Cada 5 años viene a Colombia y se la vive diseñando las mansiones y hoteles más exclusivos del mundo. Así es la vida de Óscar Llinás, el bogotano que un día y por accidente cambió su vida por completo. Ahora solo usa ropa de marcas exclusivas y costosas y es reconocido en el medio cómo uno de los mejores diseñadores del mundo.
Sin duda su éxito lo precede, pues su familia está llena de genios. El primo de su padre era el neurocientífico Rodolfo Llinás y también tío del cirujano ortopedista Adolfo Mario Llinás Volpe. Gracias a esto tuvo grandes influencias de la medicina y primero, escribió un libro sobre el sida llamado ‘Aprender a vivir’ en el año 1994.
Sin embargo, su gusto por el arte siempre fue más fuerte, incluso en su niñez, admiraba los murales, vitrales y retablos del Santuario de Nuestra Señora del Carmen. Algo que nunca se borró de su mente. Nació un 15 de abril de 1948 en Bogotá, justo en los días en que sucedió la tragica muerte de Gaitán.
Se fue a Estados Unidos y vendía pizzas, lavaba pisos, pero el arquitecto estadounidense Robert Bilkey, quién era su vecino en Los Ángeles, para su suerte trabajaba nada más y nada menos que como jefe del departamento de diseño interior de los hoteles de la compañía Arch Systems.
Un día confió en él y lo retó a que diseñara una suite del Hotel Sands de Las Vegas. A la revista diners, Llinás contó: “La persona que seleccionaba materiales se enfermó y decidió reemplazarla conmigo. Me pagó cinco dólares por hora, que estaba bien para 1974. No me imaginaba que viviría del ‘concepto de arte’ porque ¡era la materia en la que peor me iba en la universidad!”, afirmó. A partir de ese momento su camino hacía el diseño se formó.
Sus obras son lo más impresionante de su carrera, en el 2003 diseñó el Grand Hyatt de el Cairo, por encargo de un príncipe de Arabia Saudita, con un lobby que tiene vista al Nilo.
Después, antes de las Olimpiadas de 2004 construyó el Hilton de Atenas, inspirado en los espartanos con mármol blanco de lujo.
Pero sin duda la que él considera su gran obra, es el Grand Hyatt de Hong Kong, este tiene un diseño chino que parece sacado de película. Se centró en los edificios chinos de 1925 de estética art déco francesa.
A día de hoy ha diseñado más o menos 230 hoteles de lujo en el mundo y su imperio ha sido todo un éxito. En 1989 tenía seis empleados, pero ahora son más de 140. A sus 68 años se ha convertido en un hito del arte de interiores y sus proyectos se siguen expandiendo.
Su éxito no solo es resultado de su paciencia y talento. Su filosofía budista lo convierte en un hombre muy sensato. Pues ha revelado que no está acostumbrado a que le gente le sirva, cree en la reencarnación y sabe que en otra vida él podría ser quien hace esas cosas. Además, no siempre vistió de Versace, Shanghai Tang o Dolce and Gabbana, de hecho vestía muy informal.
Pero hace mucho tiempo, estaba en la primera clase de un avión y entró el dueño de uno de los hoteles que diseñó en Hong Kong y lo miró despectivamente de arriba abajo. Desde ese día decidió vestirse de otra forma y cambiar un poco su aspecto pues noto que la primera impresión es muy importante y no hay más oportunidades. Es claramente un hombre muy modesto que ha llegado bastante lejos pero no olvida quien es o de donde viene, ni olvida que algún día también lavo platos antes de que la vida le diera otra oportunidad.
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