Por décadas la caficultura fue el eje de la economía colombiana. Como bien lo señala Marcos Palacio en sus investigaciones, desde finales del siglo XIX, el café se extendió como cultivo principal de la agricultura nacional propiciando la constitución y preponderancia de los comerciantes exportadores (Ver https://www.redalyc.org/pdf/600/60029083017.pdf ).
Fue el líder liberal Rafael Uribe Uribe uno de los principales promotores de los cultivos de café (1906), que posteriormente caerían en manos de núcleos conservadores, la base de una prospera burguesía de comerciantes, ubicados en el área de los negocios internacionales. Dicha franja de comerciantes tenía su asiento en el antiguo Caldas, en Antioquia, Tolima y Cundinamarca, siendo la base de connotados dirigentes políticos reaccionarios, asociados con el ejercicio de la violencia y el magnicidio de Gaitán.
Esa fracción oligárquica impulsó la organización de la Federación Nacional de Cafeteros (1927), un potente gremio privado que retuvo para si el manejo de los tributos a las exportaciones liquidado con una cifra a cada libra vendida en el mercado internacional; dineros que se concentraron en un Fondo Nacional del Café, que por convenios con el Estado es administrado por la Federación de Cafeteros.
La Federación de Cafeteros ha dispuesto de sumas millonarias de dinero, especialmente en las épocas de la bonanza cafetera. Su organización y estructura burocrática ha dado pie a un Estado paralelo con su propia diplomacia en otros países.
La pirámide de esta entidad es la expresión de grupos minoritarios que se aprovechan de los privilegios otorgados por el gobierno, desconociendo a miles de pequeños y medianos caficultores que han aportado a la riqueza nacional con su trabajo y sacrificio, desmintiendo la propaganda y las campañas mediáticas de los directivos.
Esos campesinos han sido las víctimas de varias de las crisis cafeteras en los últimos 20 años y seguramente lo serán en una crisis que ya está estallando debido a que el precio internacional cayó de 2,03 dólar por libra el 19 de abril de 2023 a 1,55 el 19 de julio; el precio del dólar, la otra variable clave, se revalúa alrededor de $4.000, y la producción, rezagada por falta de apoyo para renovar los cafetales, cayó en cuatro años de 14 a 11 millones de sacos de 60 kilos. El actual precio es cercano a $130.00 pesos por arroba, debajo de $150.000, el menor costo de producción posible, aunque en cultivos agroindustriales puede subir a $170.000. Se coge sin ganar.
Por supuesto que tales crisis no tocan ni poquito a la casta que controla la Federación de cafeteros que mantiene todos sus privilegios.
El presidente Petro ha denunciado varias veces la casta cafetera que está a espaldas de los campesinos y en reciente asamblea en el municipio de Pitalito (Huila) planteó la necesidad de reestructurar ese gremio cuyo gerente liquida ingresos mensuales cercanos a los 200 millones de pesos, mientras más de 330 mil campesinos apenas si reciben 12 millones de pesos al año.
Petro ha señalado la necesidad de democratizar esa institución y los comités departamentales de cafeteros para permitir la expresión de las bases campesinas.
El presidente ha dicho que es necesario crear una Confederación de cooperativas cafeteras y ha hecho un llamado a los productores ubicados en el nuevo eje cafetero localizado en los departamentos de Nariño, Cauca y Huila, al igual que a los del Quindío, Risaralda, Caldas y Antioquia para que se movilicen y exijan la eliminación de los privilegios de la corrupta casta cafetera.
De no ser así, Petro ha dicho que el gobierno cancelará el convenio del Fondo Nacional del Café para regresar estos recursos al presupuesto general de la nación. Se trata de una medida lógica y correcta que hará justicia con más de 330 mil pequeños y medianos cafeteros que son los encargados de generar la mayor producción mensual de arábigo suave lavado, que es la variante de nuestras fincas para competir en el mercado mundial.