Durante la jornada de manifestación de la Minga indígena y su guardia en la Plaza de Bolívar, en el Centro de Bogotá, el único hombre armado que se veía a la redonda era el libertador en bronce que se alza en la mitad de la Plaza.
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El macizo Simón Bolívar de dos metros, que tiene en su mano derecha un sable desenfundado, y que desde hace 177 años ha sido testigo silencioso de marchas, protestas, peleas políticas y sociales, hoy parecía uno más de ellos. Una bandera roja y verde de la guardia del Consejo Regional Indígena del Cauca Nacional (Cric) le rodeaba el cuello como una pañoleta.
Algunos indígenas estaban vestidos totalmente de negro y otros totalmente de verde. Llegaron a Bogotá el pasado miércoles desde Chocó, Huila, Caquetá, Valle, Cauca y otros lugares para deambular en fila o lanzar arengas pacíficamente en la Plaza de Bolívar.
En la tarde de este jueves estaban distribuidos por toda la Plaza, en grupos de no más de 30 o 40. Algunos de ellos reposaban el almuerzo, otros caminaban, vigilaban o hacían fila para recibir un plato y un vaso plástico de colores con caldo de papas y pollo que remataban con una cucharada de arroz blanco encima.
En la Minga que se formó este miércoles y que va hasta el fin de semana, hay niños, adultos y ancianos que pasan de los 80 años. La decisión de llegar a Bogotá a tratar de que los Congresistas los escucharan, la tomaron durante el Congreso Indígena realizado en Silvania, municipio ubicado a un par de horas de Bogotá.
Allí, discutieron lo que estaba pasando con el Plan Nacional de Desarrollo y sintieron que no tenían más opción que hacer presencia en la capital para levantar la voz y hacer presión. Pasaron la orden a distintos Cabildos para que acompañaran la jornada. Desde diferentes lugares, principalmente del Cauca, donde nació el Cric hace décadas, se embarcaron 600 guardias en chivas y buses para cumplir con la cita.
La llegada de los indígenas a la Plaza de Bolívar de Bogotá, causó polémica entre los ciudadanos que por las redes sociales dijeron que habían llegado armados, que su presencia era intimidante, que venían a pelear como siempre lo han hecho contra el Gobierno de turno. Lo cierto es que ningún guardia indígena estaba armado. Ellos no pueden portar armas y su bastón no lo pueden usar de manera violenta.
Lo que tenían en las manos a su llegada al Capitolio el martes era el bastón de mando, un palo de madera que para ellos representa autoridad moral y simboliza la resistencia. Luis Acosta, coordinador Nacional de la Guardia Indígena, reconoce que la manera de portarlo por algunos de los guardias: cruzado y agarrado como si fuera un fusil, pudo ser un error por el símbolo que representó.
Luis Acosta aclara también que la presencia de los indígenas en la Plaza es más pacífica de lo que ha sido en otros años. “Hoy venimos a levantar la voz, como siempre lo hemos hecho, y venimos totalmente en paz. No buscamos ni queremos enfrentarnos con la fuerza pública como pasó por ejemplo en estallido social de 2021. Estamos acá solo para que nos escuchen”.
El ambiente en la Plaza es tranquilo, no hay tensión, aunque llegaron con peticiones y exigencias, no están indignados. No hay policías en la Plaza ni en las calles contiguas esperando revueltas. Solo hay un par de patrulleros de turno que vigilan las entradas al Capitolio y otros dos muy cerca de la entrada del parqueadero del Palacio de Justica, que parecen más concentrados en su conversación que en vigilar los grupos de guardias indígenas regados por la Plaza.
Aunque hay acceso, la guardia indígena no estuvo la Plaza de Armas, el lugar público más cercano a la Casa de Nariño. Los motivos que los pusieron en Bogotá, según lo explican los propios indígenas, no son directamente contra Gustavo Petro, el hombre que ellos también ayudaron a subir al Palacio presidencial. Todo lo contrario, la presencia de los 600 indígenas es para apoyar desde las calles y con movilizaciones, como lo pidió el Presidente desde el balcón el Primero de Mayo, las reformas que el Gobierno está poniendo a discusión, principalmente la de salud, la agraria y la paz total.
Para los indígenas es necesario que se reconozca, se exalte y valore el trabajo de los médicos ancestrales y los métodos que usan para curar. También apoyan tener mayor acceso a los servicios de salud que brindan en hospitales, los médicos y doctoras graduados en universidades oficiales. Ellos también necesitan –y no están en contra– de recibir los complicados tratamientos que curan enfermedades que a veces se les salen de las manos a sus médicos. También apoyan la reforma agraria que al parecer busca una mejor repartición de la tierra, tema de suma importancia para los indígenas, que es lo que siempre han reclamado.
Hay una molestia, que es una de las principales razones que tienen por estos días los indígenas, representados en los 600 hombres y mujeres que están en la Plaza de Bolívar y es la eliminación, en el último debate, de los artículos 31, 160 y 290 del Plan de Desarrollo que en la medianoche de este jueves conciliaron de Senado y Cámara.
Para los indígenas, dice el Coordinador de la Guardia, los artículos eliminados les dan reconocimiento y por eso su presencia de al frente del Capitolio, hacen referencia al catastro indígena, la regulación de condiciones especiales de encarcelamiento de su cultura y el trato especial en cuanto a requisitos en los procesos de licitación pública para comunidades étnicas, afros e indígenas.
El sábado vuelven a sus chivas y buses de camino a sus territorios, de donde no les gusta salir mucho. Se van con la esperanza de que en la conciliación no hayan votado la eliminación de los tres artículos del Plan de Desarrollo. Se van también con la tarea cumplida de decir con voz firme que apoyan las reformas de Petro y que siguen al lado del Presidente y del Gobierno que les prometió un cambio.