Lo que le pasó a Julio César González Quiceno, más conocido como Matador, nos deja una gran enseñanza: cuando el bufón es más respetado que el rey, no cabe duda de que a este le toca descabezarlo para bienestar de su propia incompetencia. En otras palabras, al caricaturista se lo descabezó del principal periódico nacional, simplemente porque se encontró la excusa perfecta para querer callarlo. Su criterio, sumado al agudo humor que lo caracteriza, importante para su quehacer, le ganó la enemistad de todos los que creen que su arte es un peligro para sus intereses personales.
Es que a través de un estilo muy definido ha logrado desenmascararlos, tal como lo indica teóricamente el origen del quehacer cómico. De allí que, si deseamos conocer su impronta, no está demás citar a Aristóteles, filosofo que plantea los siguiente: “la comedia es, como hemos dicho, mímesis de hombres inferiores, pero no en todo el vicio, sino lo risible, que es parte de lo feo; pues lo risible es un defecto y una fealdad sin dolor ni daño, así, sin ir más lejos, la máscara cómica es algo feo y retorcido sin dolor". Y sin lugar a duda, amigo lector, el trabajo que desarrolla Matador reconoce lo retorcido de la política nacional.
Precisamente, a las personalidades políticas colombianas les duele que se mofe de ellas, porque en esa burla estas reconocen su propia fealdad: la de la corrupción rampante que por antonomasia no nos deja progresar, algo que de por sí las somete a la crítica permanente de los lectores que no tragan entero. Por eso aprovecharon la sagacidad de Abelardo de la Espriella —que, dicho sea de paso, ha sido cuestionado con su pluma— para atacarlo laboralmente, sin que realmente hayan podido silenciarlo en una era en donde las redes sociales no callan a nadie.
El Tiempo, según mi opinión, hizo mal en despedirlo. ¿Por qué? En primer lugar, porque perdió a un buen caricaturista, sacando a relucir una especie de censura que solamente se puede ver en este país; y, en segundo lugar, porque demostró cierta hipocresía: siempre estuvo a favor de los críticos de Matador, de lo contrario hubiese manejado su situación personal desde otro punto de vista. No es que con esto plantee que estoy a favor de la violencia a las que son sometidas las mujeres, ni mas faltaba.
Por el contrario, condeno toda manifestación violenta. Sin embargo, no se debe hacer de una desgracia personal un reality show, simplemente para perjudicar al que bien trabaja. Tampoco se puede llegar al punto de hacer de inquisidores, cuando esta tierra de la doble moral está llena de casos que superan a los de Matador. ¿A caso un hijo de Poncho Zuleta no fue acusado de mandar a asesinar a su esposa? ¿Se nos olvida que Luis Guillermo Gutiérrez, el prestamista de los políticos, le pegó a su esposa cuando estaba embarazada? Podría mencionar mas casos, pero mi intención no es esa.
En conclusión, solamente quiero que se sepa que todo aquel que tiene la verdad por lema, sea caricaturista o si se quiere político, termina siendo atacado por una mafia arribista, clasista y tan depravada como las cosas que ella trata de condenar. Ninguna artimaña que emplee podrá sorprendernos, porque al fin de cuentas, tal como lo dijo el maestro Darío Echandía, Colombia es un país de cafres.