En el 2001 Hernán Darío Gómez estaba en la cresta de la ola. Era la persona más importante del Ecuador. Por primera vez en su historia el equipo estaba a punto de clasificar a un mundial. En un restaurante en el Hilton de Quito comía con unos amigos cuando se le acercó José Rodríguez, el máximo dirigente de un club ecuatoriano. Le empezó a pedir, a los gritos, que llevara al campeonato del mundo al hijo de Abdala Bucaram, el controvertido presidente del Ecuador. De un momento a otro sacó un revólver y le disparó en la pierna. El bolillo fue llevado a una clínica. La herida era cerca de la ingle, un lugar delicado. Se recuperó. Pasó un tiempo en Colombia en donde conoció a Isabel del Rio, quien seria su amante por 10 años y con quien protagonizó su más sonoro escandalo: Es que en agosto del 2011, después de ser protagonista de la Copa América de Argentina, el Bolillo pasó un fin de semana en Bogotá. Ella llegó desde Medellín, se hospedaron en el Marriot, comieron en el restaurante del hotel, luego se fueron a bailar al Bembé. Es que al Bolillo la salsa lo vuelve loco y este era el mejor lugar de la ciudad para ir a bailar.
Después empezó una pelea en un taxi que terminó en una de los peores escándalos que ha tenido un técnico de una selección nacional. Terminó con el despedio de Gómez de la selección. Casi pierde a su matrimonio. Se encerró un mes en su casa. No habló con nadie. Empezó a pensar. Cuando salió estaba enfermo. La única persona que le devolvió la alegría fue el Tino Asprilla. Fausto, como le dice, era el único hombre que lo hacía sonreir. A pesar de todos los roces que tenían y que incluso lo llevaron a expulsarlo de la selección, entre el Tino y Gómez hay una verdadera amistad. Incluso el técnico dice que él se botaría de un noveno piso si el Tino se lo pide.
Ahora, que ha regresado a dirigir con el Junior, Barranquilla está feliz y convencida de que él es el único que podría hacer entrar en cintura a un grupo de millonarios que está en zona de confort. Amigo de sus amigos, el Bolillo, bien entrados los sesenta, ya no se toma los guaros sino los wiskis, ha dejado la vida nocturna y espera poder llevar a buen puerto al mejor equipo del país.