Tenía 15 años Francia Márquez cuando escuchó hablar por primera vez a Paulina Balanta, una mayora de su tierra, el corregimiento La Toma de Suárez, Cauca. Se reunían cada semana en una de las casas del lugar. En esa época, mediados de los años noventa, Paulina ya era una veterana. Arrancaba su discurso con una frase que se grabó a fuego entre los que la escuchaban: “Quien no lucha, no va al cielo”.
Paulina Balanta, desde la década del cuarenta, vivió de vender chontaduro y crio a siete hijos sin necesidad de estar arriando marido. No necesitó ir a la universidad para inspirar a lideresas como Diana Granja o Mamá Cuama, quienes emprendieron quijotadas como defender los manglares en Tumaco -hasta ahí llegó su influencia- o alzar la voz ante la injusticia que para ellas significaba el Plan Nacional de Desarrollo impuesto por primera vez en el país en el año 2000 durante la presidencia de Andrés Pastrana Arango.
No, Paulina ni siquiera fue al colegio porque ella fue víctima de un sistema segregacionista y excluyente que olvidó al Pacífico durante todo el siglo XX. Jamás aprendió a leer y a escribir. Sin embargo, supo inculcarle a la actual Vicepresidenta, desde que era una jovencita, el respeto por la Casa Grande, nombre con el que estas comunidades afro conocen al mundo.
Francia se acuerda de Paulina desde los 15 años, pero la influencia arrancó desde mucho tiempo atrás
Tenía cinco años cuando lo primero que hacía al salir de la escuela era ir al río Ovejas. Su mamá y su abuela le daban una batea y ella sacaba el oro que le daban estas aguas. Después de recoger el oro, le quedaba tiempo a la jovencita de irse a nadar y luego a pescar usando la técnica del hilo que le enseñó su abuela.
El río Ovejas, por su riqueza, ha sido perseguido desde los primeros conquistadores que llegaron a este lugar embrujados por la fiebre de la manigua y la leyenda de El Dorado, pero la resistencia ancestral a que les quitaran su riqueza empezó a resquebrajarse hace treinta años cuando las mineras quisieron desviar el río.
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Entonces apareció Paulina. Francia Márquez dice que ella no aprendió a ser ambientalista en la universidad, sino a través de esta mujer que además fue partera y enseñó el cuidado y la defensa de sus derechos también a través del canto. En el Pacífico, según lo ha dicho una y otra vez Francia Márquez: “la comunidad se forja por medio del bombo, el cununo y la marimba, que son instrumentos musicales, o a través del canto”.
Querían desviar el río Ovejas y la voz de Paulina fue la que más duro sonó. Y la escucharon. Aún recuerdan en La Toma que la movilización estuvo llena de niñas y mujeres jóvenes como Francia que encontraron en Paulina Balanta el faro de sabiduría con el que jamás quiso alumbrarles a ellas el Estado. Las mineras quisieron hacer una represa, pero las mujeres se lo impidieron. En esas reuniones fue donde Francia Márquez escuchó una de esas frases que le quedaron grabadas en la piel: “El territorio es padre y madre y uno no daña a padre y madre”.
A los noventa años se fue Paulina Balanta, pero su voz retumbará durante generaciones
Ha partido una gran mujer, Paulina Balanta, una mayora que nos enseñó el valor de defender el territorio como un espacio de vida. Ella me enseñó a tener coraje y valentía para afrontar los desafíos que nos pone la vida. Ella nos enseñó que “el río era padre y madre”, a ella le… pic.twitter.com/mDyjZp7VUN
— Francia Márquez Mina (@FranciaMarquezM) July 4, 2023
El legado no quedó escrito en piedra sino a través del canto de las mujeres que siguen resistiendo y en esta forma, la Vicepresidenta recordó a una de sus maestras.