En Colombia la palabra “Paz” es un oprobio. Algunos renuentes, la definen por antonomasia como una caricatura de la Utopía, sin embargo, esa Paz de diálogos en la Habana, esa Paz que nos cuesta impuestos; traducidos en la manutención (nada austera) de algunos sacrosantos - dialogantes que representan los intereses bilaterales de la aristocracia centenaria del país y las mentes criminales que con tan inefables horrores han cubierto a la nación desde hace décadas, esa Paz que fue la herramienta mediatizada y plausiblemente demagógica que le dio la reelección al santo presidente Santos, esa Paz: es un oprobio a la esperanza y a la libertad del pueblo.
Es una grosería porqué ofende. Porqué la usan en medio de un discurso acalorado pero ruin. Dicen por ejemplo; que el desarme de los grupos guerrilleros es menester para alcanzar la Paz. Una cosa es el desarme; escenario en que se abandonan las armas, mas no existe la seguridad de que sean eliminadas de la ecuación del conflicto. ¿Quién asegura que esas mismas armas no causen más bajas por balas perdidas o que las Bacrim o los sicarios no las compren a “precio de huevo” cuando las guerrillas, en medio de la premura demente busquen un nuevo mejor postor, para conservar el “último” resquicio rentable de su parte en esta guerra?
No debe haber un desarme, debe haber una entrega real de las armas. Sin embargo, bien alegaran algunos, que esta propuesta podrá pasar por inocente y tienen razón, más aún cuando hemos visto el despotismo nada ilustrado de la policía nacional agrediendo agricultores inocentes y estudiantes inconformes. Nadie nos asegura que los que tienen las armas para proteger al pueblo, no nos mancillen con ellas. Pero esto, es solamente una dimensión del proceso, en el que todos somos participes.
Vargas Vila, se pregunta en La Republica Romana: “¿Cómo esperamos pues, con esta pedagogía de esclavos, hacer generaciones de hombres libres?” y es precisamente un abismo en el uso del lenguaje lo que ha hecho de Colombia una nación violenta. Cuando a un niño se le dice, se le enseña, que aquel que no tiene estudio no sirve: “ni para barrer calles” estamos generando un dialogo violento que repercutirá en la forma en la que el niño entiende el mundo y lo construye a partir del lenguaje. ¿Dónde queda entonces, el reconocimiento de la propia humanidad en el otro, cuando lo rechazamos y lo violentamos de esta manera? ¿Dónde está la Paz en esta vil pedagogía de la esclavitud?
Nos quejamos luego, de los ambientes altamente violentos y sexuales de los medios de comunicación y la publicidad. Cuando no le hemos dado al niño las herramientas para defenderse e interpretar el mensaje desde una lectura crítica. Menospreciamos las habilidades del niño y constantemente caemos en el error de pensar, qué cuando crezca, éste no recordará nuestras faltas o en el caso más común, lo entendemos como un proto-hombre, con el único fin de llegar a la mayoría de edad para desarrollar su intelecto.
“Paz” en Colombia es una grosería cuando la usurpamos para cubrir nuestra indiferencia por nuestra realidad inmediata, cuando los presuntos diálogos son la fachada de una estrategia política. En conclusión La Paz no será posible hasta que el cambio comience en el hogar, en la educación y una declaración humanista de respeto, tolerancia y caridad por el prójimo.
