¿Qué es acaso la ciencia sino aquello que hacen los científicos, dedicados a generar nuevo conocimiento? La ciencia es un hilo conductor para responder una buena pregunta. La mayoría de los progresos científicos, entiéndase, para beneficio de la humanidad -salvo excepciones-, se han generado en las universidades. Sin embargo, pareciera que hubiese una incomprensión o desencanto por la ciencia en el ámbito universitario actual.
Así como todas las universidades no son iguales, no lo son tampoco todos los cargos. Una es la responsabilidad social, gremial y de liderazgo de una rectoría, otra la que se tiene desde un laboratorio de investigación; y otra muy distinta la que se tiene desde la cátedra de difusión del mismo.
¿Es la universidad, para un académico o un estudiante, un medio o un fin? Muchas universidades pareciera que tuvieran un denominador común: la solvencia financiera gracias a las matrículas estudiantiles. Lo común debería ser el numerador, dado por la calidad de sus profesores y procesos académicos, que son los que verdaderamente hacen las universidades. El promedio de permanencia de un estudiante universitario es 4 años, aproximadamente (sin tener en cuenta la rampante deserción), mientras que el de un profesor es mucho más del doble.
Cuando se discute la gratuidad universitaria se piensa en aquella para el estudiante, pero no en cómo se financia el profesor que lo educará. Así las cosas, esa gratuidad puede confundirse con mediocridad, porque si no hay buenos profesores, bien formados y mejor pagados, de nada le sirve a un estudiante estar en un aula de clase; y menos a la sociedad que lo acogerá.
Sin ciencia en las universidades alcanzar la tan anhelada sociedad del conocimiento seguirá siendo una utopía. Son los nuevos conocimientos, generados en las universidades, los que aportan al desarrollo y bienestar de la población. Este proceso reduce las brechas entre países que producen conocimiento y tecnología frente a los que sólo son consumidores y dependientes de otros.
No todos los profesores deben ser investigadores, pero lo contrario debe ser una consecuencia lógica y debería ser una exigencia. Una cosa es la generación del conocimiento (investigación) y otra su difusión (educación). Ambas pudiendo coincidir. Así pues, hoy resulta anacrónica la distinción de las universidades en función de si son de investigacion, de docencia que hacen investigación o sólo de docencia. Toda universidad debería contar con una política de ciencia y profesores investigadores, cuyos objetivos deben ser más humanos y altruistas que la búsqueda de un ranking. No debería estar permitido exigir o negociar el número de publicaciones con un profesor investigador. La política de ciencia universitaria debe fomentar la cultura científica de calidad, sin el afán de un "paper", y permitir enseñar haciendo ciencia.
Desde la concepción de Studium Generale de Salamanca, la universidad debe considerarse como un universo. Universal. Desconocer esta característica puede ser restrictivo, impositivo y, eventualmente, excluyente. Como lo es la censura, que hoy ha adquirido muchas facetas en el medio universitario.
La ciencia, y el pensamiento científico, como lo mencionó John Ziman, aportan actitudes científicas a los debates. La ciencia combate la arrogancia tecnocrática y genera capacidad institucional y pensamiento crítico. Pero la ciencia es ajena a la inmediatez. Su utilidad debe ser considerada en un contexto intemporal. En suma, la ciencia en la universidad, acaso como la salud para la humanidad, no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada.
