La tía alcahueta que malcrió a Gustavo Petro

La tía alcahueta que malcrió a Gustavo Petro

Carmen Petro Sierra fue con quien el presidente vivió en Ciénaga de Oro, lo cuidó, lo mimó y le perdonó todo, hasta la primera escapada a buscar contacto con el M.19

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marzo 26, 2023
La tía alcahueta que malcrió a Gustavo Petro

Todos en la familia se enteraron que a Gustavito le gustaba la guerrilla cuando un día, siendo adolescente, junto con grupo de amigos salió a escondidas de la casa de la tía Carmen, en el barrio los Ángeles de Ciénaga de oro, sin explicar la ruta que seguían. Iban detrás de una cuadrilla del M-19 que rondaban las montañas cercanas a Santa Marta. Aquella tía era como la segunda mamá de Gustavo Petro.

La tía Carmen Petro Sierra, la mayor de la familia, no paraba de llorar la repentina desaparición del sobrino que tenía a su cuidado mientras que su hermano Gustavo y su esposa Clara Nubia Urrego, buscaban acomodarse en Cundinamarca, cerca a Gachetá, el pueblo de los Urrego.

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Durante varios días los muchachos no dieron señales de vida. Los familiares de los aventureros, en medio de la preocupación, armaron plan para buscarlos. Las pistas que dejaron dieron cuenta de la posible ubicación. Gustavo  papá cogió montaña arriba para buscar a su hijo, mientras que su hermana Carmen, en la vieja mecedora, puesta en el solar, donde siempre se la pasaba, lloraba angustiada al tiempo que le rezaba a la Virgen.

Los encontraron exhaustos y casi sin poder sostenerse en pie, en medio de unos matorrales. La aventura había terminado pero había comenzado a despertarse la mente inquieta que lo llevaría a tomar el camino del monte, un par de años después. Fue tal la emoción de la tía Carmen, de ver al sobrino sano y salvo que olvidó el regaño que le tenía preparado. Sabía que como era de pocas palabras e introvertido, igual no le iba a responder sus dudas.

La tía Carmen se dedicó mejor a cuidarlo; a sanar sus golpes y rasguños con afecto y sin cantaleta en la humilde casa de bahareque y techo de palma en la que vivía la familia extensa. Con remedios caseros, durante varios días le curó las enormes llagas que envolvían los pies maltrechos con los que llegó. Y no faltaba el consuelo con la buena comida.

Fue precisamente por cuenta de la tía Carmen que Gustavo Petro descubrió el gusto por el sancocho de gallina. Era el plato que preparado con esmero por la tía reunía a la familia en todas las celebraciones. El disfrute por esta comida, típica de las sabanas cálidas de Córdoba y Sucre, sería una constante que incluso en las correrías políticas el hoy presidente buscaba repetir.  Y cada vez que su ‘Gustavito’ la visitaba en Cienága de Oro, que eran cada vez más pocas, la tía Carmen lo esperaba con su suculento sancocho.

La tía Carmen disfrutaba de los éxitos de su sobrino a la distancia y casi siempre por televisión. Lo vio a comienzos de 1990 cuando fue noticia al dejar las armas y firmar la paz. Luego lo vio estrenarse en el congreso como representante a la Cámara y después en 2006 lo vio convertirse en senador. La tía Carmen también lo vio ganarle la alcaldía a Enrique Peñalosa en 2009 y posesionarse como alcalde mayor de Bogotá meses después. Este fue un goce que duró poco porque pronto enfermó y los 93 años le empezaron a pesar.

A finales de febrero de 2014, cuando Gustavo Petro se preparaba para salir al balcón del palacio de Lievano, en la Plaza de Bolívar, a defender su condición de alcalde frente a la destitución que acaba de hacerle el Procurador Alejandro Ordónez como sanción por la intervención en  la recolección de basuras, recibió la triste noticia. La tía Carmen había fallecido.

A pesar del momento crítico que politicamente atravesaba, no dudó en viajar a Ciénaga de Oro a despedirla. Muy temprano tomó el avión a Montería y desde el aeropuerto, protegido por una veintena de escoltas, llegó a la vieja casona donde creció. Sus recuerdos estaban fijos en aquella mujer de pelo cano que siempre lo consintió y en el sancocho de gallina con el que sin preguntarle nada le apaciguaba sus fantasmas.

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