Informan de Nariño que en Ricaurte recién asesinaron otro militante de Comunes, sobrino de un firmante de paz y líder de un resguardo indígena. La víctima tenía una solicitud de medidas individuales de protección, por cuanto hacía parte de la comunidad que conforma la Nueva Área de Reincorporación o NAR de la zona. Se dice que el ELN va por los firmantes que se hallan allí y que se está bregando a sacarlos del lugar.
Derechos Humanos de la ONU reporta que entre enero y junio de este año han sido asesinados en Arauca 74 civiles: “Hacemos un llamado a los actores armados no estatales a respetar a la población civil y a quienes no participan de las hostilidades, de acuerdo con las obligaciones del DIH y en respuesta a la apuesta de paz que han escogido. Sin el respeto y garantías a los Derechos Humanos no hay paz”, expresó por Twitter.
Se habla de 9 desapariciones en ese departamento en la última semana, entre ellas las de la sargento del ejército y sus hijos menores. El pasado 4 de julio el ELN celebró su aniversario número 59. Varias banderas suyas amanecieron enarboladas en distintos puntos de ese y otros departamentos. Ingenuo mantener la idea de que el pueblo colombiano se levantará en insurrección tras esos heroicos llamados.
En la complicada redacción del comunicado oficial del ELN sobre su aniversario reza:
“Hoy, a 59 años de haber iniciado el alzamiento armado, las causas que lo originaron siguen existiendo, por tanto para el Ejército de Liberación Nacional, cada año transcurrido ha ido reafirmando la justeza de la razón de nuestra lucha, de que no han sido en vano los esfuerzos, el valor y entrega de quienes ofrendaron sus vidas en esta legendaria lucha, al igual para nuestras hermanas y hermanos prisioneros políticos…”
Sorprende que, tras casi seis décadas de no haber conseguido vida digna, justicia y democracia para toda la población, a lo que dicen aspirar, se insista en el camino de las armas, olvidando la enseña según la cual la práctica es la maestra de la verdad. Para ellos, los procesos de diálogo y paz adelantados con las otras guerrillas en el pasado no han cambiado en nada el país, que se mantiene en la misma rutina de luchas y represión subsiguiente.
Por el contrario, Colombia, pese a todas las taras que carga sobre sí en materias económicas, políticas y sociales, se ha transformado notablemente. No es la misma de 1964, empezando por su Constitución Política, hasta el punto de que, tras el estallido social, por primera vez en su historia hay un gobierno de avanzada al frente del Estado. Tanto éste como aquél son producto de antiguas luchas populares y del mismo Acuerdo Final de Paz que el ELN desprecia.
Sabido es que el pueblo exigiendo reformas en las calles es el motor para que se desaten las grandes transformaciones, eso lo repiten todas las organizaciones democráticas y revolucionarias aquí y en el exterior. El ELN no dice nada nuevo. Igual con su llamado a un gran Acuerdo Nacional que, con la participación de todos, reforme para bien el país. Petro lo ha repetido mil veces, al igual que Comunes y el Pacto Histórico.
El ELN no quiere ver que existen en Colombia fuerzas que se oponen a los cambios planteados por la izquierda, y que esas fuerzas poseen un caudal enorme de seguidores. Estamos casi mitad y mitad. Como sea, esas fuerzas políticas tienen mayoría considerable en el legislativo, por votación de los colombianos y colombianas, y está visto que aprendieron a sacar también multitudes a las calles para oponerse al cambio.
La lucha será mucho más larga, quizás menos si organizaciones armadas con su deplorable accionar dejan de suministrarle pretextos a la ultraderecha para ganar adeptos
Sin su participación, por amargo que parezca, el soñado Acuerdo Nacional será imposible. De donde se desprende que, en las condiciones de hoy, ese Acuerdo no tendrá el alcance ambicionado. Lo estamos viviendo con el Acuerdo de Paz de 2016 y el programa de reformas de Petro. La lucha será mucho más larga, quizás menos si organizaciones armadas con su deplorable accionar dejan de suministrarle pretextos a la ultraderecha para ganar adeptos.
Ante la alternativa ultramontana que nos espera si fracasa Petro, resulta imperioso rodearlo de apoyo. La paz exige que el ELN abandone su papel mesiánico y aterrice en las realidades de hoy. Su llamada defensa activa en el Cese al Fuego Bilateral está de más, lo que el país espera es su cumplimiento sin dolos. Igual es imprescindible la implementación integral del Acuerdo de Paz de La Habana, referente inevitable de cualquier otro acuerdo.
Que los firmantes de paz no sigan esperando una tierra prometida, bajo lluvias e inundaciones, como sucede hoy en Granada con los desplazados a la fuerza del Georgina Ortiz de Vistahermosa. Y que las garantías para su vida, integridad y cabal reincorporación sean hechos y no palabras de emotivos discursos.