El calor que ya está aquí. El final de los tiempos

El calor que ya está aquí. El final de los tiempos

Habrá que continuar con la lucha individual y al menos darse un contentillo moral de que algo se está haciendo. Seguir con las campañas y en las escuelas

Por: Iván David Bejarano Celis
agosto 08, 2023
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El calor que ya está aquí. El final de los tiempos

“Razas de todos los colores, tomemos una reacción
Potencias monopolizadoras, analicen esta situación
Países tercermundistas, de brazos no nos crucemos
Acabemos pronto con esto.”

La Pestilencia

Indiscutiblemente genera pánico e inquietud reparar en ese impactante titular en periódicos, televisión y redes sociales, que, tras el bombardeo mediático de distintas noticias insólitas e inverosímiles, resalta y capta la atención sin duda alguna: "La era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la ebullición global." Esto lo dijo António Guterres, el secretario general de las Naciones Unidas. Y si lo dice él, pues son palabras mayores.

¿Qué quiere decir? Pues que ya no estamos en el cambio, el cambio ya cambió, ya no hay vuelta atrás. Ya no es un tal vez. Ahora es una seguridad. El fin de la raza humana está en su última etapa. Ya no estamos en el principio del fin, realmente estamos transitando el fin. Estamos en el final de los tiempos. 99.1.

Entonces recuerdo esa imagen apocalíptica en primera plana que vi en el periódico que arrojaron debajo de la puerta, cuando me disponía a sacar la moto para irme al colegio, y en ella se mostraba la ciudad de Nueva York abrumada por una nube intensa de humo amarillento y anaranjado que opacaba todos los edificios, con sus luces y pantallas publicitarias, las personas y los autos casi que parecían invisibles.

Era una imagen nunca antes vista en la vida real, o por lo menos yo no la había visto, seguramente sólo se ha presenciado en esas películas de ficción, o comics que presagian desoladores panoramas distópicos. Pensé en que esta fotografía fue realmente representativa para el mundo, no porque New York sea más importante que cualquier otra ciudad, o algo así, sino que representa que el fin ya está en la casa de ellos precisamente, de los que se creen importantes, los que están en el ojo y en boca de todo el mundo, los que están en el lente, los realizadores del reality.

De hecho, los más contaminadores del globo. Son ellos los que consumen más, utilizando los recursos de los demás. Se dice que ya se gastaron los recursos que estaban destinados para todo el año. Ya hay un déficit. Lo que llaman el Sobregiro Planetario.

Pero realmente es el mundo entero el que está en crisis. La Tierra está asfixiada. Se está marchitando. Si imaginamos el planeta como una caricatura escolar, ya no hay tapabocas que valga, ni careta de oxígeno que le pueda servir. Ya está agónica y estamos presenciando sus últimos estertores. O al menos, para los seres vivientes. Puesto que, desde luego, el planeta seguirá, pero las condiciones ya no serán aptas para la vida. La alarma está encendida. Alerta Roja.

¿Quién es el responsable? La pregunta es evidente, y hasta ofendería plantearla, puesto que su respuesta es obvia. Hasta el momento no se ha visto otra especie, diferente a la humana, contaminar su propio hábitat, destruyéndolo y devastándolo indiscriminadamente, sin escrúpulos. Incendiando la propia casa. Pateando la lonchera, como se dice.

Tal vez el ganado es uno de los culpables, por su generación de metano (ver Cowspiracy), pero porque el mismo humano ha dispuesto las condiciones para que existan vacas en grandes cantidades, han forzado su crecimiento y reproducción, enclaustrándolas en pequeñas celdas, en degradadas e indignas condiciones, convirtiéndolas en extravagantes mutaciones (las supervacas), bombardeadas con hormonas que, al consumirse, generan cáncer y demás enfermedades.

Y ni qué hablar de los pollos que no pueden dormir por el resto de su vida, con esas lámparas torturando su rutinaria existencia, o de los cerdos, patos, gansos, y el resto de animales que conforman el menú occidental y que llenan los abarrotados estantes de almacenes de cadena, animales repletos de hormonas que van de la granja a la nevera, por no enumerar las preferencias de exquisitez exótica del gusto oriental, un poco más inclinadas al mundo marino (ver Seaspiracy).

El dilema es grande, la destrucción es atroz. Una especie, blandiendo su supremacía sobre las demás. El homo sapiens sapiens poniendo a su disposición el resto de especies. Dominándolas, comiéndoselas o vistiéndose con ellas. La comunión de la carne. Tal cual como lo dictó Dios, el dominio del hombre sobre el resto de la vida, y el hombre muy obediente a cabalidad y conveniencia, acató el dictamen religioso, dejando entrever una voracidad rapaz, asesina y descontrolada. Enfermiza y neurótica. Innecesaria y devastadora.

¿El Niño? Es despiadado.

Desde hace décadas se ha abordado del tema del efecto invernadero y del calentamiento global. El calor oceánico, de igual manera, aumenta y esto ha generado que el fenómeno de El Niño sea cada vez más fuerte.

La Organización Mundial Meteorológica reportó que julio fue "el mes más cálido jamás registrado.", sin precedentes. Petterri Taals, secretario de la OMM, dice que hay que "Redoblar los esfuerzos para ayudar a la sociedad a adaptarse a lo que, lamentablemente, se está convirtiendo en la nueva normalidad". O sea que la distopía ya no es tan distópica y ya es la realidad.

El verano se vino con toda, con sequía, incendios y altas temperaturas. El calor extremo ya ha dejado varios muertos en Europa. El año pasado fueron “61.000 personas que murieron por el calor del verano abrasador”, según enuncia El Tiempo. ¿Cuál será entonces la cifra de este año?, pues el verano aún no ha finalizado. Y desde luego que el impacto no sólo será en las bajas humanas, sino de todas las especies, tanto animales, como vegetales, y esto también afectará la agricultura, la industria, la energía, y así mismo, la economía.

Se han registrado temperaturas de hasta 53, o 55 grados centígrados, allá mismo en Europa, en Rusia y en algunos países de Asia, como Irán, donde ha llegado a 66 grados (datos extraídos de El Tiempo). De hecho, Francisco, el influencer niño ambientalista exiliado en Europa (porque fue amenazado de muerte en Colombia), hizo un experimento en las calles de Grecia, a través de sus redes sociales:  fritar un huevo con el simple calor ambiente del sol, y sí, fritó. Le faltó echarle salecita nada más.

Y, desde luego, a causa del calor, son muy sonados por estos días los incendios en el norte. Según El Tiempo "684 focos" de deflagraciones se han generado en Canadá. Ahora, por estas semanas, es Grecia la protagonista de las devastadoras igniciones, entrando a la lista de los países que han sufrido estas consecuencias. "Más de 40.000 hectáreas" se han incinerado, con más de "600 incendios", se sigue afirmando El Tiempo.

Según el Word Resources Institute: “En la actualidad, es 5 veces más probable que ocurran olas de calor extremo comparado con hace 150 años, y se espera que aumente su frecuencia a medida que el planeta continúa calentándose.” Si se siguen las cifras siempre existe un aumento en los incendios, además de la tala y la expansión agrícola.

Cómo olvidar los incendios del Amazonas, en el 2021, bajo la aquiescencia de Bolsonaro, incendios intencionados, con objetivos económicos. Pelar la selva para sembrar soja y palma, por ejemplo. O cómo olvidar cuando pasó lo mismo el 2020 en Australia, quemándose más de 10 millones de hectáreas, dejando miles de damnificados y miles de canguros en llamas, ualabíes, petauros, koalas sin hogar y miles de aves exiliadas y en cenizas.

De hecho, en la misma Australia, hace un par de semanas quedaron decenas de ballenas encalladas que murieron sin poder volver al mar, debido, tal vez a las mismas condiciones meteorológicas de las que estamos hablando.

Son varios los portales informativos que afirman que el Ártico podría desaparecer entre el 2030 y el 2050, es decir, en 7 años, inicia su descongelamiento total. Y no olvidar que hace algunos meses salió la noticia de que un casquete polar de 114 veces el tamaño de París se desprendió de la Antártida. Otro titular más: “la Antártida ha tenido una pérdida de hielo del tamaño de Argentina”, el nivel del mismo mar subirá en distintas regiones de los continentes.

Eso de los polos ya no se enseñará en las escuelas, será algo del pasado, así como pasó con el mar Aral.

¿La Niña? Aún más poderosa y furibunda.

Como si se tratara de un complot, el Niño, no llega solo, y se acompaña del fenómeno de la Niña. El polo opuesto. El Yang del Yin.

La Niña también causa desastres incalculables en todas las regiones australes y tropicales del globo. Pero ella es fría y lo inunda todo.

Desde hace décadas, los huracanes han sido más intensos cada vez, desde el Katrina, si la memoria no me falla. Tormentas y tifones, los monzones y los alisios ahora son monstruos míticos que arrasan todo a su paso y varían la temperatura de los océanos. Inundaciones por doquier, en todo lado se reportan pueblos donde los habitantes han perdido todas sus pertenencias.

Ahora es normal que casi todos los días aparezcan noticias como tormentas en distintas latitudes, como China, India, o Brasil, por nombrar algunos. Las lluvias son torrenciales y arrasan todo a su paso. De hecho, como noticias sueltas resultan granizadas o nevadas donde nunca habían caído.

“Hace más de 40 años no llovía de esa manera en Delhi. 4 millones de personas fueron evacuadas al sur de China por la llegada del tifón Talim”, refiere El Tiempo. No más acá en Colombia, murieron 28 personas en Quetame, vía al Llano. Noticia muy sonada en el país, debido a las crecidas de los ríos.

"Vendrán cosas peores", dice Guterres. "En grandes partes de Norteamérica, Asia, África y Europa, este verano es cruel. Para todo el planeta es un desastre. [...] Para los científicos es inequívoco: los humanos son los responsables, la única sorpresa es la velocidad del cambio." El día Después de Mañana es la película más premonitoria de la velocidad del cambio. Presupuestado para décadas posteriores, pero es precisamente ya, ahora, que está sucediendo.

Antes, al menos se creía que se podía detener un poco. Al parecer, muy pronto, el cronómetro regresivo, instalado el 2020 en New York, que hace la premonición del punto del no retorno, seguramente pronto se derretirá o colapsará su funcionamiento.

Ingenuamente se han impulsado campañas de reciclaje, de cambios o modos de vida, hasta de vegetarianismo, pero al parecer todos estos esfuerzos no han sido suficientes. Los cambios deben ser drásticos y representativos.

Las soluciones reales no llegarán si creemos que basta con dejar de lado las carnes en nuestros platos, o con sustituir un cepillo dental de pasta, por uno de bambú. Sí, hay un lavado de consciencia o una falsa esperanza si se cree que se genera un aporte, pero no será una solución real hasta que todos los habitantes del globo lo hagan, y tampoco lo será si la industria no detiene o cambia su paradigma de producción. Y, por cierto, es muy difícil que lo haga.

Si seguimos con la misma producción energética, con la misma producción de combustibles fósiles (la pretóleodependencia), con la carrera explosiva de explotación que viene desde el primer mundo, y hasta que no se cambie el modelo económico, político neoliberal y la dependencia al consumismo monstruoso, rapaz y creciente y constante, nada que hacer. Y por otra parte, si seguimos votando por los mismos dirigentes depredadores de la naturaleza, sabiéndolo, pasaremos a la historia como la especie que destruyó un planeta. Nuestro planeta.

Si ya este año estamos marcando las cifras récord, se cree que en los próximos siga aumentando, pues no hay esfuerzos certeros para mitigar el efecto de gases invernadero, sino que por el contrario las emisiones son aún más desaforadas, la producción incrementa y la población aumenta de manera exponencial.

Tampoco se sabe si será cierto lo del Haarp, y del plan de generar artificialmente el calentamiento global, o acelerarlo. Ya es reafirmado el ego generacional, pues ya ni se piensa en los hijos o en los hijos de los hijos. Ya no habrá planeta que dejarle a las nuevas generaciones.

Figurará el exilio interplanetario, o se buscará el reposo vital humano en naves o estaciones extraterrenales, pero desde luego, serán los riquillos y las más altas élites que podrán gozar de dicha posibilidad. O quién sabe si ni siquiera alcancen a experimentar dicha opción, tal vez sea muy tarde. Tal vez la tecnología aún no alcance para llegar hasta Titán, Europa o Encélado, donde presuntamente existen grandes reservas de agua.

Por el momento…: la crisis. Los nevados cada vez más pelados, los ríos repletos de plástico, tortugas, pulpos, aves y peces también abotargados y asesinados por el mismo. Ya no se habla de cinco continentes, sino que hay uno nuevo, un continente de plástico.

En fin. No se sabe qué será primero, un mal experimento nuclear, una rebelión cybernética de inteligencias artificiales, o el botón oprimido desde Moscú, Pyong Yang, Beijing, Washington, Londres, Jerusalén o cualquier ciudad del mundo, una invasión extraterrestre o, lo que se sugiere aquí: la ebullición climática. El mundo destruido por el hombre. No asombra, realmente.

Habría que continuar con la lucha individual y al menos darse un contetillo moral de que algo se está haciendo. Seguir con las campañas, seguir enseñando esto en las escuelas y seguir difundiendo la información en la sociedad, tampoco son en vano los esfuerzos, las ideas y los inventos tecnológicos que intentan revertir, o al menos, mitigar esta ebullición. Y, habría que contemplar aquello que dijo Greta Thunberg: “no podemos salvar al mundo obedeciendo las reglas”. Habrá que resistir. Pues el humano, siempre hará lo imposible para sobrevivir.

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