El país del “no se deje, mijo”

El país del “no se deje, mijo”

Por: Fabio Andrés Olarte Artunduaga.
febrero 16, 2015
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El país del “no se deje, mijo”

“No se deje, mijo”, seguramente, es una frase que millones de colombianos han escuchado salir de la boca de algún irresponsable que trajo al mundo a una criatura que, además de tener que habitar un planeta superpoblado, debe recibir de sus asquerosos padres un montón de tradiciones miserables como la religión, la violencia, la pereza y la indecencia. Porque eso es lo que transmiten las familias en Colombia: sus vicios y prejuicios.

Decir que Colombia es una nación violenta es pleonasmo. Y eso que la religión que predomina entre los colombianos es una que creó un personaje que, según Mateo y su incongruente evangelio, le enseñó al mundo (en el sermón de la montaña) a “poner la otra mejilla”, en caso de recibir algún tipo de agresión por parte de otros. Sería magnífico educar a los desdichados niños con un pilar de tolerancia como este. Pero, por desgracia, en Colombia eso no se le inculca al niño en la mayoría de los casos. Allá, en el país donde ocurre uno de cada treinta asesinatos en el mundo, el menor recibe una formación que lo obliga a ser casi un discípulo de Álvaro Uribe Vélez. En Colombia a toda ofensa hay que responder con algo peor, por eso nuestro expresidente formó las CONVIVIR para responder con mayor criminalidad a los de las FARC. Por eso Colombia está un renglón por debajo de países tan violentos como El Salvador y Guatemala en cifras de muertes ocasionadas por las armas. Y es que era de esperarse que suceda esto en un país en el que hay más de 5 millones de armas de fuego en circulación; no en vano hace poco más de dos décadas en Colombia había una tasa de 90 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Pero volvamos a los pobres niños que, como la mayoría de ustedes y yo, nacieron en un país que lo más importante que le ha dado al mundo es un narcotraficante. Ellos nacen completamente libres, puros y nobles pero, tan pronto empiezan a crecer, la criminalidad del colombiano se le graba en su cerebro. Todos los días tienen que ver a sus padres hablando mal de alguien que usualmente es el jefe, el vecino, el presidente o hasta su propia la madre. Los menores tienen que crecer viendo como los familiares viven orgullosos de ser “más vivos que otros”. En la escuela les enseñan cómo se han traicionado “honorables” colombianos como Santos y Uribe. Deben acostumbrarse a escuchar en las calles a los taxistas peleando con los choferes de los buses, a los de los buses con los conductores de carros particulares, a los particulares con los ciclistas y a los ciclistas con los peatones. Mejor dicho, en Colombia realmente se acaba ocn todo por culpa de nuestra intolerancia que nos ha cobrado más muertos que el Sida.

En definitiva, Colombia es un país especialista en convertir a los más chicos en seres infames. Por eso, amigos y enemigos míos, los invito a que la próxima vez que le vayan a decir a alguno de sus hijos “no se deje, mijo” lo piensen muy bien. Sería mejor decirle al niño que evada la situación, pero claro que eso no lo van a hacer. Allá el más verraco es el que más grita y no el que más piensa.

@andresolarte
#DESPIERTACOLOMBIA.
Facebook.com/olarteandres.

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