sus congéneres.
Pero muy en el fondo, allá en lo secreto de su corazón, no es otra cosa que un resentido, una especie de niño-viejo, asustado y cobarde. He dicho en otras lecciones que nadie mata a nadie por valentía sino (casi siempre) por prevención o paranoia.
Además, ha heredado de Caín la marca de los malditos, y, por ende, cargará con el peso del dolor que ha causado en el prójimo. Así lo llamen “señor”, él sabe muy bien que por los crímenes cometidos ya no merece pertenecer a ese colectivo espiritual denominado humanidad. Es así que en la escala evolutiva de la consciencia, está por debajo de las bestias.
Los animales matan por instinto de supervivencia; pero un asesino mata, unas veces por odio, otras por miedo, y siempre por ignorancia o inconsciencia. El poeta uruguayo Mario Benedetti dijo de él: aunque nadie te mate sos cadáver, aunque nadie te pudra estás podrido.
Tengan presente: si el homicida calculara el inmenso sufrimiento que desencadena en las familias; si entendiera la deuda que contrae con el Universo; si considerara el daño que se hace a sí mismo; si midiera las consecuencias espirituales, cósmicas, energéticas y biológicas que atraerá sobre su existencia… la ley causa-efecto lo perseguirá a muerte. Si el criminal entendiera… pero no entiende porque sufre la peor de las cegueras: la ceguera espiritual o ignorancia.
Ojo-cuidado-peligro: usted y yo, todos somos asesinos en potencia. Se hace necesario estar vigilantes. Por ejemplo, en un momento de ofuscación podemos desencadenar una tormenta de la que nos vamos a arrepentir el resto de la vida. También hay que tomar distancia con aquellos individuos que de manera explícita o implícita incitan a la violencia.
En los tiempos críticos que corren nadie debería decir: de esta agua no beberé. Si no observas tus pensamientos, eventualmente podrías convertirte en un vil delincuente. ¡Vigilad!, repito, vigilad, pues el fanatismo, el caudillismo y la intolerancia política generan estados alterados de la consciencia… el resto ustedes se lo podrán imaginar.
En las antípodas de está coyuntura, están o estamos los que podríamos ser asesinados. Esa posibilidad debemos asimilarla poniendo bajo control el miedo y la paranoia. En un mundo prácticamente fuera de control es mejor ser realista: por todas partes soplan vientos de guerra.
A pesar de tanta beligerancia soñemos con la paz. Por eso, de cara al lenguaje bélico y las actitudes violentas, invoco el pacifismo luminoso de los grandes maestros espirituales. Verbigracia, Sócrates afirmó: es mejor sufrir una injusticia que cometerla.
Desde otra perspectiva: hoy por hoy es urgente observar. En este sentido, podemos canalizar o sublimar para transmutar nuestra energía oscura. Por ejemplo, ayudan en la catarsis: el arte, el erotismo equilibrado, la filantropía, la solidaridad, la meditación; etcétera, pues son herramientas para iluminar la oscuridad del inconsciente.
Todo esto va en contravía de una sociedad que propone el instinto de muerte (tánatos) y no la sana convivencia o tolerancia. En contravía a un mundo que promueve la competencia desleal y la comunicación incendiaria.
En contravía respecto a quienes se lucran del negocio redondo de la muerte. Tan es así, que el mundo está diseñado para que triunfe el corrupto, el violento e inescrupuloso. Propongo un pacifismo crítico en oposición a los gobiernos que premian al delincuente y venden la muerte.
Termino mi reflexión con el aporte del genial pensador Emil Cioran: si todos los que matamos con el pensamiento desaparecieran de verdad, la tierra no tendría ya habitantes. Llevamos en nosotros un verdugo reticente, un criminal irrealizado. Y los que no tienen la audacia de confesar sus tendencias homicidas, asesinan en sueños, pueblan de cadáveres sus pesadillas. […] nunca hubo un ser que no desease – al menos inconscientemente la muerte de otro ser. Cada cual arrastre tras de sí un cementerio de amigos y enemigos.
Posdata: próxima lección… El mejor de los orgasmos.