'Un varón' La opera prima de Fabián Hernández

'Un varón' La opera prima de Fabián Hernández

El filme participó en la versión 75 del Festival de Cannes. Se presentó también en Cartagena, La Habana, Lima y San Sebastián. Se estrenó en Colombia el 13 de abril

Por: John Jairo León Muñoz
abril 29, 2023
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'Un varón' La opera prima de Fabián Hernández

 

Definir ser varón en esta sociedad altamente machista, implica definir ser mujer. Un varón entonces, puede ser todo lo contrario a ser mujer. Un alejamiento de lo femenino. Marcar una distancia de los comportamientos de unos con respecto a los otros. El varón, el hembro, el macho, el hombre, el papi “tiene güevas” por lo tanto es fuerte, no se amilandra, no tiene miedo, no se acojona. La metáfora de “las güevas” implica dureza, un caparazón que no se doblega. Si se cae se para, si duele aguanta. No llora. Llorar es de mujeres, de damas, de niñas, de hembras. El varón no se deja humillar, el que lo ofenda, el que lo trate de mujer, es decir de un “ser débil” lleve su golpe, lleve su tiestazo en la cara. Es fuerte, trabaja los músculos. Se viste de pantalón, correa, “un cortesito bien percho como para un hombre”. Un hombre evidencia su poder. En el sexo la doblega, es el que manda, el que marca el camino. La hombría se mide en la supremacía que ejerza sobre la mujer. Así se defiende un varón, un macho. Un hombre bebe y se emborracha, va de farra y busca putas, una y otra. Pasa el rato de placer, las usa. Y, así, de barrio en barrio se vive esa definición de varón y así van creciendo los hombres como en un concepto que se hereda, se acepta en las familias y se hereda en los comportamientos. El hombre es azul y no es rosado. La transmisión de un -ser varón- que borra las emociones, la sensibilidad y el asombro frente a los campos de flores.

La película Un varón es la opera prima de Fabián Hernández. Un viaje por el barrio, la marginalidad dentro del barrio. Barrios con jerarquías donde mandan los hombres, además los que imponen. Una película de la calle, de la ley y el desorden que se construye en la marginalidad, en los muros que imponen una forma de sobrevivir “en la calle se trata es de tener criterio”. Carlos es el protagonista, vive en un internado y allí le revisan las manos que no estén untadas de droga, que no estén quemadas del bazuco, que sigan limpias. En el internado se limpian los que están sucios. Esa es la imagen que hay que seguir cuidando frente a los entes de control como alcaldía y gobernación. La buena imagen hay que cuidarla parar seguir obteniendo recursos económicos, así el internado no transforme ni cambie la vida de los jóvenes. Carlos sueña con volver a vivir con su mamá y con su hermana que se prostituye en el barrio Santa Fé y la que intenta persuadir para que se dedique a otra actividad. Ya aprendió a trabajar. ¿Cómo sacarla de allí? ¿Cómo ofrecerle otras posibilidades? ¿Cómo evitar que no la golpeen los varones? Debe pagar deudas y aprendió que su cuerpo ayuda, es la herramienta para progresar. “Hay que pararse bien” dice su hermana, cuando habla con Carlos, sino se la montan. Pararse bien es no dejarse doblegar por otros. Así son los hombres. Ambos sueñan con comprarle una casita a su mamá, ambos quieren regresar al barrio donde nacieron y darle otras posibilidades a una mamá con la que quieren pasar la navidad. Es el sueño de los despojados, de los migrantes, de los desplazados que desean volver a la tierra que los dejó expulsó, quizás anhelan el regreso siendo otros, con poder adquisitivo para ayudar a los que se quedaron.

El barrio tiene una tienda donde llegan los vecinos, se compra la leche y se arma la farra, se vende el guaro y la birra; el barrio tiene al que delinquió y ahora trabaja legal y cuida a su hija y a su esposa. El barrio tiene zonas oscuras donde es mejor no transitar, te pueden matar. En el barrio está prohibido denunciar de tráficos y de atracos, ese es el salvoconducto, para quedarse hay que callar. En el barrio sobrevive el que más muestre fuerza, el que no se la deje montar, eso es ser hombre. Un hombre es capaz de matar a otro, el que no lo pueda hacer es “nena”. En el barrio hay que aprovechar las oportunidades de progresar y, si el que manda así lo ofrece, no hay que quedarle mal.

Carlos tiene dieciocho años y quizás sueñe con maquillarse los labios, siente curiosidad con las prendas íntimas que usa su hermana. Se puede imaginar en los zapatos de su hermana, se puede preguntar: qué se siente. Seguro habitan preguntas sobre su sexualidad, sobre la sensibilidad y el amor desmedido por su hermana y su mamá. Debe llorar en soledad. Al varón se le ha enseñado a secar las lágrimas en su silencio . Contestar sus dudas mientras vende marihuana o mientras le llega el golpe maestro que lo saque de la pobreza y ojalá no lo conduzca a la cárcel.

Quiere salvar a su hermana, no puede, sabe que debe conseguir un mejor trabajo, y para que eso se de, en el barrio, debe demostrar que es hombre, que es todo un varón y que es capaz de hacer la vuelta que le impongan. El destino hay que escribirlo, así como dice Tego Calderón en su canción Tengo un Ángel: “Y es que el destino no está escrito. Lo escribimos nosotros. A nosotros nos toca el destino escribir. Y aunque la vida este dura y el gobierno lo empeore a nosotros nos toca decidir”.

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