Partiendo de la coyuntura actual, es decir, de los diálogos de paz entre el gobierno Santos y las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y de la puesta en público del Plan Nacional de Desarrollo, es notorio que la cuestión agraria y la minería sigue siendo un punto de tensiones y contradicciones. Este punto tiene relevancia para ambas partes ya que la distribución de la tierra y el modelo de desarrollo rural, son identificados como causas estructurales del conflicto social y armado en Colombia, esto teniendo en cuenta las conclusiones del informe de la Comisión Histórica del Conflicto.
En este orden de ideas, en un escenario de post conflicto el sector agrario colombiano tendría que afrontar varios retos. La distribución de la tierra tiene que ver con los grandes latifundios del país (ganadería, caña, palma africana, etc), es por esto que dentro de las exigencias de organizaciones sociales como la Mesa Nacional de Unidad Agraria, se reivindica la necesidad de hacer un reordenamiento territorial del país. Más que reforma a la estructura agraria del país, es una reforma agraria regional o territorial, una reorganización territorial con carácter social, ambiental, político y económico, que cambie la desigual distribución de la tierra. Reforma en la cual se buscaría abolir el latifundio improductivo, para apoyar con fuerza la productividad del pequeño propietario, las pequeñas parcelas o minifundios. Debido a esto, el éxito de asuntos como la política de restitución de tierras y la creación de Zonas de Reserva Campesina, son vitales para solucionar en parte el problema agrario .
Sin embargo de la mano con el problema de la distribución de la tierra esta el del modelo de desarrollo agrario. No es casual que en el año 2013 hubo grandes movilizaciones que exigían políticas proteccionistas para el sector rural, esto se da como respuesta a las lógicas del modelo neoliberal de apertura de mercados, representado concretamente en los Tratados de Libre Comercio. Precisamente los que se movilizaron fueron los pequeños y medianos propietarios y productores del sector agrario, ya que sus intereses no han sido representados en el congreso. Motivo por el cual, las políticas que se han venido implementando en el país han beneficiado la inversión de capitales extranjeros en el campo colombiano y el fortalecimiento de la agroindustria competitiva. Lo cual no parece cambiar mucho con el actual Plan Nacional de Desarrollo.
De esta forma habría que superar la tensión entre el modelo de desarrollo rural del gobierno y los intereses de los pequeños y medianos propietarios (redistribución de la tierra y políticas proteccionistas). Puesto que el problema no es solo de estructura de la tierra, sino también de producción y de mercado, ya que todo esta interconectado. Hay puntos de encuentro entre el gobierno y el campesinado, como lo son; los subsidios, el mejoramiento de vías, el acceso a bines públicos, los créditos, en fin todo esto para tecnificar el campo. No obstante el gobierno quiere una modernización productiva, lo cual implica adaptar el sector agrario a la globalización, por su parte el campesinado quiere mantener prácticas de tipo “tradicional” o no tan productivo. El asunto álgido es negociar el problema de la reforma agraria sin afectar el modelo de desarrollo rural, pero ¿qué pasa con la competencia de productos de otros países en mercado nacional?, ¿cómo cambiar algo sin que cambie todo lo demás?, estas son las encrucijadas del callejón sin salida.
En este orden de ideas, pretender un escenario nacional de postconflicto en el cual se haga real la paz, el perdón y la reconciliación, y al mismo tiempo formular políticas, programas, planes y proyectos que van en sentido contrario es muy contradictorio y peligroso. Iniciativas como la restitución de tierras o el fondo de tierras baldías, son pasos importantes pero si no se refuerzan con políticas nacional no dejan de ser paños de agua tibia. No se sabe hasta que punto el gobierno podrá tener a todos los actores contentos (empresarios, campesinos, guerrilleros, multinacionales), lo que si es claro es que las tensiones en torno al agro van a continuar y sospecho que no van a ser muy pacificas que digamos.
