La palabra amor es la de mayor uso y abuso en el mundo. Todos hablan del amor: políticos, religiosos, intelectuales, poetas, enamorados, locos, filósofos… No obstante, el amor es lo más escaso y desconocido en este plano tridimensional proclive a la hipocresía, las apariencias y la mentira. Ciertamente el amor es una virtud en vía de extinción. Por suerte, el amor que crepita como un fuego inextinguible en el corazón de los compasivos y misericordiosos sostiene y cohesiona a la humanidad. Estos iluminados son pararrayos que evitan el autoexterminio. Hoy la extinción de la especie humana, y de todas las especies, es un peligro inminente a causa de la irresponsabilidad de los que se lucran con la guerra. De hecho, sobrevivimos en un momento muy azaroso de la historia. Hemos llegado a este punto gracias a la soberbia y gula insaciables de poder de los titiriteros que programan conflictos, divisiones, guerras, terrorismo aquí, allá y acullá. Cuánta razón tenía Thomas Hobbes: El hombre es lobo para el hombre.
Es tan cierto esto que la sociedad no ha sido educada para el amor, sino para el odio, el miedo; es decir, para la guerra. Es urgente reeducar a la humanidad. Sin embargo, parece una misión imposible, porque los poderosos saben que un rebaño aterrorizado es dócil, y bajo las consignas de falsa paz, seguridad y fraternidad fácilmente se deja conducir al matadero. Por eso el sistema educativo está orientado a la competencia, y en consecuencia a la lucha y también a ese odio latente que propicia escenarios de confrontación. Desde el preescolar hasta el nivel universitario hay un vacío enorme: no se enseña lo esencial. En todo caso, lo más importante es aprender a vivir, a convivir y a tolerar al otro. Es el vacío de la falta de amor. Nadie puede enseñar lo que no conoce ni nadie puede dar de lo que no tiene en su corazón. Como ven el pronóstico es reservado para un mundo enfermo. Entre tanto, la juventud deformada en esa carencia que busca con infinita sed la aprobación, el reconocimiento, los aplausos (y casi nunca llegan) resulta condenada a la frustración, y, por ende, a una búsqueda de sucedáneos del amor y la felicidad: fanatismo, sexo desenfrenado, drogadicción, violencia, etcétera. En realidad, necesitamos más enamorados y menos resentidos sociales.
En este orden de ideas, los líderes políticos deberían enfocarse en diseñar un nuevo sistema educativo cimentado en el amor, para el amor y desde el amor. ¿Acaso tendremos que esperar los restos o las cenizas de la tercera guerra mundial para recomponer el camino? Creo que aún estamos a tiempo.
Por otra parte, la humanidad a ciegas busca el amor. Pero por paradoja el amor nos encuentra. Sólo hay que estar preparados para el encuentro con el amor. El amor verdadero sorprende porque es un universo nuevo que nos transforma, y, de paso, derriba todos nuestros esquemas y estructuras. Estoy hablando, lectores míos, del amor… pero la inmensa mayoría le teme al amor pues nos revela la propia vulnerabilidad. Y es que al amor hay que llegar sin armas y con los brazos abiertos y sin cálculos y sin estrategias ni sistema de defensa. El amor auténtico no sabe de egoísmo ni de prevenciones. El amor es sinónimo de confianza. Pero vaya a la calle y observe, o vea noticias y entérese de que hoy reina la desconfianza, la paranoia y el miedo. Yo no veo el amor por ninguna parte. Y sin embargo está, aunque dormido… y es urgente despertarlo para salvarte, para salvarnos… quizás el sol de nuevo brille, y en la noche de la historia nos alumbre el amor.
Para amar hay que morir. La amada muere en el amado… los amantes mueren en la mutua entrega. El que se entrega se olvida de sí mismo. Por eso muchos le huyen al amor, y al compromiso y a la responsabilidad. El amor no es un asunto para cobardes. Dime cuánto amas y te diré cuán valiente eres. Coraje y amor van de la mano. En este contexto se puede entender que el amor es eternamente nuevo. Y he ahí el problema: en líneas generales la humanidad le teme a lo nuevo. También necesitamos millones de personas que sigan el ejemplo de Cristóbal Colón; es decir, que amen el riesgo, la aventura, lo desconocido…. Personas que dejen la comodidad de esta orilla, entonces quizás conquisten un nuevo reino. En lo que a mí respecta amo el riesgo y la novedad, y prefiero una hora en la plenitud del amor, a vivir cien años en la dimensión del egoísmo, del miedo, del rencor.
Con todo lo anterior quiero decir que donde habita el amor no es necesario hablar de paz. El amor es la paz misma. El amor es todo, lo penetra todo y lo abarca todo. Vuelve a tu corazón. Ten paciencia en estos tiempos de impaciencia. Persevera. Quizás tengas un encuentro con el amor. Aunque no lo creas el amor te está buscando. Sólo tienes que abrir la puerta y dejarlo entrar.
Características del amor: incondicional, libre, gratuito, desinteresado, comprensivo. La faceta incondicional del amor es hermosa: no llega con un mamotreto de deberes y derechos: “si haces esto te amo, y si no lo haces te voy a odiar”. El amor condicional no es propiamente amor, sino juego de intereses. Y el amor es libertad y no sabe de jaulas ni de prisiones ni de cadenas. Un hermoso pajarito desde una prisión cantará, pero será un canto triste y no habrá vuelo. El amor necesita un espacio inmenso y alas de libertad. En contravía a esta perspectiva, en nombre del amor se chantajea emocionalmente, se experimentan celos, envidia… y se vigila y se monitorea al amado o a la amada. En nombre del amor se compra y se vende, se humilla y se mendiga y se controla y se prostituye y se asesina… A todas esas psicopatías las llaman amor. ¿Amor? Ya dije que el amor es lo escaso y desconocido en el mundo. Lo que tenemos aquí son personas con un vacío existencial tan inmenso como un agujero negro. Podrán tragarse soles, imperios… podrán tener millones de amantes, millones de orgasmos y nada les calmará ese monstruo que les corroe las entrañas: no han conocido el verdadero amor.
Díganme ustedes (¡por favor!) si yo estoy loco o es el mundo el que anda loco y al revés. En todo caso lo que yo veo es que en nombre del amor se cometen las peores atrocidades, mejor dicho, un extenso etcétera de terror: dizque por amor a la causa, a una ideología, a una religión, a un falso dios; por amor a un líder, caudillo o político, a un monstruo. En últimas, el que tiene miedo ataca primero; es decir busca su protección en la agresividad: el que mucho debe mucho teme. Un perro rabioso no muerde propiamente por rabia, sino por miedo.
Debo dejar aquí porque mi discurso sería infinito como el amor. En esencia: el amor es la paz en acción.
Posdata: próxima lección… El progreso