Dicen que el machismo se consolidó como concepto cuando el feminismo levantó sus voces en los años setenta.
Era natural. El feminismo no podía salir a defender los derechos de la mujer sin ir en contra de algo. Para que se entendiera qué era feminismo, era vital consolidar su opuesto: el machismo.
Así, la entonces clasificada prepotencia de los hombres y todos aquellos comportamientos ofensivos y denigrantes contra las mujeres se convirtieron en la columna vertebral del nuevo concepto.
Pero con la fuerza del feminismo cayeron en desgracia prácticas que no son necesariamente machistas.
Dejar pasar a las mujeres primero, ofrecer pagar una cuenta, abrir la puerta de un carro, brindar el asiento, y cargar de vez en cuando paquetes pesados (solo para mencionar algunas) se convirtieron en sinónimos de irrespeto.
En ese proceso perdimos algunos aliados y aliadas: personas que no se identificaban con el extremismo del feminismo, pero que estaban a favor de redefinir nuestros valores sobre la igualdad de los sexos.
No en vano, hoy la sola palabra feminismo genera aversión en personas que en su diario vivir pregonan y practican la igualdad de género.
¿Cómo atraerlas de nuevo?
Dejemos en claro que hay prácticas que podrían ser llamadas masculinas en vez de machistas. Y que hay algunas que son muy femeninas y no son machistas.
Insistamos en que estos comportamientos pueden ser practicados tanto por hombres como por mujeres.
Simples conductas humanas que algunos utilizan para definirse como hombres o como mujeres y que se desarrollan dependiendo de nuestras relaciones y atracciones. No es más.
Para ponerlo en términos más claros y como me dijo un amigo:
No por que te abran la puerta, te van a pegar….