El tiro fue sordo, seco, contundente, entró por el lomo, atravesó el diafragma y explotó en el hígado. Antes de la más mínima reacción de cualquiera, el piloto sube a su Toyota doble cabina, guarda su Walther 9 milímetros y desde allí, gravitando en las alturas, sintiéndose dueño del mundo, le dice a Príncipe, que aún gime en silencio con sus ojos hundidos en la nada: Usted no sabe quién soy yo. Los vientos fríos han arrastrado unas voces agitadas y perdidas que vienen del sur. Príncipe apenas si escucha esas ondas insistentes que retumban en derredor, ¡tú vida es sagrada!, ¡todos somos semilla!, reclaman inútilmente. Y con ellas, un raudal de murmullos ensordecedores que exigen dignidad, respeto a los homosexuales, a los niños, a las mujeres, que no nos atropellen más, que dejen de darnos tantas flores, que no nos acribillen, que no nos apuñalen, que el día de la mujer no es mercantilismo, es recordar la brutalidad de los hombres contra nosotras, su arrogancia, su fuerza, su poder que nos aplasta.
Y mientras tanto, Príncipe siente que se va, la policía llega, detiene al asesino, me están llevando a algún lado, pero todo es borroso, las voces continúan, son justas, pero me han decepcionado, el líder de las proclamas ha dicho que la vida es humana, se ha olvidado de nosotros, que tenemos un sistema nervioso complejo que nos permite sentir el dolor, el miedo, la angustia, la zozobra del frío, del hambre y del olvido. Somos más de quinientos mil los perros abandonados, maltratados, deambulando en esta ciudad de miedo, en medio quienes hoy están reclamando la sacralidad de la vida. Casi todos morimos de hambre, frío y miseria. Yo fui un afortunado. Pero mi hermano, quien un día me recogió herido en un parque, ahora está llorando mi pérdida inminente. Aunque impreciso, veo su llanto en blanco y negro, su derrota muda, su impotencia ante mi dolor. Adiós, ya no soporto más, gracias por tu irreparable cariño.
Desde las frías tierras canadienses, yo, un ciudadano colombiano, manifiesto mi defensa por la vida, y en este caso particular, por la vida de los animales, nuestros compañeros en este efímero paso por el mundo. Es preciso recordar, que además de la humana, la vida de los animales también es sagrada.
Québec, 10 de marzo de 2015.