Matilde sin tilde, es Ma

Matilde sin tilde, es Ma

Por el rescate de la buena ortografía

Por: Ignacio Garnica
marzo 03, 2015
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Matilde sin tilde, es Ma

Hace ya algún tiempo que vengo notando cierta tendencia virtual hacia la corrección de la ortografía. Me encanta. Pienso que siempre se debe propender por el buen uso de la lengua en cualquier contexto, dentro de los parámetros del respeto, claro está. No hay que ser el nazi gramatical para contribuir al buen actuar lingüístico; porque amigos, es una lucha eterna, sin tregua ni cuartel, sin fin. Lo vivimos con ese inolvidable titular de la revista “Caras” hace unos días: “SHAKIRA, Mama de nuevo”. Nosotros reímos, pero estoy seguro que en los cuarteles de la publicación, más de uno tuvo que haber llorado.

El español es a lo que me dedico. Se podría decir que la lengua me da para vivir; no el órgano, sino el sistema de signos (aunque en sentido estricto dependo de ambos). Enseñar la lengua castellana o español es una hermosa tarea que me ha traído las mejores alegrías de mi vida, pero también uno que otro trago amargo, como en todo. Y es que nada es tan utópico como la perfección a la hora de hablar o escribir. Nadie es infalible y en eso debemos estar todos de acuerdo. Como le pasó a uno nos puede pasar a todos: olvidar una tilde, una mayúscula, una redundancia que se nos escapó y no caímos en cuenta, alguna mala pronunciación. Piensen en ese momento en que dijeron algo que dentro de sus cabezas sonaba brillante, y al verbalizarlo dejaron a todos con cara de póker. Me ha pasado.

Una de las discusiones de nunca acabar es aquella de los nombres. Sobre todo en esta sociedad donde en unos años comenzarán a pulular por los bachilleratos algunos Falcaos, uno que otro James, tal vez algún Jaisenber, en fin. No critico el derecho de sus padres de nombrar a sus hijos, pero todos debemos tener claridad con respecto a nuestro nombre, eso sí.

“Profe, los nombres no tienen ortografía”, me respondía una de mis estudiantes al tratar de decirle que María, tiene tilde en la “i”. No tuve en ese momento un argumento contundente para corregirle. A decir verdad, yo también creía que los nombres no tenían ortografía, pero creo que es algo un poco más complejo que una libertad absoluta para escribir nuestro nombre como se nos dé la gana, o mejor, como a nuestros papás se les dio la gana.

Resulta que sí, sí se puede escribir el nombre con libertad de forma; esto en tanto el sonido de los fonemas sea equivalente. Así las cosas, Jimena y Gimena no tienen por qué combatir por cuál es la correcta escritura de su nombre. Tampoco tendrían que hacerlo Helena y Elena, pero este aspecto de los nombres no alcanza a ser su ortografía en sentido completo. Es apenas su morfología. Sí, eso es, los nombres no tienen morfología.

Pero la ortografía trae más cositas consigo. El acento por ejemplo. Con el acento ya la cosa es a otro precio, porque si hay algo que sea problemático para los jóvenes, son las reglas de acentuación. Puede que para algunos de ustedes, trinadores influyentes o blogueros consumados, el manejo de estas normas sea algo de uso diario, pero a los chicos se les dificulta. Y viendo algunas tarjetas de identidad por ahí, veo que hay muchos papás a los que también. No es pecado desconocer. La falta verdadera radica en saber que nos falta algún conocimiento y no tratar de obtenerlo.
Los acentos aplican a todas las palabras de la lengua castellana, incluyendo aquellas que se originalmente se consideraban extranjerismos. Hubo una época distante en la que se escuchaba poco por acá del football, pero cogió fuerza y ahora se llama fútbol, palabra grave que no termina en “n”, “s” o vocal, y por lo tanto lleva tilde. Así, conforme pasa el tiempo se incluyen palabras a nuestro idioma, y abundan los nombres, por supuesto.

¿Cuántos homónimos del troyano Héctor puede haber por ahí? Menos de los que creen. De tres amigos míos con ese nombre, cédula en mano, ninguno se llama Héctor. Con la cara caída de la vergüenza tuve que decirles que se llamaban Hector, con el acento en “tor”. No tan cerca del héroe mítico, pero si cerca del héroe nórdico, ése que está tan de moda con esta horda de héroes de Marvel (sin tilde, “Marvel” no está castellanizada). La verdad me gustan mucho esas películas, tal vez le ponga a mi hijo Hec-thor.

Sofía, Héctor, Víctor entre muchísimos otros nombres están sujetos a las normas de acentuación. Los dos últimos por ser graves y no terminar en “n”, “s” o vocal. El primero porque tiene hiato y se debe marcar la tilde en la vocal cerrada, o sea la “i”. Así, resulta un poco paradójico que sea igualmente improcedente nombrar a nuestros hijos con el nombre Hétor, sin la “c” pero con la tilde, y Hector con la “c” y sin la tilde, porque éste último sería HecTOR, al que se le varó el moTOR, y lo remolcó con un tracTOR. Mejor aún, puede aparecer un Bíktor en nuestras vidas sin que a nadie se le desacomode el peluquín, pero a todos los Victor del idioma español hay que regalarles la tilde que les falta, para que se conviertan en Víctor, el victorioso, el del acento en la “i”.

Más fácil la tienen Michael, Lady, Steven y demás que también abundan en la geografía colombiana, ya que sus nombres se toman como anglicismo, y no se someten a las normas de acentuación. Ellos, felices, pueden seguir escribiendo sus nombres en su forma habitual (¿qué pasará con los “Maicol”, “Leidy” y “Estiven”? Algo debe haber para ellos, aún no lo sé. Tal vez algún día escriba sobre cómo castellanizar su nombre extranjero y no morir en el intento).

En cuanto a los demás, aquellos que leyeron esto y se dieron cuenta que a su vida le faltaba una tilde, la decisión es suya. Amen su nombre, pero respétenle también, y si a sus padres se les voló el acento ortográfico a la hora de registrarlo, pueden ustedes poner esa tilde de ahora en adelante en virtud de esa hermosa ortografía que cada día ocupa un lugar menos relevante en nuestra vida diaria.

A Sofía, y a su tilde por supuesto.

@nachodiloyola

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