Habrá profesiones que desaparecerán por la adopción de distintas formas de inteligencia artificial en muy pocos años. Aparecerán nuevos campos y nuevos trabajos en los que se aplicará, a veces para bien de la innovación y también, en algunos casos, para perjuicio de la democracia. El lobbying digital, de bajo costo, será una nueva especialidad amparada en la IA para mover opinión, congresistas, y salirse con la suya (sabotear o promover un proyecto de ley, por ejemplo).
Resulta extraño que, ante el tamaño de revolución tecnológica que significan las más recientes formas de IA, no haya interés en examinar para qué sirve, en cómo va a afectar un amplio abanico de trabajos, cómo podría beneficiar a la salud y la educación, a las empresas. No es este el lugar para detallar, desde un punto de vista técnico, las variedades de productos IA, en qué campos puede involucrarse, ni lo que el país se pierde si no se le mide a tiempo y con inteligencia al asunto. Increíble pero cierto: en el plan de desarrollo presentado al Congreso de la República en febrero pasado, la expresión aparece mencionada una sola vez (dice que se utilizará la IA para perseguir la corrupción. Y pare de contar).
La IA ya está andando por ahí. Algunos ya han saboreado las maravillas del famoso ChatGPT y, desde hace unas semanas, del GPT-4, herramientas que, dentro de la IA se ubican en el campo del procesamiento de lenguaje natural. En pocas palabras, estos GPT pueden redactar de manera impecable, resumir textos, recomendar planes de trabajo para prácticamente cualquier tarea que se quiera emprender, hacer traducciones e, incluso, escribir poesía.
Comencemos por algunas de las ocupaciones amenazadas por está variedad de IA, que no son propiamente las de carácter repetitivo que fueron sustituidas en los últimos lustros (cajeros, las tradicionales secretarias, labores fabriles sustituidas por robots, etc.).
Unos de los primeros afectados serán los creadores de contenidos. Comunicadores, periodistas, profesionales que viven de la pluma digital, bien para medios tradicionales o los enteramente digitales, aquellos que venden servicios de comunicación para campañas publicitarias de las empresas, están amenazados.
La valiosa gente que, en grandes compañías como las de servicios públicos, banca, agencias estatales, atienden a los clientes en lo que se llama el “front”, se verán gradualmente desplazados por los ya conocidos “chatbots” que, cada vez serán más sofisticados y más parecidos a la interlocución humana.
Hasta hace poco las traducciones entre lenguas, disponibles en internet, se caracterizaban por falta de detalles y generaban textos que obligaban, finalmente, a la contratación de profesionales especializados. Traducir modismos, por ejemplo, era bastante difícil, ya que los algortimos no se entrenaban en la comprensión del contexto cultural y generaban traducciones literales incomprensibles. Introduzca en GPT, a manera de ejemplo, “más vale pájaro en mano que cien volando” y los traduce, sin problema, a los modismos equivalentes en inglés, francés o alemán.
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El uso del GPT puede reducir a prácticamente cero los costos de emprender campañas de lobbying digital
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Los correctores de texto y los editores la verán dura. Qué trabajo imprescindible en la buena calidad de un trabajo de consultoría, de un informe, que el de un corrector, de un editor. Quedarán fuera, lamentablemente, ya que los algoritmos actuales ya están adiestrados para sustituirlos.
Hay otros campos como el de análisis médicos diagnósticos, conceptos jurídicos, evaluaciones de exámenes en colegios y universidades que también se verán desplazados.
¿La solución? Difícil preverlo. De lo que se habla es de la necesidad de convertir estas herramientas en “copilotos”, es decir, en formidables auxiliares del trabajo propio. En vez de pelear contra ellas (en algunos colegios de los Estados Unidos han optado por vender el sofá, es decir, prohibir el uso del GPT…), lo que se recomienda es aprovechar las herramientas para que realicen, de forma automática, tareas dispendiosas (extraer información relevante, hacer resúmenes, traducciones, taxonomías, cuadros, por ejemplo) dejando al ser humano en la función de gestor y organizador de la información.
Un artículo reciente del NYT aludía a un peligro inminente para la democracia: la presión política en el marco del “lobbying” digital. El cabildeo es una actividad costosa. En térmimos domésticos solo empresas de gran tamaño pueden darse el lujo de financiar congresistas, de lograr incidencia en algun proceso legislativo.
Pues bien: el uso del GPT puede reducir a prácticamente cero los costos de emprender campañas de lobbying digital. Textos redactados de forma impecable (el mensaje “correcto” en el momento oportuno) dirigidos a congresistas que juegan un papel determinante en los debates y procesos de discusión, la detección de grupos de interés críticos (cobrándoles, por supuesto), montaje de campañas de medios de comunicación, la manipulación de la opinión pública, serán rutina para quienes sepan manejar las herramientas. Cualquier hacker como Sepúlveda o directores digitales como Guanumen están en la prehistoria frente a lo que, en política, puede venirse.