El universo se construye a partir de un presente continuo, palabras expresadas por Manfred Max-Neef, economista chileno, famoso en la década de 1990, cuando habló del desarrollo a escala humana, por medio del cual promueve la ubicación del ser humano y su dimensión subjetiva como centro del análisis para el desarrollo, proponiendo que este debe referirse a las personas y no a los objetos.
Sin embargo, vamos por otro camino, aquél que apunta a la destrucción del ser humano ya que no hemos sido suficientemente inteligentes para sobrevivir a la hecatombe que hemos provocado. Conclusión que lleva a pensar si las nuevas generaciones que creamos serán más inteligentes que nosotros, es decir, este nuevo grupo de personas solucionarán los daños causados a través de los años y desde hace muchos años.
“¿Somos lo suficientemente inteligentes para sobrevivir a lo inteligentes que somos? No se ve tan bien en este momento, ¿verdad?” (Winterston, 2023), enfrentamos un sinnúmero de fenómenos que hacen redirigir precisamente esa concepción de la existencia; una posible tercera guerra mundial (Putin y su anarquía), presencia de nuevos virus más letales que el ébola, el Covid 19, hambrunas a nivel mundial, catástrofes a partir del medio ambiente, calentamiento global, lluvias y aguas mil, sol y secamiento de lo humano etc., un panorama nada halagador, que nos permite determinar si en efecto todo lo que ha hecho el ser humano ha sido inteligente, o si es tan inteligente para solucionar o mejorar de alguna manera dichos fenómenos.
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Nos convertimos en la especie suicida, de la que hablaba Arturo Valledor de Lozoya, médico español y naturalista, en cuanto a que somos “el peligroso rumbo seguido por una civilización donde está ya involucrada la humanidad entera” que puede fácilmente naufragar, volcarse y arrollar al resto de la humanidad, dentro de una nave de locos que no han entendido ese poder de despejar la incógnita sobre la capacidad del hombre para modificar ese modelo de desarrollo, que de no hacerlo lo conducirá a su destrucción en un determinado tiempo.
Es un suicidio colectivo debido a esa pasividad de poner remedio a los fenómenos mencionados, o a los nuevos que se presenten, en virtud de los excesos del manejo de capitales, a la economía explotadora al servicio de los más fuertes, a la indolencia del hombre por no ayudar al otro. A pesar de que existimos (el hommo sapiens) hace más de 300.000 años, continuamos en la búsqueda de las historias, a partir de los éxitos y fracasos de las demás especies que nos poblaron antes, de cómo sobrevivir y seguir aguantando los embates sociales, económicos, políticos, es decir bregando a encontrar ese pensamiento mágico que nos proteja del colapso climático, del calentamiento del planeta y peor aún seguimos contaminando el planeta, interrumpiendo y acelerando ese momento de modernidad aludido por Karl Max, (producción, transportes, carbón, vapor) agregando además dióxido de carbono a la atmosfera.
Creo que el ser humano tiene un gran futuro como especie híbrida, una fusión con lo biológico, la ciencia y la tecnología, algunos lo llama biotecnología; sin embargo estamos en la búsqueda continua de la mejora de las capacidades cognitivas, transhumar de una conciencia evolutiva hacia lo posthumano, valga decir una mejora en la genética de la mano con la ética y la bioética, comprender ese más allá hacia una multinacionalidad donde no sigamos contando la historia al revés, y dejemos de ser esas criaturas sujetas al tiempo y atrapadas en nuestros cuerpos, en donde haya más que recorrer hacia esa materialidad obligada a predecir ese apocalipsis hipotético y reflexionar sobre la luz de la objetividad y en donde el hombre sobrepase su propia especie como agente de valoración social, como constructora de un contexto que no afecte el desarrollo humano, sino que parta de su propia perspectiva de vida.
