Existió en la antigüedad una forma de gobierno muy especial, la democracia, practicada en muchas ciudades del mundo griego entre los siglos V y IV a.c., probablemente haya existido mucho antes en otras civilizaciones, pero en el mundo occidental el referente más conocido, estudiado y difundido es el caso de Atenas, desde aquellos confines nos llegan las primeras nociones-un tanto exclusivas e imperfectas- de democracia.
La democracia es una forma de gobierno, un sistema político y una filosofía de vida dónde el pueblo (demos) ejerce el poder, dominio, fuerza y el gobierno (kratos) en la organización social, política, económica y cultural de las de la sociedad (polis), atendiendo a la naturaleza humana de animales políticos (Zoon Politikón), es decir, individuos sociales, destinados a vivir con otros, entre otros y para otros, de acuerdo con sus intereses, los cuales en un momento determinado pueden coincidir o diferir.
De ésta manera, vivir en democracia implica vivir en medio de la diferencia, el respeto por ella, la libertad de elegir, la responsabilidad y la participación ciudadanas, valores de toda sociedad democrática, es en este sentido que podemos valorar la democracia como una filosofía de vida, con principios rectores de nuestros actos ciudadanos, valores conquistado en el decurso del tiempo.
Aunque la participación en la vida política en la democracia ateniense era obligatoria, su carácter estaba restringido socialmente a una privilegiada elite, hombres, mayores de edad, con familia y patrimonio económico, nacidos en Atenas, con formación militar, estando excluidos de la participación y derechos políticos niños, mujeres, metecos (extranjeros) y la inmensa mayoría de la población, los esclavos.
Hoy entendemos que la democracia es un sistema político más amplio, generoso, en dónde el pueblo soberana y libremente decide por mayoría la mejor forma de organización de la sociedad, esto permite darse su propia forma de gobierno, autoridades, división de poderes con el sistema de pesos y contra pesos, leyes (constitución), conservando, claro está, todas las garantías para las minorías.
Hoy se garantiza la participación de toda la ciudadanía sin ningún distingo, mediante el voto podemos elegir los representantes que nos gobernaran (presidente, gobernadores y alcaldes), el cuerpo legislativo (ediles, concejales, diputados representantes a la cámara o senadores), adicionalmente nuestra democracia participativa brinda mecanismos como la consulta popular, cabildo abierto, referendo, plebiscito, iniciativa popular o revocatoria del mandato en caso de que el gobernante no cumple con sus propuestas y planes de gobierno.
En Colombia se ha dado un hecho sin precedentes, la elección del primer gobierno popular, alternativo, de izquierda democrática, progresista, en cabeza de Gustavo Petro Urrego, periodo 2022-2026, en está ocasión y con más fuerza después de arañar el triunfo en la elecciones de 2018.
Esta vez el poder, la fuerza y el dominio se fortaleció e hizo posible los sueños de cambio, modernización, democratización, de manera colectiva, finalmente se entendió que una sociedad no cambia solamente sus gobernantes, un país lo cambiamos entre todos, alrededor de un nuevo proyecto compartido y consensuado de nación, llegaron entonces los renovadores vientos del sur en su segunda oleada con su poderosa fuerza transformadora.
Gracias a la voluntad de jóvenes, sindicatos, maestros, defensores de derechos humanos, ambientalistas, intelectuales, movimientos sociales, feministas, comunales, campesinos, indígenas, afros, diversidades sexuales, cristianos y las ciudadanías libres lideradas por el pacto histórico, se instaura un gobierno democrático, tendiente a dignificar la vida del pueblo colombiano y restablecer los derechos arrancados por gobiernos oligárquicos y su avasallante neoliberalismo despojadores de todo, menos de la esperanza y el derecho a soñar en una Colombia mejor.
Evidentemente, somos una sociedad diversa, plurietnica, multicultural, pluralista, violentada, con el compromiso, deber y derecho a vivir en paz para hacer de Colombia una potencia mundial de la vida, a partir de las ineludibles e inaplazables reformas sociales, restauradoras de derechos que materializaran los cambios y transformaciones sociales, políticos, económicos y culturales.
Estamos ante un gobierno que enfrenta poderosas fuerzas que combinan todas las formas de lucha sin cuartel para preservar sus privilegios, bloquear, torpedear y desestabilizar la voluntad y los sueños del pueblo, me refiero a las elites y clanes políticos, comerciantes, industriales, ganaderos, terratenientes, banqueros, grupos alzados en armas, medios de comunicación, narcotraficantes, minería ilegal, traficantes de armas, redes sociales, iglesias cristianas, mafias y bandas multicrimen de todos los pelambres unidos en bloque de contrapoder.
Las transformaciones propuestas en las reformas del gobierno de Gustavo Petro son sentidas y reclamadas históricamente, un ejercicio práctico de poder, fuerza y dominio pues en está ocasión el pueblo siente que sus necesidades por fin están siendo atendidas. La otra cara de la moneda es la preocupación existencial de las elites, saben que sí al pueblo y a Petro le va bien, como la mayoría del colombiano espera, serán muchos años de guayabo y ausencia de poder, por tanto, si fracasa el progresismo en cabeza de Petro el gran derrotado será el pueblo.
Hoy damos pininos en democracia popular, pluriversa, multicolor, esos primeros pasos no han sido fáciles, los logros en de los primero ocho meses de gobierno han sido más fructíferos que las dos décadas de uribismo, se necesitará de los esfuerzos, sacrificios, voluntad y paciencia de todos, rodear a nuestro presidente y al proyecto del pacto histórico, la transformación de Colombia se logrará con la secuencia de varios gobiernos alternativos en los niveles regionales y locales, además del nacional; errores por supuesto que lo habrá, al fin y al cabo toda obra humana es por naturaleza imperfecta.
Vista así las cosas, transitamos un gobierno de transición, que sienta las bases de una nueva nación con una democracia más profunda, madura, en procura de la consolidación de una sociedad más humana, justa, solidaria, libre, soberana, con una democracia menos imperfecta que la de los gobiernos de las elites.
Una cosa debe quedarnos claro, tenemos gobierno, tenemos poder, para muchos de nuestros aliados era inalcanzable, la oposición se jactaba de decir “ni lo sueñen, Petro nunca será presidente”, nos embolataron las elecciones de 2018, no claudicamos a pesar de las pocas garantías que brindaba el aparato electoral, también nos decían “quieren gobernar, entonces ganen las elecciones” y eso hicimos, y lo logramos el 19 de junio de 2022.
El poder progresista es el poder es popular, ciudadano, social, sindical y de las ciudadanías libres, pero la oposición acumula demasiado poder político, económico, cultural, les disgusta una sociedad más justa, prospera y feliz para todos, defienden sus privilegios, la corrupción, la guerra, el saqueo del erario público, la depredación de la naturaleza.
Y ya para terminar, la historiografía tradicional instaló en el alma y el escudo el lema: LIBERTAD y ORDEN, basado en dos principios fundamentales del anquilosado bipartidismo liberal – conservador, utopía en nuestra vida republicana, hoy el clamor de la Nación es CAMBIO y PROGRESO además de verdaderas libertades y orden institucional, y como sólo el pueblo salva al pueblo, debemos rodear a nuestro presidente durante su cuatrienio, serán muchos días de lucha, resistencia y persistencia, de modo que lo que se conquista con sacrificios, colectivamente, se deben defender también con sacrificios y colectivamente.