Dijo Petro que en su discurso presentaría el marco de referencia para su proyecto de gobierno y lo que sugiere como objetivo dentro del mismo.
Eso nos permite entender -y para los que son capaces de evaluar objetivamente- cuál etapa de gobierno nos espera o nos propone.
Recordemos como premisa mayor que el hecho de que un dirigente encarne un momento de la historia no quiere decir que él lo está creando; ni se debe a Robespierre la Revolución Francesa, ni Alemania se convirtió al nazismo porque apareció Hitler.
Las circunstancias del momento en Colombia muestran un país en el cual las instituciones no responden para nada al modelo teórico que las justifica. Las estructuras políticas no cumplen ni los supuestos ni las funciones que deberían: los partidos no son colectividades nacidas de una coincidencia de intereses o convicciones, no tienen orientación ideológica para motivar adhesiones, ni programas para ofrecer a la ciudadanía; en las elecciones no se eligen los más capaces o los más afines a un proyecto sino los más hábiles para conseguir votos (usualmente alrededor de ‘corrupción electoral’), y los elegidos solo muy excepcionalmente están capacitados y motivados para defender el interés público; la división de poderes no funciona como pesos y contrapesos, y la Administración de Justicia no opera, etc. El modelo económico ha resultado en más frustraciones que éxitos: somos un país con índices de desigualdad, de pobreza, de exclusión, de desempleo, no solo inaceptables sino insostenibles e inmanejables, y como crecimiento o desarrollo con unos resultados muy por debajo de las expectativas prometidas o de los que siguieron los modelos de los países asiáticos.
La necesidad del cambio por las anteriores razones se concretó en que la población votó en respaldo de los dos candidatos que lo propusieron, uno con mayor énfasis en las deficiencias políticas (Hernández contra la corrupción) otro en las deficiencias estructurales (Petro por reformas al modelo).
Que no sea Petro el que crea la necesidad del cambio no quiere decir que no sea importante su participación. Por eso sus exposiciones permiten enmarcar el contexto de las expectativas que tiene y que propone.
A falta de un modelo de desarrollo y de estructuras institucionales eficientes, toman relevancia las personalidades. Así tuvimos a Álvaro Uribe que representó (y representa) para muchos colombianos una especie de Mesías, único ser capaz de salvar a este país.
Petro no tiene seguidores tan fanatizados, pero él mismo sí tiene una visión de sí mismo bastante mesiánica
Petro no tiene seguidores tan fanatizados, pero él mismo sí tiene una visión de sí mismo bastante mesiánica. En general enmarca sus análisis y sus propósitos dentro del proceso de la evolución del capitalismo, el cambio climático, la ‘descarbonizacion’, los movimientos migratorios, etc. que son procesos de la humanidad, y de ahí deriva sus propuestas.
Su papel parece verlo dentro de esas dimensiones respecto a las cuales parece sentirse seguro de acertar en el diagnóstico (y probablemente así sea).
Y consecuentemente estudia lo que cree que debe hacer Colombia y hacerse en Colombia acorde con esos análisis.
Sus repetidas afirmaciones respecto a la condición premoderna de Colombia y su interés en los temas que nos pondrían como participantes de la evolución que lleva el mundo le parecen más importantes y mejor guía para tomar decisiones que los debates internos sobre comparaciones con anteriores gobiernos. Y parece bastante reacio a conciliar alrededor de reformas que le permitan mantenerse en el poder si a su juicio no llevan a soluciones.
No es un tema de intransigencia de una u otra parte. Quienes son hoy la oposición, acostumbrados a condiciones, preocupaciones, propósitos y formas de manejo diferentes, no entran a debatir lo que ve y lo que motiva las propuestas del gobierno; simplemente son la inercia que tiende a negarse a cualquier cambio, que además tiene un natural rechazo a la persona de Petro, y se limitan a considerar y afirmar que lo que se hace no está bien porque no es lo que ellos harían.