Alejandro Gaviria aceptó la propuesta de ser su ministro de Educación a sabiendas que no terminarían sus cuatro años de mandato. Sin embargo, no pensó que el ensimismamiento del mandatario, reflejado en cada consejo de ministros. Por eso apenas duró cinco meses en el cargo de ministro de salud. En esta conversación se ve el gran fracaso del presidente en más de un año de mandato: la incapacidad de traicionar sus ideas de lucha para el bien común.
Juan Manuel Ospina: Alejandro tiene una historia amplia en la academia, en la vida pública y hasta hace pocos meses fue el ministro de Educación de Gustavo Petro, así que no me detengo ahí. Así que arranquemos. La razón que me llegó a invitarte a esta conversación fue la lectura de su libro La explosión controlada que ver con su experiencia como ministro de Gustavo Petro.
Aquí no se trata de ponernos a hablar bien o mal del presidente. Danos unas pistas para entender a Gustavo Petro; para muchos colombianos es un gran enigma, para algunos un enigma que adoran y para otros que asusta, pero no deja de ser enigmático. Hasta donde Petro era una etapa necesaria que debe recorrer este país.
Alejandro Gaviria: Hay dos temas Juan Manuel. El enigma de Petro que pasa por su personalidad política y lo otro es el momento histórico de lo que representa Petro. Hace 20 años Marco Palacio decía que si no hubieran matado a Gaitán de pronto la historia de Colombia hubiera diferente, menos violenta. Lo veo como una figura inevitable y lo digo en el libro, nosotros los del Centro político, y hemos cavilado sobre nuestros errores, pero en el fondo nada que hubiéramos hecho distinto habría cambiado el resultado de esa elección. Recogió un momento político, ese hastío sobre el establecimiento, había un estado de opinión en el país y Petro logró articular eso, supo leer el momento.
Yo recuerdo como precandidato presidencial oyendo sus discursos con atención y decía algo que era muy sencillo Colombia no tiene paz porque no tiene derechos y no tiene derechos porque tenemos corrupción en la política y neoliberalismo –que viene por allá de los años 90-. Y eso que era una simplificación, se volvió un discurso que fue eficaz. Yo terminé haciendo parte del gobierno Petro porque yo veía que eso podía ser bueno para la democracia colombiana; que el articulaba ese descontento; que para muchos colombianos era una ilusión de cambio y ellos que no confían en el Estado, en la democracia colombiana, pero al estar confiando en Petro le estaban dando el beneficio de la duda a nuestras instituciones. Y esa la explosión controlada.
Juan Manuel Ospina: Lo de Petro hay que mirarlo en contexto como parte de un proceso de construcción de este país. A veces en su discurso Petro no acepta que este es un país en construcción y uno ve alma de Bulldozer y eso es uno de los problemas porque por ahí tampoco es la salida.
Alejandro Gaviria: Me parece muy interesante que tú lo veas así. Porque viene esta historia política. Yo me reuní por primera vez con Petro en abril del 2021, estábamos saliendo de la pandemia, él había tenido un covid muy fuerte, en Florencia y él me dijo algo interesante. La campaña presidencial estaba calentando motores, muy en ciernes. Y él me dijo para gobernar a Colombia se necesita una alianza entre el progresismo y el liberalismo.
JMO: Se refería al partido a una visión liberal.
AG: La visión liberal entendida como el reformismo democrático. Era como darle al Bulldozer un poquito de cordura. Y yo siempre creí que Colombia entraba en una transición. Aquí hay un mundo que se está agotando y otra que hay que construir y yo en ese gradualismo que busca consensos y esa impaciencia que mostraba Petro por construir un país distinto, yo siempre creí que podía jugar un papel aportando ideas. Y sabía que esa historia política tenía fecha de vencimiento y cuando me preguntaban si iba a durar cuatro años, yo decía que no. Pero no pensé que iba a ser la historia que fue, porque la historia que fue, fue la de un fracaso. El fracaso de un gabinete plural, de un gobierno de coalición; el fracaso de decir vamos a buscar cierta flexibilidad y vamos a llegar a acuerdo y yo terminé saliendo por esa idea inicial de Petro de juntar dos visiones diferentes del cambio no funcionó y yo creo que Colombia está viviendo un momento difícil porque no sabemos esto para donde va.
JMO: Yo creo que Petro enfrenta una situación compleja políticamente hablando, el camino de gobernabilidad con el que se introdujo lo reventó él mismo; lo que tu estas anotando, lo hizo implosionar y ante eso le quedan dos alternativas o radicalizarse y olvidarse de buscar un acuerdo y entonces hay viene el Petro de la plaza pública, el Petro del balcón, el Petro muy fuerte y empezar a decir que no me dejan gobernar y él tiene por allá una vocación de mártir o la otra que es decir, maestros hay unos acuerdos por hacer y la verdad estoy convencido que el país entiende que se necesitan unos cambios grandes.
AG. Sin duda.
JMO: Yo incluso me atrevería a decir, trabajemos a partir del listado de cambios que plantea Petro, y sobre esa base juntémonos. Hagamos el manido pero necesario Acuerdo nacional y ahí veo que él está manoseando otra vez esa idea, como lo ves.
AG: Lo siento igual. Una especie de ambivalencia o ambigüedad. Habla de acuerdo nacional, pero con sus declaraciones parece cerrarle la puerta. Habla de acuerdo nacional, pero para mí tiene una pretensión que resulta imposible y es que cualquiera que se suma tiene que ser notario de sus ideas; de su programa inicial. Uno simplemente entra al acuerdo y hace un contrato de adhesión, y así no le va a caminar mucha gente. Habla de acuerdo nacional, pero yo no he visto que su ministro haya mandado un mensaje político claro que diga vamos a reconstruir esta vaina, vamos a reunirnos con los partidos para negociar, en el buen sentido, algunas de las reformas, que implica introducir ideas de otras corrientes políticas.
El miedo que tengo es que, en esa ambivalencia, veo que el Presidente Petro su personalidad política, su ideología parece estar mucho más tranquila en construir un relato, una narrativa de que aquí hay una conspiración, una alianza entre los grupos económicos, los medios de comunicación y los partidos tradicionales para no dejarme gobernar. Habla de acuerdo nacional pero el relato victimizante, paranoide en algunas dimensiones empieza a primar y lo que vamos es a tener una pugnacidad permanente, superpuesta en lo que a mí me gusta llamar inacción destructiva. Pugnacidad y no se hace nada, y este país si necesita cambiar. Entonces va a haber una frustración, cuando termine el gobierno en el 2026 lo que va a quedar es un país crispado, políticamente polarizado con sus reformas aplazadas. Y eso no es bueno para Colombia.
JMO: Y abriéndole la puerta a eso que llaman la derecha que está ahí, esperando. Entre más se enrede Petro más perspectivas favorables tiene.
AG: Y si a eso le sumamos un escenario complejo en los temas de seguridad, la pérdida de control territorial y un fracaso de la paz total. La Paz Total no se ha definido bien, pero tiene varios elementos, como la paz varios con grupos armados, muchos de ellos ni siquiera con intenciones o pretensiones políticas. Pero además la paz total pretende hacer una intervención sobre las causas de la violencia, la paz grande la llamaban antes. La paz que elimina las causas subjetivas, y que de alguna manera erradica el narcotráfico y algunas de las actividades ilegales. La paz con todos, que elimina todas las causas y que acaba con el narcotráfico eso es una quimera.
JMO: Y las quimeras a que conducen.
AG: Yo lo llamo utopía regresivas y es cuando la búsqueda de un ideal conduce al retroceso paradójicamente, y ese es el temor que yo tengo. Cuando se tienen objetivos maximalistas muy grandes y se reitera varias veces se terminan exacerbando los problemas. ¿Qué tal buscar una paz gradual?
Entender las complejidades del narcotráfico y en las últimas semanas ha dicho que la demanda de cocaína viene disminuyendo y entonces el narcotráfico está yéndose para el sur del continente y eso es carreta. Esta semana hizo una declaración desde Costa Rica sobre los migrantes del Darién, una declaración general como si no fuera presidente; esas visiones tan panorámicas, tan por allá, que plantean grandes objetivos cuando el gobierno no está haciendo nada para resolver ese problema. Se requieren soluciones concretas para problemas concretos y dejar de echar tanta carreta (…)
Y ahí fue donde yo no pude estar en el gobierno. Esas dos visiones, esas dos personalidades políticas, esos dos temperamentos no pueden conversar (…)
JMO: ¿Es imposible aterrizar los discursos con Petro? Me resisto a pensar que hay fuerzas que quieren que este país no cambie, creo que hasta la derecha quiere que haya cambios, hay que hacer el acuerdo sobre lo fundamental del que hablaba Álvaro Gómez.
AG: Este país está lleno de fuerzas reaccionarias, pero hoy son minoría; el país quiere cambiar. Pero se necesita método. En algunos aspectos específicos el Presidente tiene la voluntad en temas de reforma agraria, tiene la voluntad de tener una política distinta contra las drogas, tiene la voluntad en alguna de las reformas sociales, incluida la pensional y la de salud; tiene la voluntad en la educación, que yo viví, e incluso ha puesto la plata, allí están los presupuestos. Pero cree que las transformaciones en educación se hacen con infraestructura, abriendo sedes, y eso puede terminar en una colección de elefantes blancos.
JMO: Yo podría ser teleológicamente Petrista, en lo que apunta podemos estar de acuerdo. Como hemos dicho aquí, necesitamos una reforma en educación, pensional, de salud, y él está reconociendo este país como un mosaico de diversidades distintitas, pero eso quedó sólo en el Plan de Desarrollo.
AG: Simbólicamente el presidente ha dicho cosas ciertas, los ministros que no ha nombrado, reconocer que este país ha vivido de espaldas a muchas historias, reconocer el olvido de negritudes, de indígenas y en eso el presidente tiene razón, pero el presidente no puede quedarse en el discurso grandilocuente, a diez mil pies de alturas. Este libro habla del gobierno del cambio y cuál es la teoría del cambio del gobierno y yo creo que él tiene dos teorías de cambios en su mente: una es que él es capaz de articular una visión y eso es un gran paso en el cambio y la segunda, que está metida en su historia política, en su historia de militancia y es que el cambio implica una lucha contra unos poderes paralizantes y él da esa pelea de manera retórica muchas veces pero le hace falta la otra parte: la parte de las políticas públicas, la parte de la construcción de consensos, de armar buenas reformas, de enterarse de los problemas, de tener un gabinete funcional, la parte de administrar el estado.
JMO: Esa visión maniquea, de víctimas y victimarios, es finalmente la que paraliza para poder tomar los avances en los acuerdos, de sentarse en la mesa con los enemigos para llegar a consensos. Es posible llegar a acuerdos
AG: No soy sicólogo, pero viendo al presidente en un consejo de ministros y era muy difícil no verlo como una figura casi trágica; encerrado en sus dogmas, encerrado en esas luchas políticas que él considera necesarias, pero al mismo tiempo consciente de que él tiene que dejar esos dogmas y que traicionarse un poco si quiere cambiar; tiene que lograr el acuerdo hablando con los distintos. Para ser el presidente del cambio, él mismo tiene que cambiar, pero como el no resistiera mirarse al espejo y decir yo traicione mis luchas del pasado.
JMO: No resiste decirse: me traicione a mí mismo.
A.G: Como si esa fuera la imagen a la que él rehúye de manera permanente, pero si se apega a esa imagen, no va.
JMO: Uno piensa que a veces lo rondara una idea de martirio, me inmolo por unas ideas que no me las aceptaron no me las entendieron.
AG: una persona que lo conoce bien, me lo decía: prefiere la muerte a renunciar a esos principios.
JMO: Él está muy enamorado de su proyecto, de su historia, de como se ve a sí mismo.
AG: Si. Y tiene que dejar eso atrás. Pero no es capaz. Por eso yo hablo en este libro de la encrucijada del líder que prometió el cambio.
Aquí la conversación:
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