Lo vi. Fue en marzo de 2018. Gustavo Petro era uno de los pesos pesados del debate organizado por Claudia Gurisatti en la sede de RCN Televisión. Cada vez que iban a comerciales, después de sus encendidas respuestas, se sentaba y, como un boxeador tras el campanazo, se sentaba durante tres minutos –el espacio de los comerciales- a escuchar a Hollman Morris.
Petro, el político sobre el que siempre han dicho que es distante, que no escucha a nadie, se concentraba de lleno en la palabra de su consejero y ahora nuevamente el presidente ha mostrado cuánto le cree a Morris: acaba de entregarle el manejo de las comunicaciones de la presidencia. Tras la renuncia de German Gómez, fue nombrada la periodista María Paula Fonseca, mano derecha suya desde el Consejo de Bogotá. Días antes el presidente había coló a Morris en el viaje oficial a París, sin que este tuviera ningún cargo en el gobierno, convencido de la propuesta de lograr una super producción colombo-francesa sobre el documental Operación esperanza sobre el rescate de los niños y ahora, para tenerlo cerca, será el hombre fuerte de la televisón pública, como subdirector en RTVC, donde ya mostró su audacia cuando puso al servicio de la defensa de la alcaldía la transmisión en directo del balconazo.
En julio de 2019, antes de las elecciones a la Alcaldía de octubre de ese año, Gustavo Petro, a pesar de la presión de algunas feministas seguidoras de sus ideas como Sara Tufano o Carolina Sanín, quienes hacían eco de las denuncias de maltrato de la exesposa del periodista, Patricia Casas, ratificó la candidatura de Morris. Era una prueba que superaba la amistad que arrancó el 20 de julio del 2003. Ese día, Hollman conoció al que él considera su mejor amigo.
Morris era el Director del programa periodístico Contravía. Ese día arrancaba ese espacio y lo hizo entrevistando al entonces aguerrido senador Gustavo Petro, un exmilitante del M-19 al que no le temblaba la voz a la hora de desafiar a los poderosos.
Desde muy joven, Morris adoptó las ideas de izquierda de su familia. En la década del setenta, cuando era apenas era un niño, vivía en un edificio de cuatro plantas junto a sus abuelos y sus tías en el barrio Sears, conocido hoy como Galerías y se movía en bicicleta desde la Avenida Caracas hasta el Campín.
Cuando aparecieron las amenazas del DAS en la época de Jorge Noguera y Álvaro Uribe como Presidente, se tuvo que ir del país y pensó en escribir una novela, al estilo de proustsiano (Marcel Proust) sobre su primera infancia. Lo llamaría así, Sears, en recuerdo del barrio desaparecido y el niño que ya no era.
En el primer piso, Hollman vivía con su papá, Arnoldo, un hombre perteneciente a una familia dedicada a sacar hierro en la localidad de Pacho, Cundinamarca. Su mamá, Elsa Gladys Rincón, trabajó toda su vida en la empresa de obras públicas de Bogotá. En el segundo piso estaban sus tías, media docena de mujeres verracas que, cuando estaban en casa, se ponían a escuchar las radionovelas del momento: Kalimán y la Escuelita de Doña Rita, que exacerbaban la imaginación de un niño, quien a veces, con sigilo, subía hasta el tercer piso.
Allí se escondía algo que él miraba como si fuera un tesoro. Sus tíos guardaban una biblioteca con libros de izquierda. Las obras de Lenin, Marx, Trotski, además todos los clásicos de la literatura universal. A veces se quedaba alelado escuchando las interminables tertulias sobre revolución cubana y la lucha armada en Latinoamérica. Sí, el niño era rojo y quería estudiar periodismo. Era lo mejor para alguien con consciencia social que, además, quería escribir.
Trabajaba para pagarse sus estudios de periodismo en la Universidad Javeriana. Uno de sus primeros trabajos fue en el noticiero de televisión AM-PM, al lado de un maestro de la crónica, Germán Castro Caycedo.
Esa fue una experiencia que él, joven y mamerto, necesitaba. Este noticiero surgió como un experimento de la nueva Constitución y fue un espacio designado al M-19, guerrilla que había entregado las armas en 1990.
Poco a poco se fue ganando un nombre hasta que en 2000 -cuando los diálogos del Caguán entraban a su momento más complejo- llegó a ser editor de paz de El Espectador. Su comprometido trabajo le dio oportunidad de crear un programa, Contravía, en donde conoció a quien sería su alter ego, Gustavo Petro.
El encuentro fue durante una entrevista en la Plaza de Toros la Santamaría y lo admiró inmediatamente. Fue uno de los pocos congresistas que logró hacerle oposición a Uribe, un Presidente con más del 70 % de favorabilidad en ese momento. La admiración fue recíproca.
Petro, desde el Congreso, empezó a denunciar que a periodistas independientes como Hollman Morris, el DAS de Jorge Noguera los estaba siguiendo y amenazando. Mientras tanto, el Gobierno empezó a construir Justicia y Paz, el medio por el que pensaban llegar a un acuerdo con los paramilitares.
Hollman cuestionó, preguntó y al final fue amenazado. Se marchó a España, Estados Unidos y regresó en 2010. En el exilio, lejos de quedarse quieto, se granjeó enemigos y su amigo Petro, desde el Senado, denunciaba que su exilio era producto de la peor campaña de desprestigio que habría hecho gobierno alguno contra un periodista.
El exilio no lo paralizó. Empezó a recopilar datos y archivos para hacer Impunidad, uno de los documentales que se ha hecho sobre el fracaso de la ley de Justicia y Paz y lo laxo que fue el gobierno de Uribe con los comandantes de las Autodefensas. Un retrato sobre la imposibilidad de saber la verdad.
En ese momento, Petro ya es el político de izquierda más importante del país. Un año después arrancaría su campaña a la Alcaldía de Bogotá y la ganaría en octubre de 2011. Una vez se posesionó tomó la determinación de darle a Hollman la gerencia de Canal Capital.
En su discurso de posesión dijo el entonces Alcalde que era un reto darle el nuevo canal “a un refugiado que además estaba asustado”. El Canal Capital tiene el eslogan de la televisión más humana y se convierte en un año en el tercer canal más visto del país después de Caracol y RCN.
Decisiones como transmitir el histórico concierto de Paul McCartney en el estadio El Campín en 2012 y, sobre todo, convencer a Petro de que lo mejor era transmitir en vivo y en directo los balconazos que dio desde el Palacio de Liévano para soportar y contestar a los ataques del entonces procurador Alejandro Ordoñez que buscaba destituirlo, lo pusieron en la primera línea de los consejeros de Petro.
Esa cercanía lo ayudó para sentarse a hablar con él durante ochenta horas y producto de esto salió Una vida, muchas vidas, el libro que compila el recorrido de Petro, publicado por Planeta en 2022.
En estos momentos en los que, casi un año después de que María José Pizarro le puso la banda presidencial, Petro se ha quedado sin sus aliados más cercanos como Armando Benedetti o Laura Sarabia, Morris regresa a la primera línea de Petro. Su presencia en la delegación que llevó el presidente a Paris, a finales de junio, es una muestra clara de que ha regresado a la línea de confianza del presidente.
En las últimas semanas se le ha visto viajando a la Costa Atlántica en misiones expresas del Gobierno, apoyando al que será la ficha de Petro para la gobernación del Atlántico Máximo Noriega y a los alfiles petristas que se enfrentarán a los Char, aunque acaba de ser posesionado por Nórida Rodríguez como Subgerente de RTVC y no le quita el ojo a la posibilidad de realizar su sueño político máximo: ser Alcalde de Bogotá.