Tras la segunda guerra mundial, casi todo el territorio francés había quedado devastado. Buena parte de sus jóvenes habían muerto y no contaba con la suficiente mano de obra para reconstruir sus ciudades; entonces como medida de recuperación recurrieron a sus colonias africanas: Marruecos, Argelia y Túnez. De allí trajeron una gran cantidad de obreros, para desempeñar trabajos no calificados, en especial de construcción. Fue así como se produjo la primera ola de inmigración, denominada de los años 50´s, posteriormente en los años 70´s se produjo una nueva llegada masiva, la que se llamó la reunificación de las familias. Luego sobrevino la independencia de Argelia, de la cual Francia tenia posesión desde 1830; tras casi 8 años de lucha (1954-1962), entre el Ejército Galo y el Frente de Liberación Argelino. Marruecos hizo lo propio en 1956, y casi en simultáneo, Túnez consiguió el autogobierno en 1955, y para 1956, su independencia, constituyéndose como una monarquía constitucional.
Las antiguas colonias sacudidas por tremendas crisis, tras los procesos de liberación, se vieron incapaces de garantizar una economía sustentable, y fue así como millares de sus conciudadanos al dominar perfectamente el idioma emigraron a Francia en busca de oportunidades, siendo ubicados rápidamente en puestos de trabajo mal remunerados y con las perores condiciones de vida. Dados sus bajos ingresos, la mayoría de inmigrantes se ubicaron en la periferia de las grandes ciudades, en especial de Paris, conformando unos cinturones de miseria denominados, “Banlieue”. Donde este un comienzo: La pobreza, la marginación, la falta de infraestructura, la alta criminalidad, el desempleo, la estigmatización (algunas veces propiciado por los medios), el radicalismo religioso y las actuaciones policiales, convirtieron a estos suburbios en verdaderas calderas, hasta el punto de poner a arder en llamas a Paris esta semana, tras la muerte de un joven de origen argelino en manos de un agente del orden.
En resumen, la pobreza presente en los “Banlieue”, ha generado una segregación étnico-racial (a pesar de haber nacido en Francia, no se consideran franceses), propiciando que estas comunidades no se sientan integradas a la sociedad, y si se le suma a ello la escasa y mala educación recibida, debido a que los profesores temen hacer presencia por la alta peligrosidad de estos sectores; facilitando con todo ello a que estas comunidades sean dominadas por la delincuencia, el extremismo religioso, el odio y la rabia. Manifestándose finalmente como un conflicto contra la policía y las autoridades en general.
¿Tendrá solución? Le corresponde al presidente Macron extinguir ese fuego. Aunque tantas aristas de este conflicto no parecen ser fáciles de abordar.