Un rápido viaje a la ciudad de la eterna primavera
Opinión

Un rápido viaje a la ciudad de la eterna primavera

No puedo olvidar el paraíso de Guatapé y su piedra gigante, un paisaje que todo colombiano debiera visitar en su vida

Por:
agosto 24, 2023
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Estuve en Medellín, una ciudad encantadora, aunque estaba lloviendo con frecuencia. Sabía que ella la había visitado unos días atrás y me imaginaba rastreando su aroma por las avenidas. Y de verdad lo sentí, todo el tiempo estuvo a mi alrededor. En el aire de la ciudad, que es tibio, fresco, semejante al de un jardín. De hecho, hace pocos días terminó la feria de las flores. El clima de eterna primavera seguro tiene que ver con su celebración.

La tarde de mi llegada estuve en el centro comercial Santa fe, en cuya plaza central se levantaban las esculturas coloridas de tres loros gigantes, en lo que me pareció la recreación de una familia de padre, madre e hijo. El más grande portaba una corona sobre su elegante cabeza. El amarillo fuerte, alternado con el rojo vivo y el blanco de sus adornos semejantes a pétalos, así como los enormes ojos negros que exhibían los tres transmitían una calurosa bienvenida.

A sus pies se extendía una enorme alfombra de plantas florecidas de diversos tonos que hacían pensar en el trabajo meticuloso que debió envolver semejante exhibición. Ocupado como me hallaba en otros asuntos, no tuve tiempo de averiguar a quién se debía el mérito, pero sin duda que sus diseñadores y ejecutores merecen todos los aplausos. Debía cumplir con diversas actividades, por lo que no tenía mucho tiempo para el turismo.

Dentro de ellas estaba visitar a Leidy, la escolta de la que escribí semanas atrás, quien en un trágico accidente en Llano Grande, Dabeiba, perdió al mayor de sus hijos y quedó reducida a una cama, a la espera de numerosas cirugías. Pensé que por encima de todos los pesares la vida es hermosa. Lo constaté en su rostro iluminado por una bella sonrisa, en su ánimo dispuesto a enfrentar las batallas que vengan, en el amor familiar que la rodea.

No la ha tenido fácil. La atención médica ha sido ganada a pulso, con derechos de petición y tutelas que por suerte han fallado en su favor. No obstante, cada examen que debe realizarse es un nuevo obstáculo a superar, un reto para sus padres y tías, que no pierden su carácter guerrero. Una de ellas, que dirige un proyecto humanitario de desminado, se apresta a continuar con el trabajo en Urabá, luego de que las obtusas disidencias presionaron su salida del Caquetá.

Es la vida que llevamos. Uno de mis escoltas, hijo de una excombatiente, quiso aprovechar su viaje a Medellín para ir a visitar a su familia de crianza. En las FARC resultaba imperativo y normal que las guerrilleras tuvieran que entregar sus hijos recién nacidos a algún pariente o conocido que se hiciera cargo de ellos. De los dramas humanos que envolvía aquello se ha escrito poco. Resulta más provechoso escandalizar contra la paz usando el emotivo tema de los abortos.

Me encantó presenciar el reencuentro del muchacho con sus padres adoptivos, de los que más tarde también estuvo obligado a separarse. No se puede negar, el amor es la fuerza que mueve el mundo, el sentimiento que produce las cosas más bellas, como ella. Lo vi en la inmensa alegría de esa madre de crianza, orgullosa al ver hecho un hombre sano y de trabajo al niñito delgado y callado que adoptó con sigilo un día.


Quería conocer la Comuna 13, así que el domingo por la tarde concurrí al tour del grafiti, un espectáculo maravilloso de miles de personas transitando por el largo corredor que sube a la cima


Quería conocer la Comuna 13, así que el domingo por la tarde concurrí al tour del grafiti, un espectáculo maravilloso de miles de personas transitando por el largo corredor que sube a la cima, en el que a lado y lado comercios populares de bebidas, comidas, ropas, artesanías y souvenirs invitan con música alegre a ingresar a ellos, al tiempo que grupos de muchachos de la barriada realizan exhibiciones de bailes modernos con singular maestría.

Hay calor humano, confianza, un ambiente cómplice con la figura de Pablo Escobar, personaje presente en todo el recorrido por los afiches, recordatorios, frases y adornos de él que se venden masivamente. Hasta un modelo que se le parece cobra diez mil por retratarse a su lado. No veo maldad ni perversión en ello, más bien cierto sentido práctico de supervivencia. ¿Qué otra alternativa de vida les brinda esta sociedad?

En el embalse del Peñón Guatapé, a 75 kilómetros de Medellín, se pueden observar, desde la lancha que hace el recorrido por el lugar, la ruinas de lo que fue otro lujoso complejo de Escobar. Parecen decirnos que el mal no paga, y que todo cambia, aunque quizás hagan parte desde ahora de la arqueología colombiana, como la Hacienda Nápoles en Doradal. Vestigios de un pasado que nos marcó como nación, sin remedio.

No puedo dejar de exaltar el paraíso que significan Guatapé y su piedra gigante. Un paisaje que todo colombiano debiera visitar en su vida. Una pequeña pero fascinante Suiza paisa.

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