Un apacible pueblo cerca al Magdalena se convirtió en un lugar infame en donde el costo de vida se ha disparado por culpa de los veraneantes
Los primeros que habitaron esta tierra fueron los aguerridos indios Pijaos. Luego, por decreto de 1871, se le otorgo el beneficio de ser municipio del Tolima. Era un tranquilo pueblo de enclave hasta que las élites de la sabana de Bogotá, ahogadas en un frío perenne, bajaron hasta sus laderas. Eso fue alrededor de los años sesenta cuando se construyen las primeras piscinas. Entonces la invasión de bogotanos acabó con las casas hermosas que había en la ciudad y aparecieron los primeros armatostes, mansiones descomunales, tristes de lo suntuosas que son. Melgar poco a poco pasa a convertirse en la capital mundial de la piscina, algo que debe molestar demasiado a sus habitantes.
Nacer en Melgar es estar condenado a irse. Acá no hay oportunidades, la cultura no existe. La calle principal está invadida de vendedores en las aceras. Acá los que llegan solo se quedan una semana y lo hacen es para meterse en sus cabañas confortables, lejos de los pitos de los carros y de la fealdad en la que los rolos han convertido Melgar.
#Actualidad | Colapsada nuevamente la vía entre Bogotá e Ibagué. Usuarios reportan trancones de hasta 5 horas entre los municipios de Silvania y Melgar. pic.twitter.com/p8Vd2Y6d4G
— W Radio Colombia (@WRadioColombia) April 6, 2023
El calor llega a ser tan sofocante que, si usted tiene un terreno, debe de inmediato pensar en gastarse una fortuna haciendo una piscina. Acá no hay espacio para la creatividad, da pereza trabajar. ¿Quién quiere pasar sus días metido hasta la cabeza en el cloro pegachento de un estanque? Una piscina es lo contrario de la civilización, ¿Qué lejos ha quedado la sofisticación de los romanos que hicieron sus baños termales? Lo más grave es la distancia. A un genio le vino bien hacerse una fortuna repavimentando una carretera que estaba fabulosa, magnífica, pero que ahora se demora, óigase bien, ¡Cinco horas! Para llegar a Melgar. Lo siento, pero los que están hoy metidos en un trancón no saben lo linda que es Bogotá sin bogotanos.
¿Qué sádico quisiera ir de vacaciones a ese infierno llamado Melgar?