Comencemos diciendo que hay poderosas, orgullosas y belicosas élites que sueñan con pescar en océano revuelto luego de una última locura global.
Tienen entre ceja y ceja, en su enajenación, ganar el posible tercer encontronazo mundial a punta de uranio, TNT y plomo. Y así apoderarse de lo que de vaina podría quedar.
A lo sumo unos mal contados recovecos subterráneos donde unos pocos humanos sobrevivirían como ratas o cucarachas. En la superficie, lo más seguro es que no quede piedra sobre piedra.
Digamos que pasaría algo parecido a que les sucedió a los automovilistas en la película El mundo está loco, loco, loco, de 1963, con el inmortal Jerry Lewis y otros actores ―entre ellos, los Tres Chiflados―, quienes en pleno viaje por carretera se enteran de la existencia de una gruesa suma de dinero que fue oculta por rateros taquilleros de un banco, billuyo contante y sonante oculto por los asaltantes más adelante del camino y a la espera que lo ganase el afortunado que primero la encontrara. De una, los conductores y sus acompañantes se lanzan frenéticos en pos del tesoro mal habido.
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A manera de cuota inicial del conflicto orbital del que hable antes, hoy tenemos una irracional guerra ―sí, sí, ya sé: todas las guerras son insensatas― en Ucrania, por lo que las prepotentes potencias atómicas pisaron el demencial acelerador en cuanto a la producción desequilibrada de armas nucleares y convencionales. Y la cereza del pastel: Estados Unidos, en total vesania, aumenta al por mayor la venta de pertrechos a la grillada dirigencia de la isla Taiguán, como si la China continental fuera un muñeco pintado en la pared.
En esta compungida faz de nuestro planeta Tierra, hay más de un majareta al que se le han corrido las tejas.
Puedes ver Afganistán, donde las mujeres regresaron a la Edad Media y, si hay que sincerarse, muchas pasaron al esclavismo bajo el tronado régimen atarván del talibán.
El continente africano parece que se convertirá en un nuevo teatro de operaciones bélicas este-oeste. Grandes industrias contaminadoras aumentan más y más y más las emisiones de CO2, atizando al máximo el daño climático.
Una dictadura ultraderucha sigue con su revolú en el Perú. En Argentina, en las elecciones primarias presidenciales, triunfa un tipo que tiene unos chalados ojos que los desorbita como los de los personajes orates de Condorito; al man lo apodan Adolfito por sus irascibles arranques ultra-facho-hitlerianos. La atolondrada oposición mejicana delira con ganarle a Morena las presidenciales del año próximo.
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Vale mencionar, antes que se nos pase, a personajes histérico-históricos. Doña Juana La Loca, cuyo marido murió y ella siguió besando el cadáver en el mismo ataúd, por largas semanas. Rasputín, El Monje Loco, que en la práctica mandaba a la par del zar Nicolás II. Calígula, el emperador chalado romano, que escogía espectadores al azar en el Circo Romano y ordenaba a los soldados que los tiraran a los leones.
Nerón, otro césar, ejecutó a su propia madre, Catalina, y a su hermanastro Británico. Iván El Terrible, quien ordenaba masacrar a todo el que lo mirara mal. Y agreguemos a Hitler, Atila, Jack El Destripador y etc., porque la lista de los malandros villanos es más larga que la de los héroes santos.
Y para terminarte el cuento, en Locombia la oposición se ha desquiciado. Héctor Abad, escritor alienado, se fue al frente ruso-ucraniano a ver si era verdad que se estaban tirando traquitraquis, y regresó chamuscado. Los congresistas retrecheros se están haciendo los alunados y vista gorda ante las propuestas de reformas presentadas por el Gobierno.
Hay uno de apellidos algo así como Loco Loco. Hay una, creo que de apellido Falencia o Violencia, que cometió la herejía de descarar el rostro clásico del Sagrado Corazón de Jesús en un cuadro de su mansión. Otra está fuera de cabales, así con el apellido presuma cordura. Les hace juego una revistucha deschavetada que a toda hora tira mentirillas craneadas por cerebritos y cerebrutos de su staff.
Y le hacen eco, como parlanchines loros domésticos, el resto de medios que sabemos. También hay otros opositores, traquetos y guerrillos maniacos, muchos en proceso de reconversión, rehabilitación o recuperación. Creo. Al parecer. Quién sabe si será cierta tanta belleza.
Como si lo anterior no fuera suficiente, esa gente “de bien” incita a un “golpe blandongue”.
Tal parece que no han aprendido la lección.
¿Y los cuerdos? Nos tachan de lunáticos, comunistoides, expropiadores.
Obvio, en el saco meten a Petro.
Para terminar esta paranoia, debo decir que, en el colmo de la esquizofrenia, un grupúsculo de energúmenos ―a quienes se les han soltado uno que otro tornillo―, exigen que al presidente le hagan un examen psicológico-freudiano-psiquiátrico-loquero.
En definitiva, aquí hay más perturbados que verdolaga.