Después de su último concierto en Caracas, el 14 de mayo del 2010, Gustavo Adrián Cerati se fue a su hotel. Los que lo vieron se alarmaron de que no propusiera una rumba como acostumbraba hacer cada vez que terminaba una presentación y necesitaba aplacar sus demonios. Lucía cansado, desorientado. Incluso decidió irse a su cuarto después de tomarse esta foto, la última que se tomó en vida, junto a su equipo.
Luego de tomarse esta foto Cerati se fue a su camerino y se desvaneció en su sofá. La puerta entre abierta alertó a uno de sus músicos quien lo encontró en la silla, con los ojos y la boca inquietamente abiertos. Lo llevaron de urgencia a un hospital en Caracas. Pasó la noche allí. Sus productores dudaban en dar la voz de alarma. No querían inquietar a nadie. Gustavo amaneció consciente y amargado. El accidente cerebro vascular que había sufrido le había paralizado la mitad del cuerpo. No podía hablar bien. No podía mover su brazo. Sin embargo le dijo a sus enfermeras que por favor le trajeran algo de comer. Sin hacerle un estudio previo ni nada le dieron una reina pepiada, nombre que reciben las arepas rellenas de cerdo y huevo de codorniz en Venezuela. Se la comió con voracidad y después pidió su infaltable cigarrillo. Vio una película y esperaba que se normalizara la situación.
Hacía 13 años que se había separado por diferencias irreconciliables con Charly Alberti, baterista del grupo, de Soda Stereo. Había comenzado una exitosa carrera de solista. A pesar de que esa gira no pudo llenar el palacio de los deportes de Bogotá, discos como Amor Amarillo o Bocanada son apreciados, una década después de su muerte, como potentes obras maestras, musicalmente superiores a cualquiera de su trabajo con Soda. Su concierto en Caracas tuvo altbajos. La subida de presión ya estaba ahí. Si se hubiera hecho un estudio serio no se le habría dado de comer una arepa rellena de cerdo y un cigarrillo Gustavo estaría con nosotros todavía. Pero a los cincuenta años su cerebro se apagó. En la noche del 15 de mayo se quedó dormido y nunca más se volvió a despertar.
En septiembre del 2014 su mamá tomó la determinación de desconectarlo. Hoy está enterrado en el cementerio de la Chacarita. Tendría 63 años. Todavía estaría de gira.