Hace unos años, específicamente la década pasada veíamos con gran sorpresa y gran ejemplo como Ecuador se estaba posicionando a nivel latinoamericano como uno de los países más seguros de la región, con una disminución de la pobreza y desigualdad, y con altos índices y perspectivas económicas, sin embargo hoy esa pasada y floreciente primavera pareciera que ya poco queda, al punto de afirmar que lo que se puede observar en el firmamento es un mero y decadente ocaso.
Desde hace más de un año Ecuador estaba viviendo y mostraba los primeros indicios de lo que hoy muchos analistas consideran como el ocaso ecuatoriano, por ejemplo durante el 2021 y 2022 hubo una ola de protestas por el descontento social por la subida de los combustibles y por la represión llevada a cabo a estas, por el gobierno del actual mandatario de ese país, Guillermo Lasso, en concordancia y lineal con la subida ya de los índices de homicidios, inseguridad, violencia, narcotráfico y pobreza. Cabe aclarar que la crisis social pudo tener como causa u origen la decisión del gobierno de hacer un recorte social y plan de austeridad para financiar una deuda millonaria con el Fondo Monetario Internacional FMI. Pero sin lugar a dudas la gota que reboso la copa, y que ha llevado a que se compare al país andino con la década de violencia de los años ochenta en Colombia fue el vil asesinato a manos de unos sicarios, del dirigente político y candidato presidencial a las elecciones anticipadas, Fernando Villavicencio a las afueras de un mitin político en Quito.
Este lamentable hecho para la democracia ecuatoriana fue y ha sido la punta del iceberg para mostrar una realidad innegable que hoy no solo enluta a la política del país, sino que evidencia y argumenta las preocupantes cifras, datos e índices que dejan a Ecuador como uno de los países de la región en donde más creció la violencia, el narcotráfico, la incautación de droga, el asesinato, la inseguridad, las disputas entre bandas por el territorio y la penosa afirmación de los expertos en considerar a Ecuador como el nuevo centro de acopio y distribución de cocaína del mundo, una realidad ligada a disputas por el territorio de las bandas del narcotráfico, la crisis y corrupción carcelaria, el asesinato de dirigentes políticos como el alcalde de Manta, Agustín Intriago, y la constante ola de inseguridad en las calles de las principales provincias, sobre todo portuarias, como el puerto de Guayaquil, Manta y Esmeraldas.
No cabe la menor duda que todo lo anterior es realmente preocupante, pero aún más preocupante es que las posibles soluciones a esta crisis se ven cada vez más lejanas o inocuas. De nada ha servido según mi opinión, y las cifras que lo sustentan, que el gobierno haya declarado en más de una ocasión el Estado de excepción, toques de queda y un supuesto sin fin de estrategias para mermar una realidad que sobrepaso las capacidades de este gobierno, uno que a modo de conclusión le quedó grande continuar con la senda social y progresista por la cual se había destacado Ecuador en sus grandes épocas, tanto es así que en unos días habrá unas elecciones presidenciales anticipadas impulsadas por el mismo gobierno para darse de baja al ser víctima de su propio invento.
Lo único que se espera más allá de una cita electoral, es que la cita con el pueblo ecuatoriano llegue a buen puerto, y así el título del ocaso ecuatoriano no se convierta en una constante, sino en un pasado superado. Adelante Ecuador.