La memoria institucional de la universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, uptc, completa siete décadas de existencia contemporánea y justo en su mitad se cumplen 36 años de la muerte del estudiante Tomas Herrera Cantillo, que perdió la vida en el marco de una protesta estudiantil, en la puerta central de entrada al campus, con una bala en el pecho, como lo enseña la canción popular, “luchando por el derecho de un pueblo libre a soñar”. Tomas Herrera hace parte de la enorme lista de 558 universitarios que perdieron la vida en el lapso del conflicto armado sellado con los acuerdos de paz de la Habana. La Mesa de gobernabilidad y paz, le pidió a la Justicia Especial de Paz JEP la apertura de un macro caso sobre los impactos del conflicto armado en las universidades, que en su primera etapa ya logró establecer y declarar la condición de víctimas a las principales universidades publicas del norte del país como Atlántico, Magdalena y Córdoba, en las que de manera directa los grupos paramilitares en connivencia unas veces o con participación del estado, intervino y estuvo presente en la ejecución de vergonzosos hechos de asesinato, destierro, desaparición forzada, mediante el control de rectorías y grupos de directivos, consejos académicos y consejos superiores, que trazaban los destinos de las universidades públicas, con prácticas que hoy son objeto de estudio académico, fueron documentados por la comisión de la verdad y son motivo de investigación judicial.
Tomas Herrera Cantillo, fue un estudiante, que merece todo el reconocimiento, respeto a su memoria y garantía de nunca olvido, porque junto con su generación interpretó su contexto, usó las categorías de análisis de su carrera para entender las carencias de los sectores populares, y en la calle puso de presente las demandas de su tiempo ante la institución, la sociedad y el estado, en la dirección de buscar respuestas acordes a las demandas por garantías al derecho a la educación, pero también a la democracia con respeto y responsabilidad de sus mandatarios, en un momento en el que apenas empezaba a ser superado el estatuto antiterrorista, que había llenado las cárceles de jóvenes universitarios y rebeldes y dejado la sombra todavía activa de los allanamientos a la madrugada, los vehículos sin placas de identificación y las redadas a los jóvenes guiadas por la doctrina del enemigo interno, en la lógica de que perseguir el pensamiento libre y eliminar de raíz todo pensar por subversivo que eran parte del asedio común a la vida universitaria. Jóvenes como Tomas pusieron de manifiesto la frase de G. Arciniegas de que “la universidad es un estudiante que lleva la rebeldía en su corazón”.
Queda en la memoria upetecista, el recuerdo de un joven universitario que se planteó y participó del derecho a la protesta en reclamo de justos derechos, en Monpox su tierra natal, Juan y Máximo y sus demás compañeros de vida, lograron que el colegio lleva su nombre de Tomas Herrera, en el campus universitario, a la entrada su rostro está plasmado en un busto y su memoria permanece viva llamando a todo universitario al no olvidar que alimenta la construcción de paz y sirve de antídoto para cerrarle espacios a la guerra, la barbarie y la muerte, y pedir castigo a los responsables. Para ellos, pido castigo, sentenció Neruda.