¡Pucha!: uno ya no sabe qué camino tomar. Cada día estamos peor en esta Colombia de los dos mares y la gente más alegre del mundo, según dicen.
La noticia ha caído como una bomba: los moteles están pasando por su peor momento y hasta «podrían desaparecer» por la situación económica que hay en el país.
De acuerdo con un reciente comunicado de Hotelco, aseguran que «están en la mala»; tras la pandemia del Covid-19.
Los propietarios de estos sitios de diversión amorosa no han logrado «enderezar» sus finanzas y los moteles ya muestran a sus propietarios números en rojo, es decir, que el amor es más lo que baja que lo que sube.
Según los quejosos —no ellas y ellos que van a los moteles—, argumentan que son varias las causas de esta debacle: en primer lugar, la inseguridad en las ciudades, nadie quiere arriesgarse a un atraco por estar de “pipiloco”; y, por otro lado, la situación económica, el desempleo y eso que tiene nombre como de culebra al acecho: la espiral inflacionaria, ya no permiten que los amantes se echen una canita al aire, o mejor una moteliadita.
A propósito un poco de historia no viene mal. El motel, acrónimo de motorist hotel (Vocablo formado por la unión de elementos de dos o más palabras, constituido por el principio de la primera y el final de la última) es un alojamiento característico de las carreteras, un lugar para descansar en un viaje largo. Proliferaron a lo largo de las rutas que cruzan los Estados Unidos y los conocimos gracias al cine.
Pero en Latinoamérica, ¿quién dijo descanso?, los convertimos en el sitio preferido para encuentros sexuales; pero no para encuentros sexuales de esposos o algo parecido; no, señor, lo destinamos a encuentros de novios, amigos, amantes, prostitutas, compañeros de trabajo y ponga una seguidilla de etcéteras; y de paso le designamos a su uso un verbo justo, preciso y determinante; «moteliar».
Aseguran que en Colombia hay unos 3.400 moteles que dan trabajo a unas 10 mil personas y por eso los propietarios de estos establecimientos están pidiendo a gritos «ayuda de los ciudadanos» para recuperarse un poco luego de la crisis económica que encerró a los y las amantes en sus hogares dejando a los moteles sin clientela. ¡Maldito virus!
Los propietarios de los moteles están pidiendo ayuda al gobierno para recuperar su economía, pero a mí no me cabe en la cabeza como diablos van a ayudar, bueno, si me imagino cómo, pero, allá ellos que saben hacer sus cosas.
También están invitando aunque sea a los casados: «Si tienes tu pareja reciente o matrimonio de muchos años, puede ser una oportunidad de innovar. Siempre los moteles están a la vanguardia de estar decorando, hay diferentes espacios y ambientes", dijeron. Pero no creo que uno con la casa y la camita a disposición esté dispuesto a gastarse barato, barato, entre 150 o 200 mil pesos, dependiendo de la decoración del motel.
Esto me hace recordar una anécdota que le escuché a un amigo alguna vez que pasamos por Juanchito donde abundan los moteles.
—Sabías, me dijo, que a esta vía la llaman la calle de los locos
—Y eso por qué, pregunté curioso
—Porque usted ve gente manejando y hablando sola y lo que sucede es que van diciendo: “estese agachada, no saque la cabeza aun hasta que pasemos el puente de Juanchito”.
El que entendió, entendió.