Al escribir esta nota faltan más de 7 meses para las elecciones locales en Colombia y ya en muchos municipios de la costa Atlántica y en especial en el departamento de Córdoba, empiezan a barajarse las precandidaturas a las corporaciones públicas con el objetivo de reemplazar a los actuales titulares en los concejos y alcaldías municipales y en asambleas y gobernaciones departamentales. Así empieza a sentirse en las calles de los municipios un ambiente preelectoral, cuando los alfiles de las distintas "casas políticas" van por los barrios, corregimientos y veredas, contactando amigos y haciendo preacuerdos con "líderes", para asegurar los apoyos necesarios que les garantice el futuro éxito electoral, según los preceptos democráticos.
Eso no tendría nada de malo si a esos futuros candidatos y en general quienes los patrocinan los moviera un genuino sentimiento de servicio público, sumado al conocimiento y claridad de los problemas prioritarios en sus entes territoriales a resolver en el corto y mediano plazo y; lo más importante, actuarán con rigurosa honestidad. Desafortunadamente las experiencias del pasado nos indican que en los municipios costeños, salvo contadas excepciones, el manejo de lo público se ha convertido en un inescrupuloso negocio de pocos.
Cuando la ley 78 de 1986 sentó las bases para la elección popular de alcaldes en Colombia, se hablaba entonces del gran salto democrático que ello implicaba ya que se le devolvía la soberanía al pueblo para que decidiera a quién dar la facultad de direccionar el territorio periódicamente. Como es típico en Colombia que, "hecha la ley, de una arman la trampa", fue también la gran oportunidad para los negociantes criollos de la política quienes aprovecharon la ingenuidad de la masa electoral para, a través de dádivas (compra de votos), hacerse elegir y luego manejar el presupuesto, (que tiene que beneficiar a todos los ciudadanos, voten o no voten), de manera clientelista y en beneficio propio, sepultando de paso el espíritu democrático de dicha ley.
No nos digamos mentiras. Así se manejan las alcaldías y gobernaciones hoy en la costa Caribe. Esa es la razón por la que el burgomaestre local de cualquier municipio costeño nunca atiende a sus ciudadanos. "El doctor no se encuentra en la Alcaldía" o "El doctor está en una reunión", es la respuesta recitada de las secretarias de despacho. Y es verdad, el alcalde pocas veces va a la oficina, su presencia allí se le convierte en el palo en la rueda para sus verdaderos fines. Él ya le pagó el voto a "esa gente" y ahora está preocupado es en armar un buen plan con sus socios para sacar de la contratación pública, la platica para los financistas de su campaña y las tajadas o CVY para él y su clientela.
No importa que la obra esta o aquella se haga con materiales de mala calidad, que se generen "elefantes blancos" o que la placa huella allá en el corregimiento, no cumpla con las especificaciones, quede estrecha y no quepan 2 automóviles en ambos sentidos. Nada de eso importa cuando se tiene la tijera en la mano y se cortan los retrasos. Así es ese impúdico proceder que sólo genera desigualdad, pobreza y atraso; y es la razón por la que el departamento de Córdoba lidera los índices negativos nacionales en todos los órdenes. Por lo mismo en el bajo Sinú loriquero no existe, ya transcurrido un cuarto del siglo XXI, siquiera un puente sobre el rio Sinú que conecte a la sufrida margen izquierda con el casco municipal.
Si bien la mayor responsabilidad en esta sucia práctica cae sobre los políticos locales, el ciudadano de a pie también aporta lo suyo y en la mayoría de los casos vota sólo si recibe un incentivo. En estos últimos 30 años, por necesidad, ignorancia o por estupidez, ha sido cómplice y sin darse cuenta ha ido, elección tras elección, cavando su propia fosa y la de generaciones por venir. El escritor y filósofo francés Jean Paul Sartre sentenció alguna vez "Hace falta un sol doble para alumbrar el fondo de la estupidez humana"
Vean que paradoja la de nosotros los costeños, que la cultura nos identifica y esa misma cultura también nos condena. El hombre y la mujer de la costa Caribe son alegres, dicharacheros y "echaos palante", se afirma que no se arrugan por el sol inclemente ni ante ninguna adversidad. Entonces por qué caen redondos cada 4 años en el ostracismo electoral y se dejan influenciar por los 50 mil?, que todos sabemos no resuelven nada individual ni familiar pero que inside en el aumento de la desigualdad y pobreza colectiva de esta región?
La gente aún no entiende que no necesita que le den pescado sino que debe aprender a pescar. Es de ese tamaño, el ser humano no necesita limosnas sino oportunidades para desarrollar su potencial y habilidades. Entonces al político no hay que recibirle dinero ni dádivas, sino exigirle, como funcionario al servicio del pueblo, que traiga bienestar a la población a través del diseño de políticas públicas que generen puestos de trabajo en los distintos frentes de producción, respetando la vocación del territorio.
En otras palabras, que gestione inversión privada y pública para la creación de empresas que generen trabajo formal para la gente. Departamentos como valle del Cauca, Cundinamarca o Antioquia tienen un desarrollo abismal, comparados con Córdoba, no porque tengan mejores tierras o la gente que los habita sea más inteligente, sino porque sus dirigentes le apostaron hace tiempo a la creación de un tejido empresarial que ha generado riqueza y estabilidad en esas regiones.
Cualquier persona con un dedo de frente que viaje al interior de Colombia puede darse cuenta de la diferencia con solo mirar la infraestructura a su alrededor; parece que fuera otro pais. Todos los días desde los municipios de Córdoba viaja gran cantidad de paisanos a esos destinos en busca de una oportunidad laboral o de estudio. A eso tenemos que apostarle como cordobeses, al desarrollo sostenible del territorio mediante la generación de empresas de iniciativa privada y pública.
Tenemos el potencial, con los más de 50 kilómetros de costa sobre el mar Caribe (Córdoba y Sucre), ríos, ciénagas y fértiles tierras, pero nos hemos acostumbrado a la informalidad, al rebusque diario, al sálvese quien pueda y le hemos dado la espalda al aprendizaje, a la organización y a la formalidad. Esa tarea pendiente la conocen muy bien los "doctores" costeños de la política pero han preferido convertir las curules de Senado y Cámara en un lucrativo negocio familiar a costa de la miseria de toda una región y lo peor es que cada 4 años esa misma gente empobrecida se los facilita y lo tolera. El sonado caso de Aida Merlano es sólo una gota de agua proveniente de ese inmenso mar de corrupción público privado en que han convertido al país.
Qué hay que hacer para cambiar la oscura realidad y cese la horrible noche? Ahora que vamos a tener nuevamente elecciones locales y sobre todo con los nuevos vientos que trajo la elección alternativa de Gustavo Petro a la presidencia de la república, vuelve la ilusión renovada en muchas personas que anhelan un verdadero revolcón en lo local. No va a ser fácil, cambiar el chip del elector primario en el corto plazo, eso no se ve muy claro; hay que reeducar al que no se quiere educar. Quizá sea más fácil con las nuevas generaciones, pero siempre pasará por la educación pertinente en cultura ciudadana. Hoy la gente no cree ya en su semejante y menos en promesas al viento. "Todos son iguales, nadie hace nada" es lo que contesta la mayoría de personas cuando se les pregunta sobre la política local. Eso es entendible por los niveles de podredumbre a que hemos llegado.
En estos tiempos toda persona que llega a un cargo de elección popular no lo hace por vocación de servicio sino para sacar provecho personal para él y su séquito. Como los toreros, arman su cuadrilla de funcionarios nombrados en cargos y dependencias claves para facilitar el saqueo a las arcas públicas. Bien lo decía Yezid Arteta Davila en un escrito reciente titulado desobediencia "el cambio no consiste en reemplazar piezas, sino la de modificar el funcionamiento y utilidad del cuarto de máquinas" y ese cuarto de máquinas es quien mueve al barco llamado municipio o departamento. Esa es la razón por la que en estas cortas líneas invito a todos aquellos lectores acuciosos y con sentido de pertenencia a que hagamos un alto en nuestras rutinas y reflexionemos juntos sobre cómo contribuir, cada uno desde lo suyo, la familia, la escuela, los amigos, el entorno, etc, a la erradicación de esa descarada práctica que nos mantiene condenados como sociedad.