En un discurso reciente, Gustavo Petro utilizó una expresión que desde entonces le ha venido generando malintencionadas críticas, tanto de parte de la oposición como de los medios afines a esta. Según el presidente, contra él anda en curso un “golpe blando”. ¿Qué quiso decir?
Lo que se ha dado en llamar un golpe blando no es más ni menos que un golpe de Estado, solo que administrado de manera sutil, en pequeñas dosis, poco a poco, casi que imperceptiblemente y sin la intervención directa de las Fuerzas Armadas, aunque con expectativas de parte de los golpistas de poder contar con ellas, pues no de otra forma podrían mantenerse en el poder en caso de lograr la defenestración buscada.
Contra Petro se vienen desarrollando una serie de hechos que encajan en lo que suele hacerse cuando un golpe de tal naturaleza está en camino. Han cuestionado sus métodos como gobernante, lo han sindicado de arrogante, de desconocer la institucionalidad, de no atacar la inseguridad, de querer entregar el país al terrorismo y de no reconocer la importancia que tiene el sector empresarial bajo el actual sistema.
Se lo hace ver como comprometido en cuantos hechos anómalos ocurren en el país, así su origen se remonte a administraciones pasadas o correspondan a fenómenos como la crisis fiscal, los desbalances en el comercio exterior y de tesorería, los bajos índices de crecimiento económico, etcétera, que nada tienen que ver con su gestión como mandatario recién llegado, así entre sus funciones esté la de atenuar tales fenómenos o procurarles solución.
Los medios, por supuesto, han incentivado estas imputaciones a través de sus micrófonos y sumándoles las propias. Así, por ejemplo, los hemos visto entrevistar a seguidores del mandatario con preguntas capciosas y fórmulas de presión tan solo apropiadas para hacerlos incurrir en afirmaciones orientadas a abultar anomalías que suelen presentarse en todo gobierno. Los hemos visto criticando aspectos de tiempos de campaña e, incluso, de antes y hasta difundiendo noticias falsas.
Si todo lo anterior no es evidencia de las demenciales intenciones golpistas de la oposición, que nos digan qué es.
Obviamente, los elementos de tal golpe no serán jamás reconocidos como tales por el grupo que los orienta. Al contrario, en la medida en que los vayan desarrollando, se sentirán obligados a negar su existencia, para lo cual no habrá de faltarles maneras ni argumentos, así estos riñan con la ética. Pero Petro está convencido de que existen y son evidencia del golpe blando que está en curso, y muchos coincidimos con él en tan atinada afirmación.
Por fortuna, existe la respuesta: el pueblo en las calles.