¿Cómo explicar a Petro (el rey sol) y su corte?

¿Cómo explicar a Petro (el rey sol) y su corte?

Los que no elegimos a ese nuevo Rey Sol (Petro), estamos a merced de unos terribles tres años de tragedia, miseria de concretarse una sospechosa reforma electoral

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
mayo 19, 2023
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¿Cómo explicar a Petro (el rey sol) y su corte?

Frente a la arremetida del Rey Sol Caribeño (Petro I) que afirma que “el estado soy yo” y a las ínfulas de la soberana asignada para promover el racismo inverso Doña Francia, la infanta del “elicotero” (de malas), mientras los deseos se convierten en ley y los derechos adquiridos a decidir en cuanto a nuestra salud y a nuestro sudado ahorro pensional se vuelven humo tras la pantalla de sombras chinescas llamadas arteramente “el cambio”; a medida que caemos en el abismo creado por una parvada de incompetentes, mediocres y resentidos; los ciudadanos que, conociendo al pasajero por la maleta (un “ex” guerrillero de bajo nivel, un ex alcalde bastante vulgar) y tuvimos el acierto de no votar por él, aunque la opción contraria el Sr. Rodolfo Hernández era muy cuestionable, los que no elegimos a ese nuevo Rey Sol, estamos a merced de unos terribles tres años de tragedia, miseria, incapacidad y estupidez a granel que, de seguir moviéndose los hilos de una sospechosa reforma electoral, nos puede condenar a una posible reelección infinita de esta piara de incompetentes y resentidos que hoy en día asientan sus posaderas en el solio presidencial y vice presidencial en este paraíso del realismo mágico llamado Colombia.

Al son caribeño del baile de Doña Alcocer (la princesa consorte), en medio de la luna de miel africana de Doña Francia y mientras observamos en su gira real a España al aspirante a Emperador con su colgandejo (la medallita impuesta por el Rey de España) que no se quitaba ni para ir al excusado, veíamos con tristeza como Colombia está a la deriva en manos de los grupos armados y de una “paz total” que se quedó como todo en una frase oportuna de campaña y ya tristemente negada (bueno, si niega hasta al hijo) por el reyecito de marras. Todo lo anterior en medio de la incertidumbre de las decisiones de un congreso que rebosa de miermelada (no está mal escrito, esta es una mermelada muy particular en el sentido coprológico) y con la espada de Damocles que pende sobre los demás poderes que aun hacen contrapeso al del Rey Petro I pero que ya se encuentran bajo amenaza y, muy posiblemente, en camino de convertirse a futuro en la corte aduladora del soberano de marras.

Entonces, ¿cómo le explico señor lector, señora lectora, (si llegó hasta aquí) que ni Petro I, ni su consorte, ni su vice reina (con noviecito incluido), ni sus ministros (que son un homenaje a la insignificancia) son y serán por lógica de una democracia (más en papel que en la realidad) empleados tanto de aquellos que los votaron como de aquellos que no lo hicimos? Es que desafortunadamente no hemos entendido que el desastre (no solo en Colombia sino en gran parte del orbe) se debe a que estos individuos llegan al poder no como servidores públicos subordinados a cada ciudadano o ciudadana de la nación sino como caudillos infalibles, salvadores de la patria y reyecitos de pacotilla que sojuzgan a los que dicen “gobernar” y se sienten elegidos no solo por los votos sino por los designios de un Dios ignoto, por una fuerza superior que los ubicara en los altares de la historia.

Es difícil explicarle al vulgo que ellos no deberían disfrutar de groseros privilegios (de casta, dicen por ahí) como viajes en “elicotero”, paseos mil millonarios a España, Inglaterra o África, discursitos proselitistas desde el balconcito del pueblo, paseos en camionetas de lujo, opíparas comidas en palacio y de estar por encima de sus jefes, los ciudadanos, para despreciarlos (los “blanquitos ricos” o los “cuatro mil más ricos”) fomentando una estúpida lucha de clases de una ideología caduca, fracasada y hoy revivida con retazos minoritarios que llaman “excluidos” para atraérselos a su bando y, así, dar una imagen progresista a su pastel inmundo de izquierda.

Aún no hemos entendido que el desarrollo requiere de una disminución de un aparato del Estado paquidérmico e ineficiente, no hemos entendido que desde Petro I a cualquiera de estos reyezuelos de quincalla nuestro poder como ciudadanos es superior a sus ínfulas y a esos privilegios que deberíamos arrebatarles para que cumplan con su trabajo que es el de administrar juiciosamente los recursos que todos aportamos al estado. Que por esto en países como Suiza o Suecia los gobernantes se subordinan al bienestar de sus electores, carecen de privilegios groseros y deben rendir cuentas frente a sus desaciertos.

Es necesario entender que debemos deslastrarnos de la idea del cacique, del rey, del emperador, del soberano si deseamos conformar una verdadera democracia de los ciudadanos, por los ciudadanos y para los ciudadanos. Quitarles el palacio presidencial, el avión presidencial, los vehículos de lujo y pagarles un salario justo tal cual como se hace en la gran empresa con los CEO o gerentes que deben dar resultados positivos y que, si desean privilegios, pues deben costeárselos ellos mismos con su ingreso establecido por las respectivas juntas directivas, concejos de dirección o accionistas de la empresa. Que una vez cumplido su periodo deben dejar el cargo y permitir que otro sea ubicado en el mismo para dar un nuevo enfoque, establecer continuidad a lo que funciona y ofrecer enfoques innovadores que propongan una mejora constante en la calidad de vida de los ciudadanos (sus empleadores) y no, como pasa en nuestros reinos bananeros, seguir hasta que el cuerpo aguante soportando a estos reyes de oropel, princesas de la farándula y vice reinas en “elicotero”.

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