Dice así el comunicado de prensa del gobierno nacional a propósito de la creación del Ministerio de la Igualdad y la Equidad: “El objetivo de esta cartera es avanzar en la garantía de derechos de las mujeres en todas sus diversidades, incluyendo a las madres cabeza de familia; la niñez, los jóvenes, las familias y las personas mayores, las diversidades de la población LGBTIQ+ y de las personas con discapacidad, los pueblos afrodescendientes, negros, raizales, palanqueros, indígenas, Rrom y el campesinado.
Además, deberá proteger a las poblaciones excluidas, como las que están en situación de calle, la población migrante, las personas en condición de pobreza y las que habitan en territorios marginados.
También abordará problemáticas como el racismo, la discriminación, las desigualdades causadas por el cambio climático, las brechas entre el campo y la ciudad y las violencias basadas en género.” (el resaltado es mío porque es parte central de mi opinión).
Y agrega el propio mandatario: “…con la creación de ese ministerio, el Gobierno buscó “garantizar el derecho a la igualdad y a la equidad a todos los colombianos y darles voz a quiénes históricamente han sido excluidos y marginados”.
Entiendo perfectamente por qué se comete el error de incluir en las líneas de acción -Dirección Técnica del Viceministerio de las Mujeres, la Dirección de las Trabajadoras Sexuales- del nuevo Ministerio de la Igualdad y la Equidad. Porque para proteger a las prostitutas, reafirma su condición vulnerable y procura así, sin proponérselo, el lavado gubernamental a una actividad, el “trabajo sexual”, deshumanizante pero decoroso. Obviamente no se propone este gobierno erradicar la prostitución como es mi deseo y el de muchas mujeres que sabemos a quién-quiénes acaba sirviendo esa supuesta “postura progresista”.
Con respecto a la prostitución, en la búsqueda de la garantía de los derechos de las mujeres, su protección frente a la violencia ejercida contra ellas, el empoderamiento económico, su inclusión en ese gran sueño de la igualdad y la equidad (que compartimos muchas personas de este país y por eso l@s elegimos), la apuesta por la reducción de la pobreza para que “los pobres dejen de ser pobres” y todas esas fortunas, lamentablemente olvidaron, o se niegan a ver, ingenuamente, que están alimentando al Lobo feroz.
Vamos a empoderar a Caperucita dijeron, para que su canastita tenga comida, esté mejor vestida, tenga un buen GPS en su travesía “voluntaria” por el bosque del proxeneta y el putero y, como su viaje es discrecional, pues que sea digno, que no se vulneren sus derechos. Sabemos que el Lobo feroz se la va a comer, en sentido literal y figurado, para eso la contrata. Se la va a comer, es un cuerpo humano, sexuado, que se compra para que haga cosas sexuales y gratifique al pobre necesitado. Labor humanitaria la de Caperucita: no somos la cruz roja, somos el triángulo o el rombo de la capa roja.
La prostitución no empodera mujeres y niñas, las prostitutas nunca dejan de ser pobres, no se ha demostrado que la regularización de la prostitución las haya favorecido a ellas. No es una relación igualitaria la del proxeneta con la prostituta ni la del putero con ella, ni siquiera laboral, en los términos establecidos por la OIT, y muchísimo menos se despoja así de su carácter violento, también demostrado en las cifras que demuestran cómo los riesgos “laborales” son altísimos (infecciones, traumas físicos y psicológicos, trastornos mentales, mutilaciones, homicidio y suicidio). Todo esto, aunque se ampare en nuestro querido y añorado Ministerio de la Igualdad y la Equidad – cuyo Viceministerio de las Mujeres se empaña en el empeño de cuidar para que al final puedan servir a un sistema perverso, el patriarcal, que es omnívoro, depredador, insaciable.
¿Nos convertimos así en un Estado proxeneta, en un Estado putero? Sí, porque indirectamente garantiza las condiciones óptimas para que un negocio inicuo prospere. Se le da al bien en transacción todas las garantías para que satisfaga al empresario y al cliente.
No, porque la perspectiva de proteger a las prostitutas y garantizarles un mínimo de bienestar en un servicio que las muele día a día y que se ha demostrado cómo tiene los peores indicadores en salud sexual, mental y laboral que se conozcan entre los múltiples servicios pagos, es virtuosa en sí misma. Pero nefasta para nosotras, todas, las pro- Caperucitas y las anti -Caperucitas, y condescendiente con el Lobo feroz. Se equivocó la Abuelita. Jamás el patriarcado le dará pan y leche.