Voy a decirlo de la manea más directa, hay que ir a ver a Roger Waters al menos una vez en la vida. No existe un show más sublime que el que ofrece el creador de Pink Floyd. Lamentablemente el tiempo pasa para todos, hasta para los mismísimos dioses y Waters a sus 78 años anuncia su despedida de los escenarios. Por eso está dando su gira de despedida y anuncia que aterrizará en Bogotá el próximo 5 de diciembre en el Coliseo Live. Será la tercera vez que nos visita. He ido las dos veces anteriores, 2006 y 2018. Son experiencias completamente diferentes. Un álbum creado por Waters es apenas un borrador. Como los grandes artistas de la humanidad su obra nunca termina. Siempre da versiones que se acercan a su objetivo máximo, la perfección. Por eso emprendió la tarea de volver a grabar su obra cumbre, Dark side on the moon y, los que lo han escuchado, han dicho que logró lo imposible: mejorar una obra maestra. Por eso no es excuso tachar a Waters y decir que no se vuelve a ver la pirámide de láser cuando esta todo el tiempo se está renovando. Waters, en 100 años, con la distancia que siempre da la historia, tendrá la importancia de Beethoven, de Mozart.
Llegaron los precios de la boletería para ver a Waters. La más cara vale 800.000 pesos, estarías tan cerca que hasta te salpicará el jugo divino de su sudor. Pensar que hace un año se peleaban por pagar 2 millones de pesos para ver a Bad Bunny me revuelve el estómago. Si, no me importa quedar como un viejo desdentado que despotrica a los cuatro vientos contra la música nueva. Creo que mientras las plataformas y los adelantos tecnológicos ayudaron a que la televisión llegara a su época de oro, la música ha sido mutilada por internet y ayuditas como el autotune. Se mutiló la armonía, lo que hay es ritmo, un sonido que ayude a mover descontroladamente las caderas. Pero la música es contemplación. La música debería ser una llave que abra nuevos portales. En los discos que hizo Waters con Pink Floyd en los años setenta y ochenta estaban esas claves y aún sirven –con la pastilla correcta- para transportarte a otra dimensión. Pero la experiencia se vive completa yendo a uno de sus shows. Es un despropósito que un show de reguetón para ver a Karol G cueste un palco 15 millones de pesos y para ver en primera fila a uno de los dioses vivos solo 800.000 pesos. Parafraseando a Fernando Vallejo vale decir lo siguiente: ¿en qué momento la muchacha del servicio se nos volvió la dueña de la casa?
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Es un despropósito que un show de reguetón para ver a Karol G cueste un palco 15 millones de pesos y para ver en primera fila a uno de los dioses vivos sólo 800.000 pesos
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Dios ha sido linchado por una masa infecta, nada tiene sentido. Por eso es de valientes hacer lo que hizo el señor Alfredo Villaveces de arriesgarse a traer a un monstruo de la música en un país donde prima el mal gusto, la chambonada, el reggetón. Donde figuritas de la intelectualidad como Carolina Sanín, dándoselas de abiertos, de loquillos, justifican aberraciones como la de Maluma afirmando que la música es frivolidad y que todo es relativo, que lo mismo la opinión de un burro que de un gran profesor.
Roger Waters regressará a Colombia. No importa si se saben todos sus discos, si han visto The Wall, a un concierto de Waters hay que ir por obligación. Es una experiencia que debes sentir antes de morir, igual de importante que visitar las pirámides de Egipto, el Taj Mahal, el Machupichu o el General Santander. Vendan todo, ha llegado el maestro.