La vida de Matador después de El Tiempo

La dura vida de Matador después de la sacada de El Tiempo

Desde Pereira, donde vive el caricaturista, le ha tocado dedicarse al rebusque como youtuber, vendiendo sus dibujos e incluso ha tenido que abrir una Vaki

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julio 27, 2023
La dura vida de Matador después de la sacada de El Tiempo

Lo más difícil no fue que le cobraran con sangre el peor error de su vida. Aquella noche de 2013 cuando violentó a su esposa Alejandra María Valencia, en aquello que Julio Cesar González Quiceno, mejor conocido como Matador, (nombre real del caricaturista) describe como una noche de borrachera. Lo realmente jodido fue la imposibilidad de saber lo que vendría después… y, por supuesto, de tener que vivirlo.

Comenzar a dormir y desarrollar fuertes dolores de espalda que lo llevarán a automedicarse, sentir una profunda depresión que le hará temerle a la oscuridad y, por primera vez en su vida, sentir el impulso de querer matarse. De no ser por su familia, sus amigos y el deporte, esta crónica sería muy diferente.

Sara, hija de su primer matrimonio, desconocía el hecho y eso agravó la situación. Desde el otro lado de la pantalla Matador responde: “Uno va normalizando ese tipo de tusas y actitudes que son reprochables, pero que en una sociedad alcohólica como esta las ven bien”.

A comienzos de este año, el dibujante más incómodo para el poder colombiano fue expulsado de El Tiempo, medio que lo respaldó durante las últimas dos décadas. La secuencia va más o menos así: a eso de las 5:30 pm el abogado Abelardo De La Espriella habría mandado una carta pidiendo su cabeza y a las 8:30 pm la decisión ya habría estado tomada; aún cuando él había ofrecido su renuncia y le habían respondido que no tenía motivos para preocuparse. ¿Cuál fue la verdadera razón de su expulsión? ¿Tan poderoso era el denunciante?

Mucha gente quería –y quiere– su cabeza, según explica. En los últimos meses, muchas caricaturas contra el gobierno de Iván Duque habían sido rechazadas, incluso una que –la memoria le falla– cree que era sobre la caída del puente de Chirajara (construido por una de las empresas de Luis Carlos Sarmiento el propietario de El Tiempo). Entonces las piezas digitales, aunque eran censuradas, terminaban en sus redes sociales. Espacio favorito de admiradores y militantes, los más dedicados replicantes de su arte. Allí tendrían más impacto que en las propias redes del medio de comunicación.

Abelardo de la Espriella, sentía que tenía motivos para revivir la agresión y destrozar su imagen. Varias veces fue blanco de las burlas de Matador, por ejemplo en una viñeta donde lo llama lobo del aire, en referencia a la serie televisiva de los noventa y al animal que simboliza la poca clase. Posteriormente –a la denuncia– Julio Cesar contratacó recordando una entrevista del jurista con el comediante Suso El Paspi, donde en medio de risas, confesaba que cuando era pequeño le ponía voladores de pólvora a los gaticos callejeros. Maltrato que una sociedad cada vez más animalista no iba a perdonarle.

De La Espriella es un abogado bogotano de ascendencia italiana, un penalista de grueso calibre graduado en la Universidad Sergio Arboleda, que en los últimos años –y con un gran protagonismo mediático– se ha convertido en una de las principales figuras del país. Ha defendido personajes tan disímiles como el expresidente Álvaro Uribe, James Rodríguez, Natalia París o Natalia Ponce De León. Su figura de profesional e influencer la consolidó gracias a sus –ahora– 300.000 seguidores (Twitter) y logros como su best-seller literario ‘Amores criminales’, sin olvidar sus discos de música romántica italiana y su última apuesta al Ron Defensor con el popular Silvestre Dangond como socio. Combinación de actividades que ha multiplicado su éxito.

¿Hay vida después de El Tiempo?

Una y otra vez Matador repite el término sicariato moral, porque en su perspectiva el ataque funciona como una doble muerte: por un lado destroza la autoestima del individuo y por el otro asesina toda posibilidad de que este genere recursos para sobrevivir y pueda garantizar la supervivencia de toda su familia.

Pero el caricaturista pereirano encontrará varias formas de resucitar: vender sus trabajos como arte gráfico, reconectar con amigos del olvidado mundo de la publicidad y hasta –con mucha vergüenza– abrir una Vaki para recoger fondos; así como pasar por un proceso de ‘Danielsamperospinazación’. Entrándole al viejo y confiable YouTube, que le ha permitido comenzar a monetizar, mientras se burla de sus adversarios y brinda algunos tips de dibujo para matadores en potencia. Rebusque que llaman.

Dicho en criollo, Julio Cesar se volvió un youtuber (de 54), donde la penumbra mental la transformó en la creación de un nuevo canal. Ahora puede explorar nuevas facetas de comediante, hablando frente a la cámara e incluso disfrazándose de sus objetivos favoritos: el general Eduardo Zapateiro, el expresidente Iván Duque y el –ahora– acusado Odebrecht Iván Zuluaga aparecen primeros en lista.

Y es que como buen paisa, pero de los del Eje Cafetero, Matador habla constantemente de la importancia de guerrearla: “En el fondo uno va a terminar agradeciéndole a Abelardo De La Espriella por eso”. Se resigna, pero sin perder ese humor que lo caracteriza. Cualidad calcada del magnífico Roberto Fontanarrosa, quien es –junto a Quino, creador de Mafalda– uno de los mayores referentes de la caricatura argentina. A los 19 años decidió que quería ser como él: un hombre radicado en su ciudad natal, acérrimo hincha del equipo de futbol local. Dibujante de los recordados ‘Boogie: El Aceitoso’ o ‘Inodoro Pereyra’, a quien no solo le aprendió algunos trazos, sino su eternamente vigente humor negro. 

El debate de la muerte digna

Mucho se ha hablado de la lucha de Julio Cesar González y su familia por lograr que aprobaran la eutanasia de su padre, pero lo que no se ha reflexionado en profundidad es por qué existió tanto problema programando esa cita con la muerte; la más importante, en palabras del propio humorista. Él tiene la teoría de que todo fue obra del ­–entonces Procurador– Alejandro Ordoñez, porque el médico no tratante que iba a aplicar la eutanasia tenía un asistente que iba a una iglesia cristiana. También lo agradece, porque movilizó un necesario debate.

El problema era que padecer cáncer de cara era como sentir ese hierro hirviendo que marca a los animales o –a manera de estigma, según la fe católica– a algunos creyentes. Esa fue la parte más deprimente de ese 26 de junio de 2015: tener que decirle al señor Ovidio González, su padre, que tendría que seguir aguantando los dolores de manera indefinida. Por suerte, los medios de comunicación, con los que Matador está muy agradecido, rápidamente hicieron eco de su búsqueda por el derecho a morir dignamente. Veinte días después su padre partirá, sin sufrimiento alguno. Así que probablemente ahora entienda que se hizo la voluntad divina.

En tiempos en que existe la figura del influencer y en que muchos artistas son propios canales de difusión –ya sea que hablemos de Matador o de Abelardo De La Espriella–, no es tan fácil desaparecer una figura que resulta esencial para interpelar e interpretar nuestra política. Después de todo millonarios, lobos hambrientos y –principalmente matadores listos para dar una muerte asistidahay por montones.

Pero quien tiene la M mayúscula es él.

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