La brújula de Gustavo Zalamea
Opinión

La brújula de Gustavo Zalamea

La galería La Casita reúne los últimos trabajos de del artista bogotano, con su tema siempre: la cuidad, donde la Plaza de Bolívar es el centro

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julio 22, 2023
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Naufragio, díptico, 1998-1999

En esta semana la galería La Casita reúne los últimos trabajos de Gustavo Zalamea. Con su tema siempre: la cuidad. En la obra donde planteó múltiples puntos de vista, pero sin duda, La Plaza de Bolívar es el centro en términos sociales y políticos que resulta álgido en estos días como tema.

En este territorio, Zalamea hace una investigación plástica sobre los acontecimientos de su realidad. Por algo, es el lugar donde se producen las catástrofes. Aldo Rossi en su ensayo sobre la “Arquitectura de las ciudades” anota: La ciudad y la región se convierten en una cosa humana porque son un inmenso depósito de fatigas. Son obras de las manos, pero en cuanto a Patria artificial y cosa construida puede atestiguar valores. Son permanencia y memoria. La ciudad es su historia".

Por otro lado, Camus en su ensayo sobre el Artista y su Tiempo anota sobre el compromiso con la realidad: "“En el momento mismo en que el artista se decide a compartir la suerte de todos, afirma al individuo que él es. Y no podrá salirse de esa ambigüedad. El artista toma de la historia lo que puede ver de ella él mismo o sufrir él mismo, directa o indirectamente, es decir, la actualidad en el sentido estricto de la palabra…Nosotros los escritores del siglo XX, ya no estaremos nunca solos. Debemos saber por el contrario que no podemos evadirnos de la miseria común y que nuestra única justificación, si es que tenemos alguna, es hablar, en la medida de nuestras posibilidades, por los que no pueden hacerlo. Pero debemos hacerlo, en efecto, por todos aquellos que sufren en este momento, cualquiera sea la grandeza, pasada o futura, de los estados y los partidos. Para el artista no hay verdugos privilegiados".

La ciudad fue referente geográfico, es paisaje de un tiempo, es el protagonista de la tragedia del poder. Desde ese mundo vemos que existe una conciencia que dice y afirma. Es la representación. Todo eso de lo que es capaz de crear el artista para redimir lo irremediable.

El impulso lo llevó a ser también testigo y lo demostró en el acto creativo donde la memoria tiene una enorme prioridad. Para él era importante mantener la fuerza en lo propio.

Es verdad que a Zalamea le interesó interpretar la complejidad porque en su lenguaje quiso representar las presencias y ausencias, las omisiones, las desconfianzas y las traiciones. Se trata de una sucesión de historias que encadena los días con los tiempos donde todo sucede sin que nada tenga un valor. Los pictóricos, los literarios, por el contrario, fueron homenajes a sus recuerdos.

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Bogotá fue su ciudad, por eso las imágenes hacen parte de un fondo existencial. En la ciudad acontecen historias de la geografía, relato social, las instituciones, el sentido colectivo y del individuo. Y los símbolos de poder que son hoy parte de la hecatombe.

Para una mejor perspectiva, nos podemos refugiar en los términos de la técnica cinematográfica: el zoom y el paneo. Dos de sus movimientos internos que construyen su ritmo.  Durante mucho tiempo, a el comienzo de los años 80, en la obra de Zalamea iban apareciendo espacios interiores que se contienen a sí mismos. Después todos fueron exteriores.

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El mar en la plaza

El libro Mobby Dick de Malleville fue una de las guías literarias para su destino pictórico. La ballena que llega y el mar que inunda. Otras veces, como el Titanic, el congreso se hunde en el desastre. Tema y lugar muy apropiado para todos los tiempos donde la política es un tema de desencuentro. A través de este relato se puede seguir pensando en la historia de la política en el que se debate entre todas las verdades y mentiras posibles en medio del imprevisible, improvisado, mundo donde la catástrofe es inminente. Zalamea fue lúcido sobre la realidad con su capacidad de soñar, imaginar encuentros, y plasmar nuevas ideas pictóricas. Buscó con la imaginación del cazador de sueños entre tormentas y ballenas y siempre con la brújula al ritmo donde comenzaron y acabaron sus travesías.

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Zalamea, como aquel que comienza Moby Dick “pidiendo que lo llamen Ismael…, se monta en el Nantuket, saca el mapa de navegación para prever la ruta¨. Sí va a la plaza, a la vida, o a la muerte. Todo tuvo el ritmo de su historia. Transfirió todas sus sensaciones a la tela o al papel. Armó y desarmó. Construyó y deconstruyó, dibujó y borró por delante y por detrás del lienzo. Sacudió el barco de la memoria donde ancló la vida con sus sueños.

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