No encontré manera de contradecir la conclusión del periodista Andrés Oppenheimer en su libro ¡Basta de historias! y me decidí escribir sobre esta realidad.
“Los latinoamericanos seguimos nadando en un mundo de utopías, patinando en locomotoras del subdesarrollo y lo que es peor, triunfalistas en medio de una realidad nada confortable”.
Mientras aquí en nuestro país, y con frecuencia en nuestra capital sacamos pecho por ser “centros universitarios” y poseer instituciones educativas de “nivel mundial”, la triste realidad es que no hay ninguna universidad colombiana en el ranking de las mejores 200 del mundo. Y áreas como investigación y desarrollo, propias de la educación contemporánea, siguen siendo rezagadas a lo insignificante. La paupérrima cifra de 25 % de colombianos en la universidad u otro tipo de educación terciaria deja sin palabras. Todo precedido por una educación primaria y secundaria lejana a estándares de calidad, con altos sobrecupos, carente de herramientas para una formación integral. ¿Por qué lado contradecía?
El ego, los eslóganes, los jingles y las vallas, nos han hecho poseedores de una satisfacción sin fundamento. Lo anterior con el beneplácito de gobernantes amantes de las frases bonitas y del populismo barato, que roban sonrisas fugaces, mientras perpetúan la injusticia, y mantienen vigente la ausencia de oportunidades. Desafortunadamente, para muchos políticos colombianos ha resultado más rentable mantener la miseria y la pobreza, que abrirle caminos al talento de nuestra gente.
Los latinos, según Oppenheimer, estamos dedicados a mirarnos el ombligo. Mientras parte del mundo triunfa en la lucha contra la pobreza, avanza en la educación universitaria e internacional, y desarrolla una benéfica economía del conocimiento, nosotros seguimos estancados. Creyendo que limitándonos a la necesidad del día, ignorando la importancia de la educación, recostados sobre nuestros recursos naturales y tomando las necesidades como negocio electoral, saldremos adelante.
Me da pena ser aguafiestas, pero no solo hemos sido derrotados en la batalla contra la injusticia social, sino hemos sido mediocres en el progreso de las actividades políticas y económicas. Seguramente, por estar dedicados, a creernos competitivos y globales, a tomar la educación como caballo de campaña, y no como propósito de gobierno, por recostarnos en la comodidad de la riqueza natural, los demás países, de otras regiones del mundo, recursivos e inteligentes, nos han sobrepasado.
No más historias ilusas. Con los pies en la tierra avancemos a un futuro, guiados por un plan a largo plazo que le apueste a la educación de calidad, a la investigación, a la innovación económica, al talento de los colombianos. Ojalá que en la mesa de La Habana, gobierno y Farc consideraran, que el peor golpe a la guerra, es una ambiciosa reforma a la educación.
@josiasfiesco
