Pensaron que bastaba una sola bala, un tiro certero, un golpe de gracia a través de la ventana, Manuel permaneció sentado, con su figura incorruptible, inmóvil, eran las 9:05 de la mañana, de un 9 de agosto del año 94, Manuel salía de su casa en la localidad de Kennedy, al sur, iba como siempre envuelto entre papeles, hojas de periódico, notas, proyectos de ley, acuerdos, que eran su lanza para embestir los molinos de viento en el congreso, era senador por la UP, uno de los últimos que había sobrevivido a una década de exterminio, él mismo en el semanario Voz del que era director denunció y dedicó largas notas a los miles de militantes exiliados y asesinados desde hacía dos lustros.
Él sabía que lo iban a matar, hasta conocía el nombre de la operación: "golpe de gracia" la última estocada contra la Unión Patriótica, planeada en alianza entre altos mandos militares y paramilitares, aún así salía todos los días a crear leyes, a gritar denuncias desde el micrófono algo solitario de la oposición en el congreso, había creado el Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de Juventud y el mismo día que la bala se atravesó en su camino estaba proponiendo la articulación de Colombia a los acuerdos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para detener la barbarie.
Han pasado 29 años y la muerte sigue buscando a Manuel para acallar su voz, la avenida en la que se regó su sangre lleva su nombre, su voz se hizo eco imparable, su dignidad incorruptible se volvió ejemplo de titanes, sigue en pie y camina su legado. Cada 9 de agosto recuerda la bala a quien le ordenó salir del gatillo que con eso no bastaba, porque a Manuel lo dejaron vivo.