Hace unos días volví a ver la serie “Cómo se convirtieron en tiranos” (Netflix 2021) y lo hice porque recordé que la primera vez que la vi, pensé que en nuestro país tenemos perfiles cercanos a esa posibilidad. No estaba equivocado.
La transformación de un demócrata en un tirano, aunque puede ser un proceso complejo y multifacético, implica una serie de factores y circunstancias específicas. La democracia y el autoritarismo parecen ser opuestos en su naturaleza, pero existen situaciones en las que un líder democrático puede tomar medidas que erosionen las libertades y los derechos fundamentales, convirtiéndose así en un tirano.
La concentración de poder es uno de los primeros pasos hacia el autoritarismo. Sentarse en la silla principal desde la que se gobierna un país puede dañarle la cabeza a cualquiera. El poder embriaga y puede convertirse en un vicio. A medida que el gobernante adquiere más influencia y control sobre las instituciones, puede aprovecharse de su posición para debilitar los mecanismos de control y equilibrio, concentrando así todo el poder en sí mismo. Todo puede empezar por no respetar la división de poderes y retar a todo aquel que no se alinee con sus posturas.
Por otro lado, la manipulación de la opinión pública, en la época actual a través de la redes sociales o desde un balcón o plaza pública, es otro indicador de las intenciones que pueda tener el gobernante. Victimizarse para así exaltar los ánimos de sus seguidores es una jugada que puede darse y que funciona en la medida en que la sociedad carece de pensamiento crítico y que en países convulsos la esperanza del cambio los puede enceguecer.
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Lo anterior va de la mano de tratar de influir en los medios de comunicación, ya sea manipulándolos (esto puede ser a través de pauta) o de restringirlos para minimizar su alcance a la vez que los convierte en enemigos que desinforman y faltan a la verdad. Hace unos años vimos como en Venezuela Chávez cerró canales de televisión, emisoras de radio y periódicos, dejando la información solo a los medios oficiales.
Siguiendo la línea, la represión política se presenta, al principio en pequeñas dosis, como un camino para evitar las críticas y tener así pleno control de la narrativa que se le entregará a la opinión pública. Hemos visto países, no muy lejos del nuestro, en el que persiguen a los líderes de la oposición, los encarcelan e incluso los asesinan.
Un prospecto de tirano trabaja a diario en generar culto a su personalidad y en procurar ser visto como el salvador, como aquel que puede lograr las transformaciones necesarias que la sociedad necesita, sin importar el camino que haya de tomar. Y aquí juega un papel muy importante esa intención de manipular la historia (sumando todo lo que ya he mencionado) y con un mensaje que se repite hasta el cansancio procurar cambiarla o desvirtuarla. El líder que va transformándose en tirano considera y quiere que la opinión crea que antes de él no había nada y que sus propuestas son las únicas que sirven.
Como sociedad nos cabe una enorme responsabilidad. Venezuela o Nicaragua seguro no pensaron llegar al punto en el que hoy se encuentran. Somos los ciudadanos los que, en última instancia, debemos mantener una vigilancia constante y proteger los valores y principios fundamentales de la democracia. Debemos estar atentos y ante cualquier señal, unirnos y no permitir que nos arrebaten las libertades.
Cápsula: Luchar por la Paz es muy duro, difícil, peligroso; se ganan enemigos gratis. Pero es mucho más duro trabajar por la paz cuando los que dicen luchar por ella, trabajan y con gusto, sólo para un actor del conflicto. Vetar abogados por el hecho de no dejarse adoctrinar, por no callar con lo que no está bien, solo deja mal parado a quien ostenta la investidura institucional de la Paz Total. Luchemos por la Paz Total sin trampas, sin mentiras. Luchemos por la Paz total con todos los actores del conflicto.