Es innegable que en materia de campaña, Gustavo Petro llegó a la presidencia, por la cuestión muy hábilmente calculada de tener en su estrategia a comunicadores discutiblemente éticos pero eficaces (Roy Barreras, Guanumen), capaces de transmitir mensajes de impacto, teñidos de suciedad, pero en el momento apropiado.
Por supuesto, también llegó allí, esencialmente por el descontento acumulado por muchas décadas en la mayoría de colombianos ante la violencia, la repartija politiquera y la corrupción, y por el pésimo, turbio y lesivo mandato de Iván Duque y sus coequiperos en materias de paz, derechos humanos o confianza pública.
Quedándonos en lo que a comunicación se refiere, también es innegable que hay personas que “callan cuando callan, y callan más cuando hablan”, personas que nunca pueden “mejorar el silencio”. Iván Duque es una representación viva de ese fallido modo de expresarse.
Cada cosa, cada opinión, cada albur que sale de Duque resulta en general errático, común, poco creíble. Él es una de esas personas que hacen pensar que uno se salva solo si hace todo lo contrario de lo que él diga, aconseje o sentencie. No es alguien a quien resulte fácil recibirle un salvavidas en un naufragio.
Y ese es el asunto peligroso, muy peligroso hoy. Sucede que siendo descalabrado en muchos campos el arranque que pronto llegará a un año en el gobierno de Petro (Minas, Cultura, Economía, paz total, seguridad, criminalidad), siendo desteñidos, pero agresivos y arrogantes buena parte de sus funcionarios, Duque se dio a la tarea de relanzarlos, de subirlos a la cúspide.
Muy fácil resulta esto: Duque dice que Petro es emperador (sobre todo cuando lo dice un duque), y viniendo esta cosa de él, Petro pasa a ser representación de democracia; Duque dice que la Unasur es servil a Maduro, y la Unasur cobra vida; Duque dice que la reforma tal o cual no sirve, y la reforma pasa sin debate.
Dicho de otro modo, guardó breve silencio y le dio por hablar y al hablar deja sin piso cualquier crítica a Petro. Ya se sabe, si lo dice Duque hay que hacer lo contrario.
Creo que en este momento Petro se debe estar relamiendo con el hecho de que a Duque le dejen la máquina de escribir y el micrófono
Seguramente cree Duque que metiendo presión en esto hará que el mal recordado Diego Molano llegue a la Alcaldía de Bogotá o Cabal a la Presidencia; y se equivoca brutalmente. El gobierno Petro no va bien, se espera que mejore, pero no va bien; pero si la crítica la vuelve pieza de discurso Duque tratando de aparecer todos los días en los medios, no hará más que garantizar todo el éxito a Petro independientemente de lo que haga Petro.
Un periodista mexicano, contaba Alfredo Molano, dijo alguna vez cuando el subcomandante Marcos alzado en armas estaba en la cúspide de la insurgencia, que a Marcos era mejor dejarle las armas, pero quitarle la máquina de escribir. Era entonces Marcos un orador y un transmisor de mensajes excepcional.
Creo que en este momento Petro se debe estar relamiendo con el hecho de que a Duque le dejen la máquina de escribir y el micrófono; que lo dejen hablar como un sinfín. Creo que hasta le pagarían desde el gobierno, si fuera posible, para que siga hablando en contra del gobierno, porque cuando Duque habla, ya se sabe, todo lleva a huir al huir al lado contrario.