A los 11 años se fue a Bogotá esperando abrirse paso a codazos por el estrecho camino de la vida. Prefirió dejar de ser un niño pobre en su natal Belén de los Andaquíes, para transformarse en un gamín en la capital. Para él este cambio significaba progreso. El niño de la calle en una ciudad está para demoler las estructuras, para no creer en ningún sistema, para ser libre como el río y el viento. Esos años que pasó durmiendo en la dureza de la calle y el frío le sirvió para hacer de él un hombre sin prejuicios, sin Dios pero con ley. Por eso todos los que lo conocen afirman que Alirio González es un anarquista.
Vice hace pública la segunda historia de su serie documental con la primera parte de este homenaje a un hombre justo, perseverante, loco, anarquista y soñador.
Vea la segunda parte de la historia de "Alirio González: Voz andaquí"
Y así, con su alegría y desparpajo descubrió un día que era músico. A la dulzaina le dio paso al saxofón y así no tuviera el costoso instrumento se dio la maña y pudo entrar a la Nacional a estudiar música. Al final de la década del setenta la universidad era un hervidero de pensamiento y revolución. Allí Alirio entendió el poder que tenía la masas y le dio rienda suelta a ese rebelde que desde siempre había tenido, y tiró piedra contra esos monstruos mitológicos que eran la policía y la tanqueta.
Un día volvió a Belén de los Andaquíes, a pesar de los rumores que circulaban en su pueblo. La guerra se había asentado en sus callecitas mal iluminadas pero el ya conocía el horror de no tener a donde ir y sabía que su destino estaba ligado al de Belén. Llegó de la capital con un bolso terciado no más, y las ilusiones envueltas en una media. No se dejó amilanar por el olvido en que el gobierno había sumido al municipio, así que sacó fuerzas y recursos de donde no pudo y fundó una emisora a la que llamó Convivir.
Eran los tiempos en que Álvaro Uribe, entonces gobernador de Antioquia, ponía ese nombre de moda al haber bautizado así los grupos de autodefensa que acabaron con toda resistencia y esperanza. A la puerta de la emisora llegaban hombres armados y confundidos que querían prestar sus servicios a tan noble causa. Cansado de tener tan desafortunado nombre decidió cambiarlo por el de La Cantaleta y desde mediados de los noventa está dando lora, trabajando de la mano con la comunidad, tratando de convertir a este olvidado caserío en un lugar digno para vivir.
Ubicación de Belén de los Andaquíes en Colombia.
Para saber más de ¡PACIFISTA! haga clic acá
Pueden seguir a ¡PACIFISTA! por sus redes sociales y unirse a la conversación con el hashtag #PACIFISTA
