La naturaleza agradecerá tu omisión del raciocinio humano por la indiferencia.
Miles de años en construcción para ser devastada en menos de dos siglos y sin piedad devorada a un colosal ritmo en menos de 5 décadas. Continuamos con nuestras necesidades transitorias y la adhesión irreversible por el dinero. ¿Qué pasará si no actuamos de manera rápida con efectividad?, para no colapsar los sueños de los chicos y las esperanzas de los grandes. Hago parte de la raza superior; la de los grandes descubrimientos, las creencias y los apegos; frágil como ninguna otra, mortal y brillante. Su grandilocuencia ilumina los grandes senderos cementados con estructuras de hierro, ¡fuera! los caminos verdes y llenos de oxigeno; edificios, fabricas, puentes y casas; grandes insignias de nuestro contraproducente desarrollo, hacen parte del sometimiento irreversible hacía lo que no sea un ser humano.
El planeta ofrece pasajes inimaginables para cualquiera de nuestras cabezas.
Grandiosos posos llenos de reflejos en donde las nubosidades bailan disfrutando su corta fase gaseosa y magnificencias, con varios anillos y verdosas hojas.
El agua, la vida; cumple un objetivo imprescindible para poder vivir, sin ella no sobreviviríamos ni unos pocos días antes de morir deshidratados, hoy la mal gastamos como nunca antes, solo por agregar, se gastan 4.400 litros para producir las zapatillas deportivas; un pantalón vaquero de algodón, 3.000 litros; una camisa de fibra sintética, 1.000 litros y una camiseta de algodón requiere 1.200 litros. El oxígeno necesario para todo ser vivo en el planeta es producido por algas en el océano y plantas en general. Estas últimas, desfallecientes por el calentamiento global producido por nuestras excentricidades, están desapareciendo precipitadamente sin retorno; las algas muriendo por el cambio de su PH en el agua donde habitan y las plantas por infinidad de razones, entre las cuales destacan: la tala de árboles excesiva para obtener materia prima; el papel de tus libros, la mesa donde comes y la puerta que te aísla del mundo, están incluidos; la agricultura y ganadería extensiva, la expansión de las ciudades, entre otras.
Nuestro ritmo de vida actual agobia y mata sin excusa alguna, el único lugar que tenemos para ser o no ser; reír a carcajadas con tu madre mientras ella se limpia el helado de su camisa en un día de domingo, salir a montar bicicleta con tus amigos o llorarle a la muerte por un ser querido. La vida es bella, como bien lo demostró Roberto Benigni, director de la película con el mismo nombre. Es cierto que es difícil entenderla y no tiene ningún sentido valedero y que al final cuando medio la empiezas a vislumbrar entre tanto tiempo perdido, ya estás muerto. Podríamos preguntarle al Papa Francisco qué sigue después de todas estas simplicidades complejas, y estoy seguro que ni él, cúpula máxima de la religión con más creyentes en el mundo podría responderme, el apologético corto y el tiempo partiendo. Entonces que más que cuidar el planeta índole de tu vida misma. Tú, una ramificación de este mágico lugar. Dejemos huella como la civilización que logró salvar lo que por el momento está a punto de quedarse para nunca más volver.
Logros partiendo instantáneamente, volando entre animales y bosques agradecidos por seguir disfrutando de su ciclo natural sin extracciones ni interrupciones maquinarias. Comenzar mañana es tarde, para que gorriones silben sublimando tus sueños, perros ladren despertando medio barrio y gatos maúllen compartiendo su frialdad. La cotidianidad manifestada en animales urbanos, los comunes, los de siempre, los que te acompañan fielmente. Dan una muestra clave de nuestra estrecha relación indeleble con la naturaleza. Observémoslos, siguen ahí. Esperando su acontecer por los giros alrededor de nuestras peticiones contranaturales.
La naturaleza agradecerá tu omisión del raciocinio humano por la indiferencia, dejando a un lado la lucha por la subsistencia de la raza humana y mirando horizontes repletos de maravillas vivas.
