Por más que se empeñen en desplegar sus ritos de intimidación a la sociedad y por más que el Pacto Histórico los exalte y haga todo lo posible por llenarlos de justificaciones y dineros públicos, lo cierto es que los milicianos no nos han derrotado ni nos derrotarán.
Sí es cierto que han crecido mucho. Es cierto que han extendido su control territorial en amplias zonas del campo y de las ciudades. También es cierto que los milicianos han sabido aprovechar muy bien las ventajas que Petro les ha dado por decreto cuando descabeza a la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas constitucionales y cuando ordena estratégicamente ceses del fuego que no les toca cumplir sino a los soldados y a los policías. Pero que no crean que ya lograron acabar con la democracia colombiana.
Los milicianos creen que porque han extendido sus cultivos de coca a casi 300.000 hectáreas, están ganando. Creen que porque han podido ampliar su extorsión miserable a las ciudades capitales, están ganando. Creen que porque han podido rendir y humillar a unidades de ejército y policía a través de “cercos humanitarios”, están ganando. Juran que porque movilizaron los votos de sus regiones a punta de plata y fusil, ya ganaron.
No están ni tibios. No tienen ni idea de lo que está ocurriendo en el alma nacional.
La sociedad colombiana está pasando del miedo al repudio. Eso es lo que verdaderamente está ocurriendo. Del miedo al repudio.
La sociedad colombiana quedó muy asustada con el vandalismo y los bloqueos que paralizaron la economía durante 45 días en 2021. La sociedad colombiana sentía mucho miedo cada vez que Petro amenazaba con incendiar al país si no ganaba las elecciones. Al comienzo del gobierno la sociedad se asustaba cada vez que salían a amenazar con sacar sus milicias a las calles.
Es apenas comprensible: el eje estratégico de la milicianización consiste en el uso de la violencia y el miedo como formas de ejercer el poder a fin de imponerle a la sociedad su tiranía económica e ideológica.
Pero los milicianos se equivocan en el punto central: no han sabido interpretar el alma nacional.
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Los milicianos se equivocan en el punto central: no han sabido interpretar el alma nacional
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Es cierto que ellos han podido someter a algunas comunidades campesinas e indígenas, también es cierto que han podido humillar algunos barrios vulnerables de las ciudades. Es más, también es cierto que hay municipios importantes que han caído bajo su tiranía criminal, como Buenaventura o Jamundí, o como Arauca o Apartadó. Pero eso no quiere decir, de ninguna manera, que ellos hayan podido doblegar el alma nacional.
El alma nacional tiene dos signos fundamentales: el colombiano no está dispuesto ni a morir de hambre ni a morir de miedo.
Es por esto que los colombianos están cada vez más decididos a impedir que los delirios ideológicos y las irracionalidades económicas nos lleven a la ruina.
Y este es el motivo por el cual, también, los colombianos están pasando del miedo al repudio. El sentimiento que uno logra medir en las distintas regiones y en las diferentes esferas sociales es que la gente comienza a repudiar todo tipo de expresiones milicianas, por más que quieran decorarlas con discursos ideológicos y seudosociológicos.
Yo no diría que esto se parece a las hostilidades políticas que hemos vivido en lo que llevamos desde la Constitución del 91. Ni siquiera se parece a las radicalísimas hostilidades que se han vivido en eso que hemos dado en llamar la polarización de la derecha y la izquierda. No. Esto es diferente. La gente está repudiando a las milicias. Esto va más allá de la crítica política o ideológica. Lo único con lo cual es comparable es con aquello que la gente llegó a sentir por las Farc. La gente está repudiando a todo tipo de milicias como la gente repudia a las Farc.
Por eso la sociedad democrática va a movilizarse y va a hacerlo como se debe: a través de los caminos constitucionales y cívicos. A través del Referendo contra la milicianización de Colombia.
Esto es un desafío entre ciudadanos y milicianos.
¡Y lo vamos a ganar!